Cap. 53 Ethan

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CINCO MESES DESPUÉS

Laura nunca había sido la clase de persona que habla sobre sus problemas. Desde que era niña se había acostumbrado a guardárselos, y cuando creció simplemente siguió haciéndolo, como si hubiese sido programada para ello, pensando que a nadie le interesaba saber realmente cómo se sentía.

Pero es que ella ni siquiera se esforzaba en intentar.

Se tragaba todo lo que le molestaba y le hacía daño, y terminaba enterrándolo, fingiendo que nada había pasado, imaginando que eso la hacía más fuerte.

En serio creyó que lo era. Criandose con padres ausentes, viviendo una vida que no era la suya, luchando con las constantes comparaciones con su hermana y teniéndola a ella como su única amiga.

Había enfrentado una gran cantidad de retos a lo largo de los años, pero ninguno la preparó para lo que viviría aquel noviembre de dos mil diecisiete.

Había dolido. Dolía todos los días. Y cada vez que llegaba la noche Laura se sentía victoriosa por haber sobrevivido otras veinticuatro horas. Se decía que dormiría lo suficiente como para que al día siguiente la vida fuera menos dura, sin embargo volvía a amanecer, y el pecho le seguía pesando. Le costaba un mundo levantarse de la cama, en ocasiones terminaba valiendo la pena hacerlo, pero a veces se arrepentía de siquiera haber tratado.

A veces le era muy difícil respirar, y a veces ni notaba que seguía haciéndolo.

A veces a Ross le daba mucho miedo dejarla sola.

Aunque Laura siempre se sentía sola.

Tenía al mejor chico a su lado, amándola tanto, tan fuerte, que parecía ser razón suficiente para seguir despertando todos los días.
Pero le daba tanto miedo tener que pensar en razones para hacerlo.

La oscuridad dentro de ella no se iba.
La consumía.

Y Laura tuvo que aceptar, que no podía seguir tratando ese asunto como acostumbraba tratar a todos los demás, porque realmente nunca había superado ninguno de ellos.

Así fue como terminó en aquel consultorio, de paredes blancas y una única ventana, por la cual entraba suficiente luz como para no sentirse encerrada. Le había costado acostumbrarse, las primeras sesiones se había negado a decir lo que realmente pensaba y aunque el hombre frente a ella se dedicara a mirarla como si todo tuviera arreglo, a Laura en serio le costaba creer que fuera así. Sin embargo había algo raro, con la forma en la que se sentía ahí dentro, como si estuviera expuesta y a la vez protegida, como si nada de lo que estuviera del otro lado de la puerta pudiera hacerle daño mientras esta se mantuviera cerrada.
Esa fue una de las razones por las que se obligó a continuar con aquello, y aunque a veces no parecía darle la fuerza suficiente, la sonrisa que Ross le dedicaba cada vez que salía de ahí la hacían sentir que iba por el buen camino. No sólo que había tomado la decisión correcta sino que su tiempo era el correcto. Avanzando rápido, avanzando lento, sólo avanzando, era lo único que importaba al final del día, y en realidad se sentía como lo mejor que había hecho en mucho tiempo.

Sentirse de esa manera la tranquilizaba a ella y tranquilizaba a Ross, quien esperaba pacientemente en la sala de espera a que la cita terminara, y a quien le brillaban los ojos cada vez que Laura salía a su encuentro, a veces con rastros de llanto en su rostro, a veces con la mirada distraída, pero siempre con los pies un poco más puestos en el presente y con ganas de descubrir lo que le esperaba en el futuro.

Así que sí, la terapia estaba funcionando, quizá más de lo que cualquiera creyó que lo haría, y eso había aumentado sus esperanzas y su ánimo de manera exponencial, tanto que cuando Stormie les llamó para avisarles que era hora de viajar, ninguno se quejó, aceptaron de inmediato, contentos de hacerlo. Laura sólo tenía que poner en orden un par de cosas y luego estaría lista para partir. Por eso, aquel lunes de la última semana completa de abril, después de pasar una hora en terapia, Laura insistió en no volver a casa sin antes terminar con lo que tenía pendiente. Hablaba con ese tono de voz seguro que pensó que había perdido, pero sus manos no dejaban de sudar. Estaba increíblemente nerviosa, lo sabía ella y lo sabía Ross, así como sabían que ese no sería impedimento para que Lau cumpliera con su compromiso.

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