•~Brave~•

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Pasado un rato Laura dejó de llorar. Sus lágrimas se secaron y el temblor en sus labios se detuvo.

No lloraba, a duras penas parpadeaba.

No lloró cuando el doctor le confirmó la noticia, ni al sentir el apretón de la mano de Ross.

No lloró al escuchar la palabra «aborto» ni cuando le dijeron que no podría volver a embarazarse.

—Todo lo que ha vivido los últimos días y el daño que esto ocasionó a su salud ha complicado bastante la situación. Su cuerpo está herido, permanentemente. Dudo mucho que soporte otro embarazo.

—¿Así que es todo?—preguntó ella—¿No podré tener hijos?

—Les seré honesto: las probabilidades son de dos en un millón.

No lloró cuando el médico le advirtió que siguiera cuidándose sólo para evitar cualquier infección. En realidad, fue bastante irónico. Había pasado un mes entero jodiendo con Ross sin ninguna protección, porque él estaba limpio y ella estaba limpia, y ahora también, estéril.

No lloró aquella noche mientras Ross la cuidaba, no lloró cuando éste la soltó. Lo escuchó arrastrar la silla y sus pasos hacia el baño, después el interruptor, y el agua correr. El chico se miró en el espejo, desesperado, se lavó la cara una y otra vez pero las lágrimas seguían viéndose como lágrimas, el dolor en su rostro no desaparecía, y honestamente, no creía que fuera a hacerlo.

Se tomaba de los bordes del lavabo con tanto afán que dejó de sentir las manos, y al soltarse, se dio cuenta de que en realidad no estaba sosteniéndose de nada más. Su cuerpo se balanceó hasta que su espalda chocó con la pared, lo que inició como un gemido, terminó siendo un sollozo. Pronto estaba en el suelo, lamentándose, tirando de su cabello con las manos entumecidas. Había soportado todo el día, intentando ser valiente por Laura cuando no podía ni siquiera ser valiente por sí mismo. Golpeó su cabeza contra la pared, justo en donde ya tenía un chichón, y gruñó en lugar de gritar, gritar tan fuerte como jamás lo había hecho porque el vacío que sentía en el pecho era más profundo que cualquier otra herida.

Se tocó el rostro, sintió las gruesas lágrimas que resbalaban por sus mejillas y lo calientes que estaban, su cuerpo pesaba.
Fue así por horas: sólo Ross, tragándose sus sollozos para no hacer ruido, cuidando el sueño de Laura aunque ella no estuviera realmente dormida.

La chica continuó escuchando, a pesar de los esfuerzos de Ross, cómo su corazón se rompía con cada maldición que dejaba salir, mientras el suyo lo hacía también. Y sin embargo, no lloró.

No lo hizo al rechazar la visita de sus padres y la de Vanessa.

No durante toda su estancia en el hospital.

No al enterarse de que sería dada de alta en las próximas horas ni al pedirle a Ross que no se lo contara a nadie.

—Debo hacerlo, cariño.—dijo él suavemente—Todos están muy preocupados por ti.

Laura se miró los brazos, cansada de las marcas en ellos y de las cánulas que ya ni siquiera dolían. Él suspiró.

—Escucha,—dijo haciendo que levantara la cabeza y lo mirara a los ojos—tengo que avisarles, pero les pediré que no vengan, ¿de acuerdo?

Ella asintió, tomó la mano de Ross en su mentón, la estrechó, y la alejó, con las mejillas completamente secas.

Ross la llevó a casa en el auto de Ethan, conduciendo en silencio, sabiendo que había algo que tenía que decirle. Pasó frente a la calle en la que se encontraba su antiguo departamento y aceleró.

Amm, te pasaste.—observó Laura.

—Sí...sobre eso... Tenemos que hablar.

Estaba nervioso cuando abrió la puerta. La dejó pasar a ella primero.

Veía su espalda y el movimiento que hacía su cabello mientras volteaba a un lado y a otro examinando el lugar. Paredes azules con fotografías, tres sofás, un televisor, una mesa de centro y un balcón a su izquierda. Era todo lo que había rechazado la primera vez. «Muy caro» solía decir.

—Ya sé que me prohibiste hacerlo, y que seguramente vas a enojarte, y estas en todo tu derecho de hacerlo,—trataba Ross—pero lo único que yo quería era darte un lindo sitio que fuera tuyo, en el que pudieras sentirte cómoda, al que llegues cada día después del trabajo y simplemente vayas a dormir al cuarto mientras yo preparo la cena.—guardó silencio y se rascó la nuca—Entiendo si no lo quieres. Yo...

—Gracias, Ross.—interrumpió dándose la vuelta, mostrándole lo inevitable: sus ojos colmados de lágrimas con otras tantas escurriendo por su rostro, sin que Ross lo viera venir—Es hermoso.—susurró, antes de lanzarse a aquellos brazos que ya la estaban llamando.

Ross la recibió con fuerza, sintiendo las pequeñas manos de Laura aferrándose a su cuerpo al tiempo que él la tomaba de la cintura y le acariciaba el cabello.

—Es tan injusto.—lloriqueó en su pecho.

Ross tuvo que morderse la lengua. Laura sufría y él lo hacía con ella. POR ELLA.

—Yo sé que lo es.—musitó besándole la cabeza, con los ojos cerrados.

Sin terminar de entender cómo pero restándole importancia, la llevó a través de la sala, a lo largo del estrecho pasillo, hasta su habitación. La recostó en la cama y le quitó los zapatos. Acarició levemente sus pies antes de estirarse y dejar un beso en su rodilla, por encima del pantalón. Entonces subió él también a la cama y se tumbó a su lado, abrazándola, escuchando cómo gimoteaba y sorbía la nariz sin detenerse, sólo preguntándose «porqué».

—Está bien, está bien...—susurraba Ross en su oído, sabiendo el daño que le haría guardárselo todo.

Sabiendo, que hasta los más valientes, lloran.

Coincidencias ♥ |Fanfic-Raura|Where stories live. Discover now