Capítulo 39

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Martín lleva días sintiéndose perdido. Exactamente los mismos días que hace desde que escuchó "no podemos estar juntos" de los labios de Luna. Esos labios que, por absurdo que parezca, echa de menos porque tiene la certeza que no va a volver a probar y de los que ni en sueños puede escapar.

Ha intentado distraerse en el trabajo, pero ni siquiera eso parece buena idea pues ya se ha metido en varios líos con clientes. Porque por más que lo intenta, no consigue centrarse del todo.

También ha probado a limpiar su piso, tocar la guitarra y retomar esas lecturas para las que nunca sacas tiempo. Pero nada parece funcionar porque su mente solo le pregunta constantemente el porqué si todo parecía ir más que bien.

No entiende en qué momento falló o si acaso simplemente hay algo mal en él. Ni siquiera consigue una conversación más con Luna, una respuesta más clara. Algo que le permita encajar las piezas del puzzle.

Tampoco se atreve a contárselo a nadie. No quiere miradas de compasión, ni de decepción. No quiere que nadie más se dé cuenta de que ha fracasado en lo que ahora entiende que podría haber sido uno de los grandes éxitos de su vida.

Quizá está exagerando, quizá está sacando ese lado dramático e intenso que todos achacan siempre a Lía. Quizá.

Lo único de lo que tiene certeza es que hay algo que se le hace bola a la altura del estómago y le ahoga día y noche, segundo a segundo. Por eso, apenas se da cuenta cuando coge el coche y cuando se percata, ahí está.

Sus pasos le han llevado de forma inconsciente hasta ese parque que siempre parece aliviarlo todo. Aunque ahora con unos años más, ese consejo de su padre de ver el caos desde fuera no le parece tan fácil.

Ni siquiera sabe qué caos tiene que observar porque se siente perdido completamente perdido.

Perdido entre esos niños que juegan a arrancar las flores solitarias que emergen entre la hierba, perdido entre esos perros que al fin corren libres cuando sueltan la correa, entre la pareja de ancianos que simplemente se sientan juntos a observar la ciudad. Esa ciudad que, en vez de darle respuesta al perder su mirada en ella, le devuelve la pregunta de dónde está Luna.

- Hola- saluda en un tono suave Lía aún a su espalda.

Martín apenas es capaz de levantar la vista. No entiende por qué su hermana está ahí y es su instinto el que le hace comprobar que sus mejillas no se han llenado de agua salada como acostumbran cada noche.

- ¿Me puedo sentar?- pregunta con una prudencia impropia de ella al no encontrar una respuesta clara de Martín.

El chico solo emite un leve gesto afirmativo con la cabeza que anima a Lía a sentarse a su lado en el césped.

Los pensamientos fluyen a mil revoluciones por la cabeza de la chica y, aunque tiene muchas preguntas que hacer a su hermano, sabe que hoy no es el día para sus salidas de tiesto.

Sabe que el día de su cumpleaños pasó algo con Luna a pesar de que la joven se disculpara después con ellos con que estaba mala.

Ni ella ni Víctor se han creído del todo esa excusa y el comportamiento extraño que han observado tanto en Luna como en su hermano los últimos días se lo han terminado de confirmar. Solo le ha bastado que su madre le preguntara hoy en la comida si sabía algo de Martín para decidirse a dar un paso al frente.

- ¿Qué haces aquí?- se manifiesta tras un silencio Martín.

- Supongo que lo mismo que tú- responde con una suave sonrisa- Buscar respuestas, ¿no?- pregunta levantando ligeramente sus cejas.

El destino no siempre está escrito en las estrellasWhere stories live. Discover now