Prefacio

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Siempre con la frente en alto, por más demonios que tengas en tu interior.

Esas palabras le resonaban la mente al pequeño, antes de cometer el máximo error de toda su vida. No sabía con exactitud lo que dicha acción causaría en el dentro de futuros años, pero la verdad es que solo estaba concentrado en tratar de no verse tan vulnerable.

Recordaba los gritos, la sangre, el olor a gas en aquella habitación en la cual detestaba estar encerrado. Su mente era un mar de pensamientos inconclusos y se confundía así mismo por ello. Sentía la mirada tajante del hombre que lo crió en su espalda, esperando que tomara el valor necesario y pudiera terminar la tarea mandada a hacer.

El ambiente hostil que gobernaba la mansión de los Twist en ese momento parecía algo tangible, el pequeño tragó saliva cuando sintió las gotas de sudor viajar por su frente hasta el pómulo izquierdo de su mejilla.

No podía tener miedo, o al menos no podía demostrarlo.

—Eres cobarde, Camir. —pronunció el hombre de mediana edad pasando frente a él, resonando sus zapatos de tacón en el fino piso de manera. Voces lejanas lograron aturdir al niño, confundiendo su manera de ver las cosas.

—¿No piensas actuar?—preguntó nuevamente, mirándolo con detalle. Camir no articulaba palabra alguna, no sabía qué decir. El hombre que estaba de pie ante él, era el mismísimo Diablo—. Bien, no me queda más opción que darte una lección.

Resonó una olla grande de hierro en la sala de estar, el olor era putrefacto. El pequeño niño dio un vistazo y se le revolvió el estómago al darse cuenta que había mucha sangre en ese contenedor, pero además de eso, pudo notar extrañas formas color piel sobresaliendo del líquido viscoso.

Eran partes humanas.

—Marta era una agradable ama de llaves, aunque poco activa a la hora de limpiar. Muchas veces vociferé el hecho de conseguir una nueva niñera para ti. —suspiró contemplando el acto homicida que había cometido horas antes. Camir abrió los ojos como platos al entender que si no hacía lo que su padre le pedía, acabaría igual o hasta peor que la señora Marta.

—Papá, por favor... —titubeo tembloroso.

—¡Cállate, joder! —gritó agarrándolo con fuerza por el brazo y golpeando su cabeza con la palma de su mano—Demuestra que vale la pena mantenerte con vida.

Soltó su brazo, dejando al pequeño conmocionado por la decisión que debía tomar.

—Ahora, mátala.—declaró como sus últimas palabras el hombre de pie.

Alzó la pistola, quedando sus manos en frente de su rostro, mirando a la mujer que le había otorgado la vida y que él sin poder hacer nada iba a quitársela. No podía llorar, no podía reclamar, no podía expresar cuánto odio y rencor sentía hacia su padre en esos momentos.

La mujer, de cabello rojizo y ondulado, poseedora de una increíble fuerza de convicción, de un momento a otro dejó de forcejear contra la silla a la que se encontraba atada. Muy en el fondo sabía que nada de lo que intentará lograría salvarlos, así que, tragó grueso, regalando una última mirada de ternura a su hijo de once años y subió un poco su mentón posando sus ojos en el techo, pidiéndole a Dios que protegiera de ahora en adelante a su pequeño rubio.

Siempre dio su mejor versión de sí misma para demostrarle a Camir que no todo era malo, sin embargo, estaba consciente que las cosas iban a empeorar a partir de ese momento.

Uno, dos, tres.

Tres disparos en seco resonaron en las afueras de un pequeño pueblo europeo. De ahí en adelante, cuando escuchaban el nombre de Cameron, las personas se escondían o cambiaban el tema.

Era un asesino, todos lo sabían, él lo sabía. Era un demonio atrapado en el cuerpo de un ángel con cabello rubio y ojos verdes. Por su crianza, creía que tenía el mundo en sus manos cuando jalaba el gatillo. Por su pasado, estaba consciente de que nadie podía competir contra él, mucho menos encontrarlo.

Por sus cicatrices, sabía que en cualquier momento llegaría alguien que cuestionara su disfraz, y la vida como la conocía correría peligro.

Por ello, Cameron Twist creó cuatro reglas, que evitarían volver a sentir aquello que saltó en su pecho esa noche.

Cuídate, porque la última regla es la más importante.

Cuídate, porque cuando entras en el mundo de la traición y de los encantos de un pasado prometedor, todo puede volverse en tu contra.

Cuídate, porque enamorarte de Cameron Twist es lo que menos debes hacer.




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Bajo las Reglas de un Criminal © (PASADO #1) ✓ EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now