Capítulo 46

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Ni el peso del cuerpo de Luna sobre su pecho ni las cosquillas que su melena deja sobre su piel le sobresaltan. Solo el sonido de la alarma le despierta rompiendo el hechizo que por suerte les embrujó la noche anterior permitiendo que durmieran juntos.

Luna se revuelve ante el ruido mientras Martín alarga uno de sus brazos desactivando su teléfono. Ambos se quedarían en ese instante anterior a que la alarma sonase, pero los dos saben también que no pueden acomodarse en lo que ahora es solo un sueño.

-Buenos días- saluda Martín dejando un beso sobre su melena que no puede contener.

Un beso que, aunque inocente, precipita el ritmo de las pulsaciones de Luna que siente por un instante que vive en un déjà vu constante. Casi como si el tacto de Martín de repente quemara, Luna se incorpora sentándose en la cama de espaldas al chico.

- Seguro que no te he dejado dormir- se excusa por la postura en la que han amanecido- Lo siento- se disculpa atreviéndose a mirarle por encima de su hombro.

- Te aseguro que he pasado noches mucho peores- responde sincero tratando de dibujarle una sonrisa.

Aunque si fuera de verdad honesto, le diría que no es ni el colchón, ni el espacio lo que ha hecho que durmiera bien. Ha sido el aroma a almendras que emanaba de su pelo, su respiración pausada, la suavidad de su piel, sentirse en casa...

Pero no, no es lo suficientemente valiente para lanzarse a la incertidumbre una vez más y admitir en voz alta que hace ya demasiado que olvidó esa mentira piadosa de Luna que, además, hace ya tiempo ha perdonado. Pero cuando termina de batallar con su cabeza es tarde y Luna ya se ha adelantado a usar la primera la ducha una vez más.

A pesar de que Martín lleva días empezando a entenderse con lo inesperado y dando la espalda a sus planes organizados metódicamente, no puede evitar ponerse nervioso cuando Luna tarda más de lo esperado duchándose.

Siente el impulso de ayudarle a desenredar su melena cuando la encuentra apurada aún en una batalla con los nudos cuando al fin puede ducharse él. Y no puede evitar sorprenderla con una sonrisa, porque no puede enfadarse por eso, cuando avergonzado tiene que pedir al hotel que los dejen desayunar algo más tarde de la hora que habían reservado inicialmente.

Pese a todo, les da tiempo a pasar gran parte de la mañana paseando por algunas de las calles más emblemáticas de la ciudad y perderse por el Mercado de las Flores en el que Luna no para de hacer fotografías y del cual se lleva como recuerdo un ramo de tulipanes que Martín insiste en comprar al ver el entusiasmo de la chica.

Para bien o para mal, ese viaje será inolvidable.

El entusiasmo de Luna casi se triplica cuando ve un puesto ambulante de patatas fritas e insiste en parar para terminar con el rugir de sus tripas. Relega el precioso ramo de tulipanes a los brazos de Martín para poder degustar lo que ahora le parece el mejor manjar.

Martín inevitablemente sonríe ante la facilidad de Luna de encontrar la felicidad en pequeños detalles, en lo especial de lo cotidiano.

No puede dejar de pensar que siguen haciendo buen equipo porque, pese a todos los contratiempos que le ha puesto de manera más o menos consciente Luna a lo largo de la mañana, han llegado lo suficientemente pronto al museo como para que tengan que esperar en un banco a que llegue la hora que tienen reservada para poder visitarlo.

Apenas se sientan, Martín alarga su mano y roba una de las patatas provocando que Luna frunza su nariz ligeramente.

- Tú no querías- finge enfadarse girándose hacia el otro lado del banco para dificultarle la tarea de robarle las patatas.

El destino no siempre está escrito en las estrellasWhere stories live. Discover now