XLVI

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En aquel preciso momento, su mano atravesó su pecho de golpe, provocándole soltar un quejido inevitable y una mirada llena de dolor y sorpresa

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En aquel preciso momento, su mano atravesó su pecho de golpe, provocándole soltar un quejido inevitable y una mirada llena de dolor y sorpresa. La carne de su cuerpo no era un obstáculo. Sus afiladas uñas sirvieron como cuchillas de carnicero profesional.
La puntiaguda sonrisa de su rostro se amplió mediante sus ojos se achinaban de satisfacción. La sangre corría como un manto por su antebrazo manchando su pálida piel de un rojo maniático.

Cortando la carne, las venas, recorriendo ese pequeño y estrecho espacio como si fuera de su propiedad, hasta que sus manos tocaron el órgano más sensible y el que más deseaba, y la hicieron estremecerse en su lugar.
Sus extremidades comenzaban a temblar mientras sentía como la mano del hombre rodeaba su cintura para no dejarla. Y justo en el preciso momento en que un «aquí voy» salió de su boca, le arrebató con brusquedad y ni la más mínima pizca de humanidad el corazón en el interior de su cuerpo. Se lo arrebató de un jalón y la sangre cayó por su boca como cascada mientras sentía cómo se debilitaba de manera drástica.

Sus manos sujetaron con rapidez sus hombros mientras se desplomaba sobre él. Sus ojos abiertos de par en par con una expresión de dolor extrema en su rostro. Sus piernas no dieron más y terminó por caer de rodillas frente a él.

El rubio permanecía con aquella sonrisa de satisfacción, con esa mirada sádica de excitación, mientras el corazón aún palpitante de la castaña se encontraba en su mano izquierda totalmente ensangrentada.
Fue simplemente inevitable babear mientras la veía derrumbada de dolor en el suelo, con su ropa ensangrentada y un hueco en su pecho. Un hilo de saliva corrió por la comisura de su labio mientras su mirada marrón se dirigía esta vez al corazón palpitante.

El pedazo de carne que tanto deseó probar ahora estaba en la palma de su mano.

— R-Ruther —habló ella y, a pesar de su debilidad, su voz salió en un tono ronco y superior. Su mirada ahora con pupila de reptil y de un intenso color rojo dorado se dirigió a ella—, Concentrate —exigió, y notó como poco a poco el hueco en su pecho se iba regenerando.

Cierto, debía concentrarse.

Se dirigió hacia la barra de la cocina donde un anticuado cofre de madera oscura con múltiples detalles en hierro puro se mantenía sobre el mesón. Lo abrió con un simple ademán para introducir el corazón palpitante en su interior. Al instante una neblina negra cubrió el órgano mientras la tapa del cajón se cerraba con lentitud.

— ¿Estás segura de que esto funcionara? —preguntó el peli-rubio dando unos cortos pasos para volver a ella.

De rodillas en el suelo, cabizbaja y con una respiración casi inaudible. Le hacía parecer superior cuando en realidad no lo era, pero quería creer que sí. Allí de pie, con sus manos guardadas en los bolsillos de su pantalón de traje negro, la miró con una sonrisa ladina y una mirada caída mientras un cosquilleo le recorrió todo el cuerpo.

Se agachó con lentitud hasta colocarse de rodillas frente a ella, sin la menor importancia de que sus pantalones se mancharan con el charco de sangre que la rodeaba.
Sus grandes manos tomaron su rostro cabizbajo y la obligaron a mirarlo. La mirada verdosa de ella se encontraba apagada, sin una pizca de brillo a pesar de la luz de la habitación. Una mirada cansada, adolorida, cristalina y débil, como si estuviera en su lecho de muerte.

The  firstborn | Jujutsu Kaisen. (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora