VII

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La criatura de dos caras y cuatro brazos, de cuerpo corpulento y de al menos dos metros de altura, se escondía entre las pieles de los animales colgados en vigas de madera, ocultando a su vez su energía maldita para no llamar la atención de las pe...

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La criatura de dos caras y cuatro brazos, de cuerpo corpulento y de al menos dos metros de altura, se escondía entre las pieles de los animales colgados en vigas de madera, ocultando a su vez su energía maldita para no llamar la atención de las personas en la tribu.
Desde su posición, podía escuchar las risas, conversaciones y cantos por parte de los ancianos a las faldas de la fogata. La castaña clara de ojos verdes reía, su dentadura perfecta, sonrisa encantadora, hermosura divina. Pequeños detalles blancos eran dibujados en su rostro por un anciano, mientras otro hombre colgaba un collar de múltiples piedras y colmillos de algún animal, pulidos y brillosos.

Gruñó. Busco con la mirada pero no ganó nada con ello, se concentró un poco más y rastreó su existencia, camino entre los arbustos y árboles para esconderse, llegó hasta una de las tiendas con techo de paja y cuero grueso de algún animal considerado como paredes. La tienda era redonda, y la gran criatura demoníaca cabía con suerte entre los muebles que lo rodeaban.

Miró a su alrededor, el lugar tan solo tenía una vela prendida que daba una luz muy tenue. Finalmente su mirada se detuvo en la cuna, esta parecía ser un simple trozo de madera grande ahuecado por dentro de una forma ovalada, y sobre la cálida y esponjosa piel como oso polar, yacía dormida la criatura de siete meses, cubierta además por otra manta de lana.
El aroma natural que desprendía tal criatura era encantador, podía sentirlo a cuestión de metros, una aroma totalmente puro que dejaba ver claramente la existencia nueva sobre la faz de la tierra, no había ni un rastro de que hubiera cometido alguna maldad, y aun así, sangre maldita corría por sus venas.
La boca de la criatura demoniaca comenzó a salivar de tan solo sentir el aroma de la nueva criatura, un aroma puro que no tenía cualquier humano más que los bebés recién nacidos, un aroma que debía ser protegido lo más pronto posible antes de que otras maldiciones, otros demonios, fueran por ella a devorarla si es que el Rey de las maldiciones no lo hacía antes.

Le miró fijamente, su respiración lenta y su ceño fruncido, tragó duro viendo a la criatura que era más pequeña que su propia mano. ¿Esa cosa es mía? Pensó, ladeando su cabeza y observando a la pequeña que dormía tranquilamente, o al menos aquello fue hasta que comenzó a mover sus brazos, fruncir su ceño y soltar quejidos. Sukuna se exaltó en su lugar, retrocedió unos pasos feroces soltando un gruñido y provocando que algunas cosas a sus espaldas estuvieran a punto de caerse, logró mantener todo bajo control agarrando ágilmente los garrones con sus cuatro manos, pero las quejas de la pequeña en la cuna comenzaron a ser más notorias.
Se comenzó a urgir, miró a su alrededor como si estuviera buscando ayuda, soltó otro par de gruñidos y finalmente se decidió por caminar a la cuna de la criatura.
Sus manos temblorosas comenzaron a acercarse al pequeño cuerpo, temblorosas al saber que si era descuidado la cosa podía morir. Tenía los nervios a flor de piel. Su mano derecha pasó cuidadosamente bajo la cabeza de la criatura y su mano izquierda pasó por su espalda baja, la levantó con sumo cuidado mientras leves gruñidos salían de su boca sin comprender su despertar.
No quería ser atrapado pero tampoco quería encargarse de un bebé, realmente no soportaba el llanto de cualquier persona. Pero para su grata suerte, en cuanto la tomó entre sus dos brazos y la acurrucó en su pecho, la criatura dejó de soltar quejidos y se mantuvo en silencio, sus ojos cerrados y su rostro relajado.

The  firstborn | Jujutsu Kaisen. (Pausada)Where stories live. Discover now