La esposa del soberano. (BL)

61: Los secretos del tío Zhang.

Pocos sabían cómo era la vida del emperador antes de que obtuviera su título. E incluso los que sabían rara vez mencionaban su peculiar crianza.

Zhang Liu era su nombre, aunque nadie lo usaba desde que tomó el cargo de su padre. Ni siquiera su familia se atrevía a mencionar su nombre a pesar de lo mucho que insistía. Lo más cercano que tenía a ser llamado por su nombre era el modo en que Shen Lian le decía "Tío Zhang".

Zhang Liu era el segundo hijo del antiguo emperador, nacido de una concubina que provenía de una familia pobre. Su madre había sido una buena mujer, pero las intrigas y conspiraciones de la vida en el palacio habían dañado su salud mental tanto que apenas estuvo presente en la vida de su hijo. En cuanto a su padre, solo pudo hablar con él en tres ocasiones durante toda su vida. No lo resentia, ya que era su obligación no favorecer a un hijo cuyo linaje era poco notable.

Nunca fue el hijo favorito. Ya fuera por su sangre o por su educación, los miembros de la corte en el palacio siempre encontraban la manera de rebajarlo al nivel de un simple sirviente, no al de un príncipe. Sus hermanos lo golpeaban constantemente, para recordarle que no era y nunca sería un príncipe como ellos. Nadie en el palacio lo reconocía como príncipe, así que su padre lo envió lejos para satisfacer a las serpientes en el palacio y mantenerlo a salvo.

Sus primeros años los vivió en el palacio, pero a partir de los diez años empezó a vivir con la familia de su madre. Allí lo trataron incluso peor que en el palacio, pues sus abuelos lo culpaban de que su madre hubiera perdido la cabeza. Lo obligaron a trabajar tres veces más que cualquier otro sirviente, y casi nunca lo alimentaban.

Por mucho que se esforzaba, Zhang Liu nunca sintió el amor que venía de una familia. Todos sus parientes lo odiaban por distintos razones. Razones estúpidas, de las que él no era culpable.

La adolescencia fue su peor momento, ya que uno de sus hermanos mayores fue envenenado y la culpa obviamente recayó sobre el hijo no querido del emperador. Fue azotado, golpeado y ahogado por meses hasta que se demostró su inocencia. Para cuándo salió de los calabozos, ya había alcanzado la madurez de un hombre. No había sonrisas ni alegría en él. Todo lo que sentía era rencor. Hacia su familia, hacia al palacio y hacia su madre por haber enamorado al emperador.

Fue a la edad de quince años cuando conoció a quién sería la única persona que amaba. Acababa de regresar al hogar de sus abuelos en medio del campo, con miles de cicatrices y moretones cubriéndole el cuerpo como evidencia de lo que había soportado. Él estaba tan cansado de su vida que se había tirado en medio del bosque esperando que algún animal salvaje decidiera alimentarse de él. No había nada en el mundo que lo motivara a seguir viviendo.

Cuando un lobo se acercó, él ya se había preparado para abandonar el mundo de los vivos. Se alegró pensando que tal vez su espíritu acecharia los pasillos del palacio por las noches. Cerró los ojos, listo para finalmente dejar de sufrir.

Y ahí fue cuando la vio. A la persona que amaría. Estaba corriendo hacia la izquierda, lejos del animal.

En el momento que abrió los ojos para ver al animal, se encontró a sí mismo hipnotizado por el rostro más hermoso que alguna vez había visto. Eran los rasgos más delicados y perfectos, tan increíbles que merecían ser pintados por el más talentoso artista. Sin pensarlo, un ferviente deseo de sobrevivir hizo que se alejara del lobo salvaje para ir en busca del hermoso rostro.

Zhang Liu no fue capaz de explicarlo, pero sabía que era su deber vivir para conocer al dueño de tan impresionante rostro. Encontró a la persona de bello rostro a pocos metros, apoyando su cuerpo contra el tronco de un árbol. Su cabello era negro como la tinta, y caía encina de sus pálidos hombros como una cascada. Zhang Liu nunca había experimentado el deseo, y sin embargo sabía que a su cuerpo le agradaba esa persona.