Capítulo 30

747 45 112
                                    

El calor de la primavera ya empieza a instalarse en la capital y una prueba de ello son las risas que puede distinguir al bajarse del coche y que provienen del jardín de sus padres.

No llama al timbre, ni siquiera acude a la puerta principal, sino que se cuela por la verja del jardín atrapando entre sus brazos a Marco que corre en su dirección en cuanto le divisa.

- Yo también quiero- se queja Siena alargando sus brazos ya que ha tardado unos segundos más que su hermano en detectar la presencia de Martín.

- No agobiéis al tito- media Laia entre sus hijos dando un pequeño abrazo al que para ella es como un hermano.

- ¿Y ese vestido tan chulo?- piropea a la pequeña haciéndola girar sobre sí misma con una mano mientras aún termina de abrazar a Laia.

- Es de hada- le muestra moviendo el tul turquesa de su falda- Mira, tengo una varita, me la ha traído el ratoncito- le explica llevándose la mano a los labios para enseñarle el diente que le falta.

Después agarra sin permiso sus dedos y le arrastra a esa zona del jardín donde Lía ya es víctima de esos pequeños y está sentada junto a dos peluches.

Apenas le da tiempo a saludar a nadie antes de que Siena se autoproclame reina de las hadas y, por tanto, la que manda sobre todos ellos para disgusto de Marco, que no está demasiado de acuerdo con su hermana. Sin embargo, Lía susurra algo en el oído del niño que templa su malhumor y se deja guiar por las órdenes de Siena.

Es Luis con su guitarra el único que llama lo suficientemente la atención de los pequeños como para interrumpir su juego abandonando a su suerte a Martín y Lía.

- ¿Mucha resaca?- pregunta a su hermana revolviéndole el pelo al ver su gesto algo cansado mientras pone algo de orden en los juguetes que han dejado revueltos los niños.

- En realidad nos volvimos pronto, pero creo que algún chupito no me sentó muy bien- confiesa arrancando una carcajada a Martín- No te vi- se da cuenta.

- Al final después de cenar por el centro con Pablo y Javi nos fuimos a casa- explica cuáles fueron sus planes la noche anterior.

Aitana enseguida llama la atención de sus hijos. Es domingo y no hay horarios, pero le preocupa alterar demasiado la rutina de los mellizos y empieza a encargar tareas a todos para poder comer cuanto antes.

Samuel parece pelearse con la barbacoa a pesar de que se niega a aceptar la ayuda de nadie porque odia que alguien se atreva a meter mano en esa que es su pasión oculta.

- ¿Te echo una mano?- se ofrece Martín.

- Pero si apenas haces más que un huevo frito- reacciona Samuel riendo.

Es cierto que es él el que peor se maneja de la familia con la cocina, pero también es el único que ahora no está haciendo absolutamente nada y se siente un poco inútil.

- También es verdad- admite- Bueno, al menos te traigo algo para que te refresques cuando consigas encender esto- alude a las llamas que aún no prenden quizá, porque los meses de invierno han hecho que Samuel pierda la práctica.

- Una sin- le pide cuando Martín ya está camino de la nevera sin haber esperado respuesta.

Sonríe a sus hermanas mientras preparan las ensaladas a pesar de que frenan sus cuchicheos al verle llegar a la cocina.

- ¿Ya me estáis criticando? - bromea al abrir la nevera.

- Si quieres te lo cuento a ti también, pero creo que no quieres saber por qué me hice un moratón en el muslo con la palanca de cambios- responde con picardía Lía haciendo estallar en carcajadas a Laia a la par que Martín entorna los ojos dejándolas a solas.

El destino no siempre está escrito en las estrellasWhere stories live. Discover now