Cap. 46 ¿Recuerdas?

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Rocky permaneció en silencio tanto tiempo que Ross temió que se hubiera cortado la llamada.

—¿Bro?

—¿Hablas enserio?—dijo finalmente.

Ross suspiró.

—Sí, escúchame, necesito que prestes atención.—Rocky guardó silencio de nuevo lo que el rubio tomó como un «está bien».
Aún si no lo hubiera estado, lo habría obligado a callarse. Realmente lo habría hecho.

Quería darle una dirección, pero no la tenía. Aquel imbécil no lo dejó pasar del medio de la nada, incluso podría haber dado media vuelta y tomado otra avenida. No había manera de que Rocky lo encontrara sólo con eso, era lo que habían estado intentando los últimos cinco días después de todo.
Ross lo sabía, y entender aquello sirvió para entender lo que Calum había dicho: se estaba comportando como un idiota. No podía hacer todo por su cuenta, necesitaba ayuda más allá de los Marano, Ethan y de su propia familia. Necesitaba a la jodida policía, y si quería recibir su ayuda sería mejor que dejara de llamarla "jodida".

Había sido suficiente, volver a poner en riesgo a Laura no estaba entre sus opciones. Iba a hacer esto, e iba a hacerlo bien.
Para empezar, debía aceptar que no iba a hacerlo él.

—Necesito que vayas con la policía.—repitió.

—Creí que la querías lejos de todo esto.

—Lo sé, me equivoqué, pero ya no importa. Ve con ellos, pídeles que rastreen la llamada.
»Fallaron rastreando un mensaje, pero tal vez sea diferente ahora.

«Tiene que serlo», pensó.

—De acuerdo.—accedió Rocky de inmediato—Por favor, no cuelgues.

Dios, no se le hubiera pasado nunca por la cabeza, pero la urgencia en la voz de su hermano era notoria. ¿Así era que se sentían todos?

—No lo haré.—prometió con firmeza—Ve rápido, por favor.

Ambos sabían lo innecesario que era mantener una conversación en ese punto. Acordaron hacerse notar cada cierto tiempo para asegurarse de que la llamada seguía en pie. Con eso bastaba.

Ya que Rocky iba directo a la solución, Ross debía intentar hacer algo desde dónde estaba, algo por la persona del otro lado de la puerta.

—Laura.—la llamó.

—Estoy aquí.—respondió ella. Ross nunca la había escuchado así de...débil.

Quería decir algo acertado, quería decirle que la ayuda venía en camino pero eso ella ya lo había escuchado, quería que su talento con las palabras sirviera más que para escribir canciones. La cosa es que por más talentos que tuviera, por más perfecto que pudiera ser según algunos, Ross seguía siendo humano, con todo lo que eso implicaba.

—Cariño, yo...—empezó, sintiendo como la presión iba y venía en su pecho sin dejarlo tranquilo. Respiró hondo tratando de relajar su voz y mantenerla así. Debía mostrarse seguro para que Laura se sintiera igual. Deseaba con una fuerza tremenda que Laura se sintiera segura con él. Y deseaba también que ella pudiera perdonarlo, pero aún si no lo hacía él lo entendería, pues lo que más le importaba era que Laura y el bebé estuvieran bien—N-no sé que decir...—aceptó.

Y la verdad es que eso era lo menos poético que le había dicho en semanas, quizá nunca soltó algo tan insignificante. Pero estaba siendo honesto, tanto que terminó delatándose a sí mismo: Ross también estaba asustado, Ross también se sentía más débil que nunca; Ross era sólo un chico con casi 22 años, y aunque quisiera e intentara actuar como un hombresote sabio la realidad siempre estaría uno o dos pasos por delante. Sin embargo podría salvarse algunas veces, prefería aferrarse a ello que rendirse, lo prefería ahora. Porque cuando era sólo él nada de esto habría importado, pero ya no estaba solo. Alguien dependía de Ross, alguien que ni siquiera había nacido todavía, pero que estaba ahí y que significaba el mundo de Lynch.

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