Capítulo 45

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No puede negar que le da pena despedirse de Bélgica. Se enamoró de Brujas nada más cruzar un par de calles y no se puede sacar de la cabeza la estación de Amberes.

A pesar de esto, ha tenido momentos de desear volver a España o incluso de abandonar el estilo mochilero que bajo el pretexto de redescubrirse decidió.

Lo cierto es que durante más de dos semanas ha ido descubriendo rincones que ni siquiera tenía apuntados en su lista. E incluso para su propia sorpresa, llegó en el momento en el que decidió que lo más sensato era prescindir de ella y solo caminar.

Así descubrió una cervecería con varios siglos de historia y calles tan bonitas como desconocidas.

La espalda le duele después de noches de hostal y se agradece de nuevo haber tomado la decisión de invertir en un buen colchón. Porque está seguro que, en su vuelta a España necesitará hibernar una temporada. En realidad, sus ahorros le permitirían dormir en hoteles, pero cree que le quita la esencia a ese que pretende ser un viaje de mochilero.

Gracias a los hostales y a la decisión de abandonar su lista, hace un par de noches se dejó guiar por un sueco hasta un bar perdido donde tomó la mejor cerveza que ha probado jamás y acabaron contándose sus penas. Quizá incluso ha ganado un amigo.

Ahora cree que, de alguna manera, este era un viaje que tenía que hacer así, solo, para echar abajo miedos y sentirse capaz. No todo está bajo su control y está empezando a dejarse llevar. Como cuando estaba con Luna.

Aunque le pesan los ojos, no puede despegar la vista de los campos de tulipanes que se extienden alrededor de las vías del tren. Aprovecha una parada que hace el tren para hacer una foto. No sabe cuántas lleva ya, pero no quiere que ni un solo momento de ese viaje no quede documentado.

Siente la cabeza embotada, las paredes blancas de su habitación dan vueltas sobre él y no recuerda por qué, pero se repite incesantemente en su mente ese chupito compartido con Emma en el que brindaron por Luna hace apenas unas horas. Y durante unos segundos, mientras el alcohol le ardía en la garganta, pensó que ojalá la risa que se colaba en sus oídos fuera la de ella.

Da una vuelta más sobre sí mismo y ya ha perdido la cuenta de las que lleva desde que no es capaz de pegar ojo a pesar de que sabe que los próximos días puede que sean los mejores o peores de su vida. Todo depende de cómo de bien se le dé la aventura.

No sabe en qué momento le pareció buena opción aceptar la fiesta de despedida que ofrecía su hermana. Quizá era Luna, como ahora, lo que ocupaba su cabeza.

No puede evitar levantarse para coger ese portadocumentos que le ha hecho. Una sonrisa se dibuja en sus labios ante su tacto y su imaginación vuela convirtiéndolo en su pequeño testigo de su viaje, puede guardar billetes de bus, tickets, entradas de museos...

De ninguna forma puede sustituirla con él, pero de algún modo va ir a acompañado de ella y es ese pensamiento el que hace que un pinchazo en la costilla aparezca. Quizá solo ha bebido demasiado. O quizá la mirada color miel mirándole en esa conversación que al fin han tenido ha sido demasiado profunda.

¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué siente de pronto que se está equivocando, que no puede irse? Este viaje era otro capítulo de su vida, un capítulo que puede que no tenga mucho sentido que retome si ya no tiene que huir de Luna. Es eso lo que de alguna forma acordaron ayer, ¿no?

Martín tiene que frotar con fuerza su rostro. Está hecho un lío.

Acaba decidiendo levantarse ante la imposibilidad de descansar y camina descalzo hacia el salón.

El destino no siempre está escrito en las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora