Parte Veintinueve.

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A veces la espera se hace eterna, y ni hablar cuando el destino por primera vez empieza a jugar a tu favor. Peter estaba esperando en su casa la "batiseñal", y la familia de Lali que no concluía más con esta "despedida" número mil.
Lali movía la pierna debajo de la mesa por la ansiedad que manejaba, Peter tocó su puerta alrededor de las seis de la tarde, cuestión que siendo las doce de la noche seguían en la misma situación.

Las vueltas de mates se hacían eternas, la cena ya había sido pedida, comida y hasta había lavado los platos. Sí, Lali se levantó a lavar los platos, algo casi inédito cuando hacían este tipo de reuniones. Nadie entendía mucho el cambio de actitud que tuvo después de ese tremendo "timbrazo", es que lo único que ella tenía en mente es sacarse de encima a esta gente, amada claro, pero era momento de que cada uno retorne el camino hacia su casa.

No es muy normal estar con la sensación que después de tanto tiempo, va a venir esa persona que querías ver. Y saber que esa persona está esperando tu mensaje en su casa. No es sano, realmente no, sin mencionar la suerte del destino que últimamente no jugaba a su favor.

Finalmente casi a la una de la mañana, la familia de Lali comenzó a despedirse de ella. No niego ni afirmo que unos bostezos de parte de la anfitriona incentivó la despedida final. Y así fue.

- Pitt, ya se fueron. -escribió casi con desesperación.

- Yendo.

Esta vez no tardó en contestarle ni dos segundos, estaba en línea, en realidad estaba a la espera de ese mensaje.
Ya estaban las cartas sobre la mesa, Lali estaba esperándolo en su casa como si fuera una adolescente, y él estaba camino a su casa para finalmente concretar este encuentro.

En los dos había una sensación de felicidad mezclada con excitación y adrenalina. Sabían a la perfección que lo que estaban haciendo no tenía ni pie ni cabeza, no tenía un porqué ni alguna justificación, pero a veces esa sensación que da la clandestinidad, lo prohibido e inesperado pesa mucho más que toda la cordura junta.

Ella aprovechó para darse un baño después de tanto estrés familiar que vivió esa tarde, se paró frente a su vestidor y comenzó a tentarse de risa. No podía entender porque tenía ese nivel de ansiedad y felicidad, observó un par de prendas y ninguna le parecía adecuada. Claramente volvía a tener quince años, y qué más lindo tener una persona que te haga sentir eso casi a tus treinta.

Finalmente optó por una musculosa y un short de jean, simple como son ellos, y siempre lo fueron. Se peinó un poco, la realidad que entre el rubio que le hacían cada quince días en la peluquería, más el corte que se había hecho su pelo estaba poco manejable, pero no le preocupaba en lo más mínimo.

Bajó hasta la cocina, se sirvió la segunda copa de vino de la noche y todo comenzaba a tomar forma. Ella en su casa de Buenos Aires, música saliendo por un pequeño parlante y esa sensación de hogar se completaba justo en el instante cuando sonó el timbre.

Rápidamente tomó un sorbo de vino, sonrío y se dirigió hasta la puerta de su enorme casa para encontrarse con él. Su amor, su locura y su permitido desde hace quince años. Peter.

Abrió la puerta con mil sensaciones a flor de piel, hasta verlo... tan sencillo, tan bonito, tan él.

- Hola. -dijo Peter para cortar ese silencio lleno de nervios y sonrisas.

- ¡Hola! Perdón, perdón... -se reían los dos, mientras ella rápidamente se corrió para darle paso a él.

Apenas cerró la puerta se hundieron en un fuerte abrazo. Lali apoyó su cabeza en el hombro de Peter mientras él acariciaba su pequeña espalda. Un abrazo lleno de verdad para descomprimir un poco los nervios y la adrenalina que generaba este encuentro raro y hasta un poco bizarro. Un abrazo que reinicia.

Puntos SuspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora