Capítulo 51 [2/3] ✓

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—Me encanta que todos estén aquí, de verdad. —su voz sonó burlona—Sobre todo tu, Abril. ¿No te parece grandioso?

— ¿En qué dimensión esto sería grandioso, John?

—¡Encontraste a tu madre! —exclamó con emoción fingida—Después de tantos secretos, de poner a mis mano derecha de la organización en mi contra, de husmear en mi oficina y de volver al asesino más respetado en tu perro faldero, lograste conseguir lo que querías.

Sentí mi labio inferior temblar, su sarcasmo me estaba matando. Quería levantarme y golpearlo hasta matarlo, por todo esto.

—¿A qué costo, tío? —negué con la cabeza—¡Yo no quería nada de esto! —grité furiosa, las lágrimas comenzaron a caer—No quería que le sucediera nada a nadie, por eso te llamé esa noche, ¡porque creí que eras el único en el cual podía confiar! —lo miré furiosa.

—No te atrevas a voltear la situación en mí contra, niña malcriada—dijo entre dientes—, cuando fue tu madre quien inició todo esto. —dijo, lo miré perpleja—Así es, ¿Qué tal si comenzamos a confesar? —sonrió ampliamente quitándose los lentes.

—John, no te atrevas. —dijo casi inaudible, se encontraba mal, débil, pero aun así no me había dirigido ni un vistazo desde que estaba a mi lado.

Él la ignoró—. Tu madre es una perra mentirosa, Abril. Una drogadicta de mierda que una noche decidió dejar sus errores a otros para escapar con dinero ajeno y abrirle las piernas al primero que pudiera salvarla económicamente. —la miró como si fuera basura—Y vaya que la vida le sonrió, haciendo que follara con un respetado comisario de la policía estatal.

—John no, —

—Estás mintiendo. —afirmé, pero no estaba segura de aquello.

—Dios, rojita. Sí que te han lavado la cabeza. —escuché a Marshall reír.

— ¡Maldita sea, cállate! —grité exasperada mirándolo con enojo.

—No deberías dirigirte de esa manera al que será tu futuro esposo, Abril. —John negó con la cabeza, ¿mi qué rayos?—Oh, cierto. Tu madre tampoco te contó que para no ir a la cárcel por ayudar a un cartel de drogas a conseguir niñas y mujeres de tu edad que sirvieran de mulas, aceptó un acuerdo que Rodríguez y yo hicimos para afianzar nuestras organizaciones. —se inclinó hacia mí, acarició mi mejilla—El acuerdo afirma el hecho de que a partir de los dieciocho años eres completamente propiedad de Marshall Rodríguez, sobrina.

Escuché mi nombre varias veces salir de la boca de los chicos, pero lo escuchaba lejos. Volteé a verla, porque necesitaba que me dijera que todo eso era mentira, que nunca haría algo como eso, porque... porque simplemente es una locura.

¡Mi mamá no sería capaz de venderme básicamente a un desconocido solo para salvar su pellejo!

Pero ella solo se encontraba llorando en silencio, con la cabeza baja.

Bajo las Reglas de un Criminal © (PASADO #1) ✓ EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora