Epílogo

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El móvil vibra sobre su mesilla de nuevo y Martín maldice en silencio lo insistente que puede llegar a ser su hermana. Como puede, se incorpora con cuidado intentando con sus movimientos no alterar el sueño profundo en el que Luna parece sumergida.

Anoche no volvieron demasiado tarde, ya que la improvisada celebración del cumpleaños de Luna se quedó en unas cervezas en una terraza del abandonado Madrid en agosto.

Sin embargo, la joven es ajena a la celebración que su cuñada está organizando y que está provocando verdaderos dolores de cabeza a Martín.

"Acuérdate de entretenerla hasta que yo te avise de que están todos"

Martín suspira. Lía se hizo con el control del cumpleaños de Luna casi desde el mismo momento en el que él aterrizó en Madrid. Parece que la confirmación de que Luna y Martín lo habían vuelto a intentar, fue signo ineludible del derecho que de pronto la joven tenía para autoproclamarse directora de la sorpresa.

Convencer a Aitana y Luis para hacer la celebración en el jardín no fue complicado. Lo realmente difícil fue la mediación que tuvo que hacer Martín para que los padres de Luna aceptaran el plan de Lía sin sentirse en deuda con la familia. La lista de invitados, comida, decoración y todas las excusas para sabotear los intentos de Luna para preparar su propio cumpleaños, fueron mérito único y exclusivo de Lía, que fue confabulando a todos en su plan.

- ¿Me vas a abandonar por mi cumpleaños?- llama su atención asomándose con dificultad para intentar localizar a Martín desde la cama.

- En realidad pretendía sorprenderte con un desayuno en la cama- revela la sorpresa que tenía pensada para empezar el día.

- ¿Estás seguro?- pregunta extrañada.

Desde luego que ella no va a negarse a un desayuno en la cama de Martín, que ha descubierto es uno de sus lugares favoritos del mundo. Pero le sorprende porque nunca imaginó que la meticulosidad de Martín le permitiera tal cosa y más conociendo su torpeza natural.

- Es un día especial- reacciona Martín más autoconvenciéndose que buscando persuadir a Luna- Estrenas década y además hoy hay que cambiar las sábanas igual- explica desde la distancia terminando de colocarlo todo en una bandeja.

Luna no puede evitar morderse el labio. No llega a ver a Martín desde la habitación, pero imagina al chico concentrado para que todo esté perfecto, dejándose llevar y, probablemente, rascándose la nuca cada vez que duda mientras ejecuta su plan. Y eso, ese sencillo despertar, le hace sentirse inmensamente afortunada.

- ¡Cierra los ojos!- le pide Martín con el tono de voz algo más alto mientras hace malabares para no ser él el primero en manchar algo.

Luna no duda ni un instante y aprieta sus párpados casi con la misma fuerza con la que revolotean las mariposas en su estómago.

- No los abras- la recuerda mientras camina con sigilo manteniendo el equilibrio.

Luna ríe por los nervios apretando con más fuerza los ojos y así no faltar a la promesa de Martín. Cuando le da permiso, la sonrisa se tatúa en su rostro y la llama de la vela que Martín ha clavado en un muffin de chocolate se refleja en sus ojos.

- Pide un deseo- señala cuando su mirada se cruza con la de ella.

Y en ese instante, Luna duda. Cree firmemente que está en un momento de su vida en el que no puede pedir más de lo ya tiene, así que se limita a soplar deseando que todo se quede en el perfecto equilibrio en el que está ahora.

Inevitablemente acaban cayendo migas sobre las sábanas y más cuando, entre mordisco y mordisco de tostada, hay bromas y risas de por medio. Si a Martín le molesta el desorden, sabe disimularlo bien saboreando los últimos retazos de mermelada de la boca de Luna.

El destino no siempre está escrito en las estrellasWhere stories live. Discover now