Parte Veintidós.

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La noche empezaba a hacerse cada vez más corta y ellos seguían debajo de ese techo de la galería que estaba siendo cómplice de este encuentro tan esperado. La botella de vino se había quedado a un costado, ya que Lali había acercado a la mesa una bandeja de cerezas con hielo como postre, y los dos estaban comiendo mientras la charla se ponía cada vez más picante.

- ¿Vos qué onda? ¿Estás solo? -dijo de repente y él la miró riendo- Eyy, ¿qué pasa?

- Nada, me causó risa... -dijo levantando sus cejas sin dejar de sonreír.

- ¿Por? -se hizo la sorprendida.

- No sé, cada vez que me haces esa pregunta me pasa lo mismo. -encogió sus hombros.

- Sí, salvo las veces que estuviste de novio... en ese momento eras otra persona. -dijo levantando sus cejas mirando para otro lado.

- ¿En qué sentido? -sin dejar de mirarla.

- No sé, te hacías el serio -él se mordió el labio y ambos rieron.

- No, igual estoy solo. -la miró serio y asintió con la cabeza.

- Bue... -miró para otro lado.

- No estoy de novio. -la miró y aseguró la respuesta.

- Solo, solo... -ironizó.

- Ahhhh, bueno. Eso es otra cosa. Siempre hay algo... -carcajeó- Sabía que en algún momento ibas a traer eso a colación.

- ¿Qué? ¡Cero! ¿Por? -haciéndose la boluda. Y con cara obvia.

- No sé. La otra vez noté cierto enojo. ¿Puede ser? -dijo calculándola con la mirada.

- Naaa, cualquiera. -dijo sin mirarlo, esquivando completamente el tema.

- ¿Y vos? -dijo apoyando los anteojos en la mesa.

- ¿Yo qué? -volvió a mirarlo.

- ¿Estás de novia? -la miró.

- No, para nada. Quiero estar sola por un tiempo. -sostuvo la mirada.

- Pero... -sonrió pícaro.

- Y bueno, algo siempre hay. -confesó junto a una carcajada.

- Ah, viste. -asintió y sonrió- Está perfecto.

- Sí... -quedó mirándolo esperando algo más.

El viento fresco que había en el ambiente de repente se había vuelto denso, el vino hizo que estén más sueltos, se animaban cada vez un poquito más, y eso era realmente peligroso. El nivel de histeria de la charla aumentaba minuto a minuto y los dos entendían perfectamente el juego. Los dardos e ironías iban y volvían como un partido de tenis, ya que son expertos en estas situaciones.

- Voy a baño. -se levantó de la mesa.

- Dale.

Peter se detuvo a mirarla paso a paso en ese trayecto como no había hecho en toda la noche. Ambos sabían que algo estaba pasando, los dos se estaban dando cuenta de que la situación no daba para más.

Él aprovechó el momento y se levantó de la mesa, salió al patio que estaba pegadito a la galería y se apoyó en la primera pared que encontró pisando el pasto, para prenderse un cigarrillo. No podía dejar de mirar la noche hermosa y soñada que estaba dibujada en el cielo completamente estrellado.

Ella salió del baño y cuando regresó a la galería no lo vio, pero el humo de su cigarro revelaba su escondite. Se acercó a la mesa que aún seguía sosteniendo la bandeja de cerezas con los hielos ya derretidos, agarró su copa de vino, bebió un sorbo y salió al patio en busca de él.

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