Capítulo 10

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Me senté en el comedor, contemplando el fino plato blanco que estaba frente a mi, John decía que uno de los mejores cocineros en la región era un tal Omar, y que preparaba cualquier cosa. Le gustaba comer bien y que sus hombres se mantuvieran en forma, así que lo contrató. Aunque el pelinegro me insistió mucho en comer la milanesa que me había preparado, yo no tenía mucha hambre, en realidad, no había comido nada sano en estos días.

—Eres la primera persona que rechaza mi comida, ¿como crees que se sentiría un chef que trabaja en el cartel más grande de drogas ante eso?

Volteé mi mirada para observarlo, el hombre de tez blanca se encontraba a unos pasos de mí, mirándome con diversión.

—Indudablemente sentiría que no todo gira alrededor del cartel, y existen personas que tienen problemas alimenticios, por ejemplo. —me encogí de hombros y tomé un sorbo de agua.

—No tienes tales problemas, de ser así, tu tío ya lo hubiera informado. —me miró con preocupación.

—¿Es que todo el mundo necesita saber todo de mí en este lugar? —pregunté obstinada.

—Eres la única familia que tiene el jefe, pequeña. —dijo, carraspeó su garganta—Hey, se que estar aquí es difícil para ti, pero será más complicado si no tienes energía para enfrentar lo que se viene por no comer.

Lo miré confundida.

—¿Lo que se viene?

El hizo una mueca—Disputas así entre carteles suelen durar más tiempo del necesario, así que mejor, deja de rechazar mi comida si no quieres que me asesinen y te persiga toda la vida como fantasma.

Ambos reímos. Omar, en ese momento no recordaba su nombre, pero jamás pensé que esa pequeña conversación crearía entre nosotros un lazo inquebrantable.

—Tu ganas, solo porque esos hot cakes me dieron hambre.

El sonrió satisfecho y dejó el plato de deliciosas tortillas frente a mí, luego de inclinarse ante mí en signo de respeto bastante peculiar, caminó lejos del living.

Aunque no quería admitirlo, tenía razón. No podía pretender estar en este lugar con los ojos bien abiertos si no tenía energía para luchar con esta situación. Comencé a comer mientras revisaba la bandeja de notificaciones de mi celular.

Observé varios mensajes de compañeros de clases, tenía uno de la directora de la institución preguntando por la situación de mi madre ya que había visto las noticias. Abrí levemente mis ojos, nunca había tenido tantas personas preocupadas por mi, debería sentirme importante.

Cuando repentinamente, sentí como tomaban mi teléfono con brusquedad y lo estampaban con una fuerza inadmisible contra la pared que tenía enfrente.

—¿¡Estás loco, imbécil!?—exclamé llena de enojo al contemplar mi celular hecho trizas en el suelo.

Bajo las Reglas de un Criminal © (PASADO #1) ✓ EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now