Cap. 35 Principe Y Princesa

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Dos semanas antes

•Sabado

Ethan era un gran jefe, pero sobre todo un gran amigo. Había entendido por completo lo importante que era para Ross y Laura salir temprano aquel día, así que se los permitió. Cenarían con los padres de ella. Ya era hora.

El reloj marcaba las 7:05 pm, una suave melodía sonaba en el apartamento, y la cocina era un desastre.
¿Ross cocinaba bien? Claro. Pero tampoco era un profesional, y en la situación en la que se encontraba, a punto de una larga y dura platica con sus suegros, no pudo evitar perder el control un poco.

Un poco demasiado.

Había cubiertos por todos lados, incluso en el suelo. Tropezaba con ellos casi todo el tiempo, lo que lo hacía tirar lo que trajera en manos, que normalmente era otra cuchara, o bien, un tenedor. No estaba seguro de cómo logró manchar el techo de salsa, ni de porqué tenía una mancha de la misma en la nuca. De verdad estaba sumamente alegre por haber mandado a Laura a dormir luego de un día agotador en Starbucks, así ella descansaba, y no se enteraba del horrible momento que Ross estaba pasando, o lo más importante, lo horrible que se veía la cocina. Tendría que limpiarla, y luego tendría que limpiarse él, lo que era parte del plan desde el principio, pero no así.

El rubio se tomó un momento para respirar, recargándose en la encimera, pensando en un montón de cosas que le vinieron a la cabeza de pronto. Quizá se estaba preocupando demasiado, o quizá se preocupaba muy poco. Como quiera que fuese, iba a seguir esforzándose, porque Lau lo valía, esta nueva vida lo hacía. La vida que ahora tenía, y la que tendría en unos cinco meses cuando tuviera a su bebé en brazos.
Estaba ansioso por que pasara.

Dio un largo suspiro, se sentía más tranquilo ahora, o más bien motivado. Se limpió las manos con el trapo azul que tenía al lado, listo para seguir trabajando duro, cuando se dio cuenta del olor a humo. Olfateó exageradamente, tenía que asegurarse. Y sí, definitivamente estaba ahí. Los filetes se quemaban. Ross corrió al horno humeante, y cómo pudo sacó la comida antes de que quedara inservible. Le costó, se quemó, pero lo hizo. Y quizá nadie notaría que su filete se había cocinado de más. Una parte suya aun tenía suerte, la otra... lo intentaba.

Casi dos horas después, la comida estaba lista, y la cocina en orden. Había sido un completo lío lograrlo, tal cómo el chico sospechó cuando tropezó por milésima vez con un tenedor. Incluso corrió riesgos, Dios santo, estaba seguro de que nunca se había esforzado tanto en una cena, o en hacer la limpieza, mucho menos en eso. Estaba agotado. Respiró profundo, y arrastrando los pies se llevó hasta la habitación. La escena que encontró, le recordó todavía más porqué hacía lo que hacía, y porqué era tan importante. Le destrozó el corazón con puro amor. Laura descansaba en la cama abrazada a la almohada de Ross. Sus facciones relajadas, su naricita que de vez en cuando arrugaba al dormir. Lo hizo. Ross vio como lo hizo en ese mismo instante. Este se recargó en el marco de la puerta, derrotado por el intenso cariño que sentía, estando débil, y a la vez tan fuerte. Laura le provocaba eso. Miles de emociones de un solo golpe. Era increíble. Luego de mirarla unos segundos se acercó y se acurrucó cerca de ella en el colchón, aunque no a la misma altura. Frente a su vientre, se sintió a punto de explotar. Alzó un poco su blusa, y a lo mejor era imaginación suya, pero el embarazo parecía más notorio. Acarició con suavidad esa zona, usando el pulgar, luego, la besó.

—¿Sabes, bebé? Papi no ha tenido el mejor día, pero eso tiene que cambiar. ¿Me ayudarás a que todo salga bien? Yo sé que sí.—se sentía un tanto indefenso hablando de esa forma, aunque las palabras fueran dirigidas a su fortaleza total. Continuó susurrando, era la calma en su tormenta—Lo harás por mami y por mi, y va a funcionar, y tus abuelos van a amarme.

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