Cap. 51 Ugly Sweaters

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El tiempo es relativo.

Ross golpeó a un imbécil, recibió un regaño de los guardias del aeropuerto, pagó una multa, abordó un avión y consoló a Lau en lo que le parecieron cinco minutos. No porque alguna de esas cosas hubiera sido fácil, sino porque había sido demasiado. Fue arrastrado por una tormenta de sentimientos que lo volvió loco, y aún le quedaban cuatro horas de vuelo. Tendría tiempo suficiente para calmarse, o bien, para perder lo que le quedaba de cordura.
Como fuera, no importaba. El reloj lo tenía sin cuidado.
¿Qué podría suceder en unas cuantas horas? Horas que de pronto le parecían extremadamente cortas...

Pues bien, a decir verdad, pasó demasiado.

En un momento, el video del famoso Ross Lynch golpeando a un chico en el piso de un aeropuerto ya había dado la vuelta al mundo.
Estaba en todas las redes sociales, compartido por cientos de cuentas, registrando miles y miles de comentarios atacandolo.
Su mánager se estaba arrancando las uñas. Lo llamaba y lo llamaba en vano, pidiendo explicaciones a un teléfono apagado. Pero pronto (no tan pronto para Andre) el avión aterrizó, la camioneta que rentaron para llegar a su cabaña se estacionó y la familia, al fin en casa, descubrió la bomba que había estallado tras de ellos.

Con el pasar de los días, la cosa no se calmó. Ross estaba en el ojo del huracán. Todos lo sabían, excepto Laura.

La chica había vuelto al estado depresivo del que no podía sacarla, no importaba si todos estaban al pendiente de Lynch, la atención de este le pertenecía a Lau, a lo poco o mucho que hacía en las mañanas cuando se levantaba de la cama antes de que cualquiera despertara, y salía y se sentaba a ver la nieve caer hasta que se le helaban los pies.

Se estaba alejando, de nuevo, construyendo una muralla a su alrededor como si aquella fuera la forma fácil de salir adelante.
Pero Laura no estaba saliendo adelante, se estaba estancando.
Ross necesitaba tanto besarla, pero ella ya no parecía estar dispuesta a dejar que lo hiciera.

¿Qué seguía? ¿Qué tanto más podría empeorar? Eso era todo lo que al chico le pasaba por la cabeza, no podía pensar en nada más, ni al despertar, ni al irse a dormir, ni siquiera durante las largas llamadas de Andre en las que recibía tres regaños por cada disculpa que él presentaba.
Cada día atendía la misma llamada, para hablar sobre el mismo jodido tema. Como si él no supiera ya que se había metido en problemas.
Aún así no se arrepentía de nada. Aquel sujeto se lo tenía bien merecido, y si Ross tuviera que golpearlo otras cuarenta veces lo haría. Al diablo las consecuencias, al diablo la sensatez. En momentos así no se detenía a pensar.
Aunque tal vez, debió haber tenido más cuidado.

Él sabía que había hecho lo correcto, el problema era que los demás no pensaban lo mismo, porque no conocían toda la historia. Para ellos Ross era el villano y para ser una figura pública, esa imagen no le convenía en lo absoluto.

—Has perdido al menos 300 seguidores en los últimos 20 minutos.

—Ya lo sé, Andre, es de lo único de lo que me hablas.

—Bueno, ¿y qué más quieres que te diga? Es la única información que tengo.—declaró. Seguramente el hombre estaba frotándose la sien mientras bebía su tercera taza de café del día, bien consciente de que eso sólo le provocaba más ansiedad, pero como fuera...—La disquera no nos ha dado una respuesta todavía.

—¿Cuándo hablarás con ellos?—preguntó Ross, distraído, demasiado preocupado porque a Laura le fuera a dar hipotermia como para concentrarse en la conversación.

La chica llevaba mucho tiempo fuera, sentada en las escaleras haciendo nada más que congelarse. Pero así le gustaba pasar las mañanas, siendo nada, fingiendo que ni el frío ni la vida existían. La nieve que antes amaba ahora parecía ponerla más triste, y eso todo el mundo lo veía, en su mirada, que no estaba tan vacía como ella creía.

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