37: Las emociones del príncipe.

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El grito que dejó los labios de Shen Lian fue el sonido más desgarrador que Mo Yang había escuchado alguna vez en su vida. Contenía tanto dolor, sufrimiento y frustración que sintió a su corazón partirse por la mitad ante todo lo que le sucedía a su esposa.

Por un breve momento, Mo Yang fue incapaz de procesar lo que sus ojos veían. Era como si todo a su alrededor no fuera más que una ilusión, un truco o un engaño, pero no algo que realmente estuviera ocurriendo frente a él. Luego, con el fuerte latido de su corazón resonandole en los oídos, comprendió que su vista no le engañaba. Y que el despreciable Shen Fu se había atrevido a lastimar a su esposa y a su hijo nonato.

El tigre que siempre había estado durmiendo en su interior cobró vida de inmediato, rugiendo y rasgando su interior para ser liberado. Quería matar. La sed de sangre era tan grande que su mirada entera pareció cubrirse de un color rojizo.

Un diminuto quejido logró distraerlo de los pensamientos agresivos que reinaban su mente. Girando la cabeza, sus ojos encontraron una imágen que terminó por romperle en corazón en pedazos.

Shen Lian estaba tirado en el suelo, su respiración era agitada y una fina capa de sudor cubría su rostro. Los movimientos de su pecho eran erráticos, y podía verse a simple vista que le costaba respirar. Pero no era eso lo que destrozó a Mo Yang. No, sus ojos sólo se llenaron de lágrimas cuando vio el flujo de sangre que corría por las piernas de Shen Lian sin control alguno, empapando cada parte inferior de su túnica. Aunque no gritaba, los movimientos de su cuerpo eran suficientes para expresar cuánto dolor sentía en realidad.

Mo Yang nunca había llorado. Ni siquiera cuando era un bebé derramó lágrimas. Y, sin embargo, ver a su amado Shen Lian sufrir de un modo tan severo hizo que las lágrimas mojaran su rostro como lluvia.

Gota tras gota, cada lágrima que bajaba por su mejilla se sentía como el fuego quemándole la piel. La sensación en sí le parecía demasiado extraña, pero no podía detener la cascada que emanaba de sus ojos.

Su pulso se aceleró, y todos los músculos de su cuerpo se tensaron a la vez. Algo en su interior, algo que había sido resguardado tras años de presión y disciplina, finalmente se quebró. Esa máscara de indiferencia que siempre había estado en su rostro fue reemplazada por la más violenta expresión de ira. Ya no habría frialdad ni indiferencia, sino emociones verdaderas.

Tal era la fuerza contenida en su cuerpo que logró romper las ataduras de sus brazos y piernas. Una vez libre, derribó al rebelde más cercano, tomando su espada mientras lo hacía. Con el arma en la mano, Mo Yang asesinó a todo aquel que se cruzara en su camino, moviéndose tan rápido que los demás apenas y lograron verlo. Así, le hacía honor a su título.

En medio de su ira asesina, terminó eliminando a casi todos los rebeldes reunidos ahí. Aquellos que por poco escaparon de su ataque enfurecido, fueron abatidos por un mar de flechas que salió de la nada.

De haberse detenido, Mo Yang habría reconocido con facilidad los colores imperiales. Pero su ira tenía un alcance tan grande que ni siquiera pudo parar hasta haber exterminado a los rebeldes.

Mo Yang sólo se detuvo cuándo oyó la voz de Shen Lian filtrarse hacia sus oídos. Era un sonido dulce, y a la vez triste, por lo que Mo Yang no supo cómo reaccionar.

El príncipe se movió con rapidez, soltando la espada para acercarse a su esposa. Incluso antes de llegar a Shen Lian, el olor metálico de la sangre invadió sus fosas nasales. Había tanta sangre en el suelo que Mo Yang sintió la preocupación multiplicarse.

Cuando arrodillado a su lado, Mo Yang no dudó en sostener la mano de su esposa con fuerza, asegurándose de expresarle que no lo dejaría. El pequeño Shen apretó la mano que era sostenida por el príncipe, pero la otra estaba puesta sobre su estómago. Aunque era inútil, se negaba a soltar su vientre.

La esposa del soberano. (BL)Where stories live. Discover now