Capítulo 8

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Luna siente como si hubiera metido todas las emociones en una batidora a máxima potencia. Aunque el domingo durmió hasta bien entrada la mañana, cuando se despertó no pudo evitar pensar en Martín. Y en Lía y su amigo.

Ahora siente que, sin quererlo, es cómplice de Lía en esa información que Martín desconoce.

Aunque si Emma tiene razón y según sus palabras textuales en el taxi de vuelta a casa "ese tío estaba a punto de comerte la boca", quizá la relación de Lía y Martín sea una poco convencional.

El resultado de ese confuso razonamiento acaba con que quizá, aunque ínfima, sí tiene una oportunidad y Emma no exageraba.

Aunque, si es sincera consigo misma, ni siquiera ella sabe a qué se refiere cuando piensa en tener una oportunidad. ¿Una oportunidad de qué?

El domingo en familia, por suerte, no le deja mucho más tiempo para pensar.

El lunes empieza sorprendentemente bien para ella. Su madre se ha ido de viaje de trabajo antes de que ella se levantara y es agradable tener una de esas charlas padre-hija frente al desayuno recién hecho. Son esas charlas en las que se habla de todo y nada y en las que juegan a arreglar el mundo. Ese tipo de charlas que la hacen sentirse un poquito más en paz.

Sin embargo, en cuanto pone un pie en el atelier, su cuerpo se tensa y se pone en alerta. Aunque no debería, porque aunque quiera encontrarse a Martín, la presencia del chico entre esas paredes es, al menos para ella, impredecible.

En cuanto se sienta en su silla, consigue centrarse y todo pensamiento que no esté relacionado con el trabajo desaparece de su mente. Enseguida focaliza su atención en los patrones que le ha encargado hacer Aitana.

De hecho, gracias a las indicaciones que le va dando Aitana, acaba quedando bastante satisfecha con el resultado del primero. Es ese resultado el que hace que Aitana la deje sola a media mañana con la seguridad de que Luna acabará bien su tarea.

Martín llama con un ritmo peculiar en la puerta que suele usar con su madre para que sepa que es él quien llega, aunque en este caso agradecería que la presencia de su madre allí no se lo ponga más difícil.

Es la voz dulce de Luna la que le invita a entrar. La joven alza la cabeza y una sensación extraña le recorre el cuerpo cuando ve a Martín acercándose a su mesa.

-Tu madre ha salido hace un rato-informa haciendo girar un lápiz entre sus dedos-Está con...- intenta explicarle para que así se marche rápido y esa sensación un tanto angustiosa la abandone.

-En realidad te buscaba a ti-la interrumpe. La mirada sorprendida de Luna hace que reformule la frase- Para...¿Quieres un café?-propone porque está empezando a ponerse nervioso ante una confusa Luna.

-Espera, hablando de café-murmura al acordarse mientras se gira buscando con la mirada la bolsa que ha traído esa misma mañana- Tengo algo para ti- informa haciéndose con ella.

Martín frunce el ceño extrañado cuando Luna le tiende la bolsa con una sonrisa que inmediatamente hace que se dibuje una en su rostro.

-Vamos, ábrelo-le insiste ilusionada olvidando esa maraña de nervios, culpa y sentimientos que aún no sabe catalogar- Bueno, tampoco te hagas muchas ilusiones, es solo un detalle-le quita importancia mordiéndose el labio.

-No tenías por qué-le agradece Martín mientras saca una caja perfectamente envuelta sin tener muy claro aún por qué Luna ha decidido tener un detalle con él.

Aunque la que sí tiene clara, es esa sensación de orgullo que se instala en su pecho al saber que ella en algún momento se ha acordado de él para escoger lo que sea que le ha regalado.

El destino no siempre está escrito en las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora