10: ¿Puedo tocar su espada?

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La mañana llegó de prisa, trayendo consigo a un malhumorado Shen Lian. Usualmente, él era tan inofensivo como un cachorro, pero cuando interrumpían su muy necesitado tiempo de descanso, toda esa bondad e inocencia se convertía en odio hacia todo ser que se atreviera a respirar cerca de él.

Para deshacerse de su mal humor, Shen Lian tenía que comer algo y regresar a dormir para luego despertar sin deseos de asesinar. Fue arrastrando los pies por todo el pasillo mientras luchaba por mantener los ojos abiertos. Tomó una fruta de la cocina y empezó a caminar de regreso a su habitación. En el camino se cruzó con muchos soldados, y éstos se sorprendieron de ver la clara molestia en su rostro.

Estaba cerca de su habitación, pero se detuvo al oír el sonido de golpes y gritos en un área cercana. Para satisfacer su curiosidad, siguió el sonido hasta llegar a un pequeño patio, en dónde se encontró con el grupo de soldados a los que consideraba sus amigos siendo regañados por el príncipe. Su mal humor simplemente se esfumó tras ver a su prometido, pues no quería que Mo Yang se enojara con él.

Shen Lian se observó levemente, asegurándose de que estuviera presentable. Luego de comprobar que estaba bien, se acercó al patio para saludar, y fue recibido por un coro de voces emocionadas. Éso le sacó una sonrisa tímida. Aún no se acostumbraba a ser el centro de atención.

El mismo grupo de cinco soldados se le acercó, con Bai Rulan guiando. Hicieron una reverencia al mismo tiempo, saludando a su futuro señor.

El acto le pareció demasiado formal a Shen Lian, quién sintió todo su rostro sonrojarse. A falta de palabras, respondió con una leve inclinación de la cabeza que resultó en un gesto extremadamente tierno.

—N-no hagan eso, por favor— susurró lo suficientemente alto para que lo oyeran.

Los soldados se rieron ante la ternura de Shen Lian, encantados de ver a alguien tan inocente en un lugar como ese. Jamás imaginarian que ese pequeño muchacho podría casarse con el intimidante y aterrador Mo Yang. Era difícil verlos como a una pareja.

Después de hablar brevemente con sus amigos, Shen Lian se despidió de ellos y se acercó al príncipe. Notó que Mo Yang lo había estado observando desde que apareció en el patio. Tenía el ceño fruncido, los labios apretados y las manos envueltas alrededor de su látigo. Parecía molesto, pero Shen Lian no se imaginaba por qué lo estaría.

Caminando con lentitud, avanzó hasta posicionarse junto al príncipe. Para llamar su atención, ladeó la cabeza y le dedicó una sonrisa tierna.

—Shen Lian— saludó el príncipe.

—¡Señor Mo!

A Shen Lian le pareció gracioso esa breve interacción, por lo que soltó una risa suave. El sonido fue tan adorable que los soldados casi murieron.

—¿Cómo está, señor Mo?— preguntó el muchacho, dandole una gran sonrisa a su prometido— ¿Por qué están todos despiertos tan temprano?

—Entrenamos a ésta hora.

—Pero es muy temprano— Shen Lian intentó fruncir el ceño, pero terminó haciendo una mueca bastante extraña.

—En el campamento todos deben estar despiertos a ésta hora. Es una de las pocas reglas que impuse.

—¿Y por qué no me dijo? Me habría despertado antes.

—Las reglas no son obligatorias para tí. Necesitabas descansar y dejé que lo hicieras.

Shen Lian planeaba seguir preguntándole cosas al príncipe, pero antes de que pudiera abrir la boca Mo Yang empezó a gritarle órdenes a sus soldados. El joven Shen se quedó allí, asombrado de haber sido ignorado tan abiertamente.

La esposa del soberano. (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora