Parte Cuarenta.

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Cuando tenés una buena noche no hay manera de que no puedas dormir en paz. Además de haber trabajado todo el sábado ambos terminaron la noche de la mejor manera posible. Y sucedió algo que extrañaban muchísimo: acostarse y despertarse acompañados.

Desde hace ya un tiempo, los dos se acostumbraron a dormir solos y se sentían medios nostálgicos cada vez que estaban en uno de esos días. Los dos aman estar en alguna relación, les gusta enamorarse y cuando lo hacen aprietan el acelerador y van a fondo. Pero, misteriosamente, desde el 2020 tuvieron muchísimos cambios. No podemos evitar reflexionar sobre sus encuentros, si bien siempre sucedieron estos idas y vueltas, en el último tiempo fueron más frecuentes. Con la diferencia que ahora se necesitaban. De golpe la pandemia encendió algo que ellos creyeron que ya pertenecía al pasado, y realmente se les hacía imposible impedir que suceda.

Lali estuvo probando con otra persona en este tiempo, y Peter también aunque siempre él es más bajo perfil, nunca están solos. Pero algo había en el medio, y ese algo hacia que terminen en esta situación; ambos despeinados, con caras chinas y enredados entre las sábanas pero sin despegarse.

Un nuevo domingo comenzaba en la vida de estas dos personas, pero sin dudas no era uno más. Por fin, empezaron un día juntos como hace meses no pasaba.

Se despertaron al mediodía, sin decir demasiado fueron al baño de a uno para ducharse, Peter tenía la mochila salvadora en el auto, la misma que lleva al set de grabación, así que se dio un baño y se puso su ropa más cómoda para estar en la casa tranquilos.

Lali bajó primero a la cocina, mientras él se seguía duchando y aprovechó para preparar el mate y ver qué tenían para comer. Tenía una sonrisa relajada dibujada en la cara. Realmente necesita estar acompañada, levantarse los domingos en soledad es algo deprimente para ella. Y sobre todo, si la compañía se trata, nada más y nada menos, de Peter.

Puso música mientras preparaba unos waffles, y en ese momento bajó Peter descalzo con una joggineta y una remera negra. Estaba muy canchero con los rulos mojados.

- Buenas, buenas. –dijo acercándose lentamente a la cocina.

- Buen día. –ella le regaló la primera sonrisa del día.

- Qué bien huele eso. –dijo mientras llegaba a su lugar para darle un beso, el cual ella aceptó rápidamente.

- ¿Viste? Por suerte ya estoy viviendo acá, así que te puedo ofrecer más cosas. Jajaja. –haciendo referencia a las veces anteriores, que como viajaba constantemente no tenía nada en la heladera.

- ¿Ayudo? –se ofreció.

- No, hacé un par de mates. –dijo mientras terminaba de hacer los waffles.

- Sabes hace cuanto no dormía hasta el mediodía. –dijo mientras miraba el pasto por la ventana de la cocina.

- ¿Sí? Yo trato de hacerlo todos los domingos.

- A mí me cuesta mucho, pero creo que en esta casa se duerme muy bien. –sonrieron los dos mientras el mate comenzaba a girar.

- Deberías venir más seguido. –sugirió ella y sonrieron.

- Es raro verte con el pelo rosa, eh. –fijó la mirada en ella.

- Anoche me dijiste que te gustaba. –levantó las cejas.

- Si, y no estoy diciendo lo contrario. –le aclaró en son de paz.

- Ah. –no tan conforme.

- Anoche en la fiesta pensaba... -tomó el mate y ella se sentó enfrente de él con el platito.

- ¿En qué? –lo miró.

Puntos SuspensivosWhere stories live. Discover now