Capítulo 17

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Algo tiene que haber pasado. No puede haber otra explicación a ese sinfín de teléfonos sonando y personas yendo y viniendo por el atelier. O puede que su cerebro esté un poco más lento de lo normal y todo vaya demasiado deprisa para ella. Al fin y al cabo, no sería la primera vez que ella va a un ritmo diferente al del resto del mundo.

Se disculpa al entrar en el despacho al ver que Aitana está atendiendo una llamada. Deja sus cosas en su mesa con la mayor discreción posible antes de sentarse frente a las muestras que tiene que ordenar.

En cuanto Aitana cuelga, y antes de que pueda darle los buenos días, aparece Marta, que se lanza a los brazos de su amiga felicitándola. Luna espera que no sea su cumpleaños porque sino, va a quedar fatal.

Entre sus sonrisas ilusionadas, Luna llega a entender que Aitana y su firma están nominadas a un premio de la revista de moda más importante del país. Luna sabe que Aitana ya ganó su primer premio en esa revista pero en la categoría novel cuando apenas llevaba unos años en el mundo de la moda.

Cuando Marta finalmente sale del despacho, se pone en pie para darle la enhorabuena, pero Aitana se da por felicitada dedicándole una sonrisa, ya que su teléfono las interrumpe al volver a sonar.

No puede negar que ella misma se ha contagiado de esa ilusión que desprende Aitana, como si fuera la primera vez que alguien destaca su trabajo, como si fuera una niña viendo recompensado su esfuerzo la mañana de reyes.

Luna se embriaga del buen ambiente que se respira en el atelier, no parece un éxito de Aitana sino de todo el equipo y se siente muy afortunada de poder estar allí aprendiendo y formándose junto a alguien que admira.

Sin embargo, no hace más que lanzar miradas cada vez menos discretas para ver si alguien consigue interrumpir el ritmo frenético de esa mañana con una invitación a un café y una media sonrisa. Alguien, que en su mente tiene un nombre y apellidos propios.

La puerta se abre muchas veces a lo largo de la mañana, pero ninguna de ellas ve aparecer a Martín con el que, Aitana parece ya haber hablado por teléfono, evaporando cualquier esperanza de Luna.

Se ha traído algo para comer porque quiere acabar sus tareas y después salir a hacer un par de recados por la zona. Pasea por el atelier aprovechando la soledad que le regala ese descanso en el que todos parecen salir despavoridos a comer fuera de las instalaciones. Camina despacio maravillada por el silencio después de un día cargado de ruido e ilusión.

No sé atrevió a confesar que ese era su sueño hasta que fue bastante mayor, pero cada paso, literal y metafóricamente, que está dando por el atelier le dice que no se ha equivocado, que ella es feliz entre esas cuatro paredes que paradójicamente dan alas a su imaginación.

Sabe que no se va a encontrar a Martín por mucho que le apetezca una charla para acompañar su ensalada de pollo, sin embargo, no puede evitar recordar con nostalgia esa futura comida que prometieron y aún no han cumplido.

Martín ha pasado toda la mañana con un cliente exasperante y cuando detiene el coche a una calle del portal de Álvaro y Luna, se da cuenta de que esas clases le gustan y son como un paréntesis en su semana que no se arrepiente de haber aceptado. Sin querer, esa obligación autoimpuesta se ha convertido en un foco de desconexión que no sabía que necesitaba.

Su sorpresa al ver que es Álvaro el que le abre la puerta de su casa debe quedar patente en una extraña mueca que provoca una carcajada en el más pequeño.

Niega levemente con la cabeza mientras Martín cierra la puerta y le sigue hacia su habitación.

- Ha ido a comprar unos rotuladores-explica dándole una explicación que no ha pedido.

El destino no siempre está escrito en las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora