Cap. 40 La Noche De La Tormenta

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El sonido de una notificación proveniente del celular de Ross lo despertó. Alejó con cuidado la mano que mantenía en el vientre de Lau y se estiró para tomar el aparato. Se trataba de una nueva publicación en Instagram en la que lo habían etiquetado. A él y a Laura. ¿Cómo habían encontrado la cuenta de la chica? No lo sabía. Pero desde la noche del concierto en la que presentó a su novia con una fan esto no había dejado de pasar. La gente se volvía loca esperando que Ross lo confirmara, una pequeña parte de los fans deseaba más bien que lo negara. Él no reaccionaba todavía, pero quizá esa noche lo haría. La noche de la tan esperada fiesta de cumpleaños de Riker y Rocky Lynch, aunque el cumpleaños del primero fuera en una semana. Querían celebrarlos juntos puesto que se suponía que este era su último día en Nueva York, pero Ross había cambiado los planes. Tenía que quedarse, quedarse con Laura y el bebé. Se trataba de un gusto y una obligación. Él mismo se encargaría de hablar con Andre luego de dar la noticia, porque sí, esa misma noche le contarían a todo el mundo el motivo de su infinita felicidad, además de su relación, claro está. Sería una fiesta para recordar. Incluso habían apartado un salón. Calum y su esposa Raini llegarían desde España. La espera se hacía eterna.

Estirar los brazos fue lo primero que hizo Laura al despertar, llamando la atención de Ross que había estado pensando demasiado.

—Buenos días, princesa.—le dijo con una tierna sonrisa y le besó la sien.

—Hola. ¿Ya llamaste a Rocky?—preguntó levantandose en la cama. Al estár a la altura de Ross, recargó la cabeza en su hombro, no sin antes besarlo.

—Nop, ¿quieres que lo hagamos?

Ella asintió mientras bostezaba de nuevo.

—Sí.—reconfirmó—Antes de que me vaya a la cafeteria.

—Nos vayamos.—corrigió Ross.

—Hoy no te toca trabajar.

—¿Y sólo por eso no puedo ir a dejar a mi novia?—inquirió obviando la respuesta, porque obviamente lo haría.

—De acuerdo.—le sonrió derrotada, sin sentirse mal en lo absoluto—¡Llamalo ya!—exclamó.

•••

Dos horas más tarde, Ross y Laura llegaban a Starbucks trotando. O caminando rápido.

Apenas se asomaron en la entrada Ethan se acercó a ellos, más preocupado que molesto.

—¡Marie! ¿Dónde estabas?

Ahora usaba su segundo nombre para regañarla.

—Lo siento, la felicitación al hermano de Ross por su cumpleaños se alargó.

—Estás invitado a la fiesta, por cierto.—recordó el rubio. ¿Convenenciero? Nah.

—No esperaba menos de ti, Lynch.—soltó Ethan con ese tono tan suyo.

Los tres se rieron levemente antes de recordar que tenían trabajo que hacer, todos. Aunque el de Ross era en otro sitio ese día.

—Nos vemos más tarde, nena.

—Chao.

Se besaron a modo de despedida.
Se suponía que sería un beso rápido, pero no era suficiente para ninguno. Ross dio el primer paso tomandola de la nuca para evitar que se alejara e intensificar el beso al mismo tiempo. Era como si sus labios danzaran una dulce melodía, expresando cosas que iban más allá de las palabras. El corazón de ambos latía desenfrenado, y Ross sólo podía pensar: ¿cuándo podré decirselo?
Y es que ¿cuándo sería un buen momento? ¿Esa noche? Sí. Tenía que ser. Era la vida gritandoselo en la cara. Así que decidió que, más tarde, a la mitad del festejo, buscaría un espacio para quedarse a solas con ella, quería ver la luz de la luna reflejandose en su rostro cuando le dijera, cuando se lo confesara...
Llevó ambas manos hasta sus mejillas, las acarició tan despacio y con tanto cariño que hizo a Laura estremecerse. Una imagen así no se ve todos los días, pero tratandose de ellos, podría repetirse decenas de veces al día. Esta vez, Ethan no se atrevió a interrumpir. Algo lo detuvo y decidió hacer caso. Aun no lo sabía pero, de no haberlo hecho, se habría arrepentido por mucho mucho tiempo.

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