Capítulo 7

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México, Sinaloa. Culiacán Rosales.

El hombre estacionó su auto enfrente del aparcamiento, llevándose la sorpresa de que ya lo estaban esperando. Tragó saliva, estaba nervioso. Movió un poco el espejo del auto para verse mejor a sí mismo, como si su reflejo podía relajarlo ante la tensión que sentía en el ambiente.

Se bajó con decisión, adentrándose al aclamado hospital estatal que era respetado pero temido al mismo tiempo.

Agitó su mano en forma de saludo para algunos hombres y encendió un cigarrillo, estaba seguro que nada iba a tranquilizar sus nervios en esos momentos, pero algunas veces el cigarrillo lo hacía pensar en otras cosas.

Siguió a los hombres dentro de la gran recepción, donde una señora de mediana edad los miraba con horror, sin tener en cuenta que si ellos deseaban la desaparecían. Este rodó los ojos y siguió caminando. Bajaron unas cuantas escaleras y se encontró con una puerta más grande que él, de hierro posiblemente. Alzó una ceja, después de tocar tres veces el sudor de su nuca hizo que volviera a la realidad, donde dentro de escasos segundos se encontraría con su nuevo jefe.

De unos cuarenta y tantos años de edad, con algunas canas y un bigote en forma de candado pronunciado, el jefe se acercó a él y alzó una ceja mirando a los lados del joven, como buscando algo.

¿Dónde están los demás?—preguntó, hizo un ademán con la mano indicando que podía pasar completamente a la habitación.

El hombre trató de no demostrar miedo, ni mucho menos debilidad ante él, puesto que su nuevo jefe era conocido por no avisar al momento de quitarte el miedo.

El cartel de Los Cuervos Blancos, era reconocido por su gran creatividad a la hora de entregar la mercancía. Para nadie era un secreto que el Cartel LCB tenía en sus manos muchos lugares públicos. De esa manera tan peculiar, Ethan Rodríguez, uno de los narcotraficantes más reconocidos en el país, tuvo la posibilidad de obtener todos los bienes del hospital estatal, creando un sótano secreto en la parte de la morgue donde sus empleados empaquetaban la mercancía para luego trasladarla por medio de los cadáveres.

E-es complicado, Jefe. Verá...—un balbuceó cobarde salió de sus labios. El jefe elevó su mano, en gesto de que hiciera silencio.

¿Sabes por qué accedí a que trabajaras para mí?—esperó a qué el mencionado respondiera, al ver que estaba más concentrado en evitar orinarse encima, frunció el ceño—Por tu patética manera de dar lástima. Estoy seguro que John pensaba lo mismo. —articuló el jefe mientras se sentaba y encendía un cigarro—¿Dónde está la cría?

El inglés, Jefe. Está con ellos. —mencionó con cierto temor.

Ethan, el cual no había prestado mucha atención a la existencia del hombre frente a él desde que llegó, elevó la mirada desde el cigarrillo hasta el, mirándolo confundido.

Bajo las Reglas de un Criminal © (PASADO #1) ✓ EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now