Capítulo 8

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Tamborilee el lapicero que estaba en la mesa, conteniendo la rabia que tenía en ese momento. Se que no tenía la culpa, pero con algo la tenía que pagar ¿no?

En algún momento de tu vida puedes sentir que la mayoría de las personas no te entienden, otras que critican hasta tu manera de caminar. Mientras vas experimentando acontecimientos que forjan tu carácter, te das cuenta que esas actitudes son pasajeras, y por lógica, no deberías darles ni la más mínima importancia.

Solo es cuando te encuentras con una situación que te hace dudar sobre lo que eres y sobre todo lo que te pintaron de pequeña, que te sientes una completa hormiga en un campo lleno de incertidumbre.

—Sé que debes de estar confundida, cariño. Pero debes saber que,—

—¿Debo saber que? —lo interrumpí levantándome— ¿Que por tu jodido empleo tienen a mi mamá de rehén? Ambos sabían que esto iba a pasar, y nunca me dijeron nada. ¡Me enteré por las noticias que eres un maldito traficante de drogas! —exclamé levantando la voz—Y no uno que pase desapercibido, ¡uno de la talla del señor de los cielos o de Pablo Escobar! —me expresé con una angustia inevitable.

Él sonrió—. Es agradable que lo consideres de esa manera, sobrina.

Puse los ojos en blanco.

—No es un puto cumplido, John. ¡No es gracioso!

Eso era lo menos que tenía en mente cuando me imaginé hablando con él.

Cerca de las nueve de la mañana, me levantaron con la noticia de que mi tío haría una reunión para darme la bienvenida y hablar sobre las próximas estrategias para rescatar a mi madre. Cameron insistió que era mejor idea hablar a solas con John —lo cual me sorprendió ya que nunca le dije que me sentiría incómoda con tantos hombres a mi alrededor— pero no lo escucharon. Así que, si. Desde hace aproximadamente una hora me encontraba discutiendo con el hombre que tiene mi sangre, ignorando a todo el mundo.

—¡Haré hasta lo imposible por sacar a tu madre de ahí!—exclamó de la misma manera que yo hace segundos.

Negué con la cabeza, no podía creer ni una palabra de lo que me estaba diciendo.

—Eres un criminal, solo piensas en ti mismo. —escupí entre dientes y luego sonreí hipócritamente—Así que, ¡al diablo! La buscaré yo misma.

Me volteé dispuesta a irme y escuche a mi tío decir:

—Igual de necia que tu madre, joder. Cuando te calmes hablamos bien.

—¡Que te jodan!—grité y salí de ahí rápidamente.

No quería ver a nadie, ni hablar con nadie. No sabía quién era el hombre que hace rato me decía sobrina. Mi tío, él que me llevaba de paseo a su cabaña, él que tomó el lugar de mi padre por mucho tiempo en casa ya no estaba. Era alguien diferente.

Bajo las Reglas de un Criminal © (PASADO #1) ✓ EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now