Capítulo 40

606 44 62
                                    

Martín suspira reiniciando de nuevo el ordenador de su madre. A pesar de haberle recomendado en numerosas ocasiones que se compre uno nuevo, su madre se muestra reacia a desprenderse de ese viejo ordenador que se queda colgado cada dos por tres.

Mientras espera, su mirada se pierde en esos bolígrafos abandonados sobre la mesa que suele ocupar Luna o, al menos, que solía ocupar cuando no estaba de exámenes. Está seguro de que son de ella, aún puede recordar sus dedos jugando con ellos alterando el orden que ahora reflejan. Es ese recuerdo, el que le obliga a agitar la cabeza tratando de alejarla de cada uno de sus pensamientos.

Sabe que no va a encontrársela porque hoy era su último examen y en cierto modo siente algo de alivio.

No han sido pocas las veces que ha tenido la tentación de mandarle un mensaje para saber al menos cómo le están yendo. Pero hace ya un tiempo, o al menos a él se lo parece, que ha decidido dejar de insistir. Ahora es él el que no quiere hablar con ella y ha dejado de buscar una explicación.

Está enfadado, pero no por la incertidumbre como le ha pasado tantas veces en su vida, sino porque no sabía que perder algo tan bonito iba a doler de ese modo.

Sin querer ha doblado con el codo un papel que había sobre la mesa y se obliga a centrarse en leerlo para tratar de borrar el recuerdo que llega sin permiso de la risa de Luna chocando contra las paredes de esa misma habitación.

Es un folleto sobre un curso de patronaje en Barcelona durante el mes de julio. Martín se sorprende porque no recuerda que su madre les haya comentado nada aunque, si es sincero, podría haberlo hecho y él no haberse dado ni cuenta. Aún así, no cree que sea algo muy útil después de tantos años de formación a sus espaldas, por eso, comprueba si acaso no será ella una de las docentes.

- ¿Has podido arreglarlo ya?-irrumpe su madre en el despacho avanzando hacia él e interrumpiendo su lectura.

- Si me hicieras caso y cambiaras de ordenador, lo tendrías solucionado desde hace un rato-resopla viendo que el aparato no ha terminado de reiniciarse.

- No empieces-resopla negando con la cabeza- No entiendo muy bien por qué está tan empeñada en ir-dice dejándose caer en la silla mirando el folleto que Martín aún tiene en las manos- Hay cursos mejores aquí en Madrid y podría compaginarlo con el trabajo. ¿No está contenta?

No es hasta ese momento cuando Martín entiende que su madre se refiere a Luna. Aitana espera encontrar alguna respuesta en su hijo porque no entiende qué ha podido pasar para que la chica tome una decisión así, casi de imprevisto.

- Claro que está contenta-afirma sospechando que no es esa la razón por la que Luna quiere irse a Barcelona.

La rabia empieza a trepar silenciosa por la anatomía de Martín. Luna puede hacerle daño a él, pero no va a permitir que se lo haga a su madre.

- Hay un par de escuelas aquí que conozco personalmente y tienen cursos muy buenos- explica pensando que quizá su hijo pueda ser un intermediario- ya se lo he dicho, pero sigue obcecada con este. ¿Tú sabes si ha pasado algo o...?-empieza a decir dudando hacia dónde llevar la conversación.

Es un secreto a voces que entre ellos hay más que una amistad aunque Martín no se haya atrevido a verbalizárselo y quizá él sepa más que ella. Es en ese momento, en el que Martín entiende eso de que a veces las personas mienten para no hacer daño a la gente que quieren.

- No, no tengo ni idea-niega con la cabeza, incómodo ante esa media mentira, interrumpiéndola.

Se pone de pie rápidamente soltando el folleto que siente ha terminado por alejarle de Luna más que cualquiera de los argumentos que se lleva dando estos días.

El destino no siempre está escrito en las estrellasWhere stories live. Discover now