Capítulo 15

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México, Chihuahua.

Apiló las cajas, tomando en cuenta su tamaño y su peso, el joven escribió el total de la mercancía empaquetada y le entregó la carpeta de inventario a su superior, este a su vez, mirando por encima del hombro a su compañero decidió ponerle fin al silencio.

—¿Por qué tardarán tanto? —alzó el mentón señalando el despacho de su jefe.

El otro, quien había recibido una paliza días antes por descubrir que algunos trabajadores estaban vendiendo información del punto de control a sus enemigos, había decidido no entrometerse más en lo que ese tema significaba.

Siguió concentrado en lo suyo, pero la mirada insistente de su acompañante le incomodó. Suspiró pesadamente alejándose un poco de la entrada.

—Ni idea, escuché decir hace días en las afueras de la finca que hay nuevas caras en las primeras filas. —se encogió de hombros—¿Crees que tiene algo que ver con los traidores? —soltó una caja y la acomodó arriba de otras cinco.

Negó con la cabeza.

—No estoy seguro, pero algo me dice que si llegan mas traidores —miró hacia la ventada donde la cabellera un poco canosa de su jefe se vislumbraba—, nuestro nuevo empleo será la limpieza de aguas negras en la cloacas.

El muchacho tragó grueso y volteándose hacia las demás cajas, dio por terminada la conversación. La tensión de incertidumbre y agonía que se respiraba en ese hospital desde que comenzaron a salir los rumores sobre la existencia de los famosos traidores en las filas de John Mackenzie afirmaba la preocupación de los hombres que trabajan para el Cordero sobre sus empleos.

De algo estaban seguros, la llegada de los traidores iba a traer consecuencias, no tanto para ellos como trabajadores, sino para la reputación de ambos carteles de droga. Sin embargo, ellos no eran los únicos de acuerdo con las posibles consecuencias que traería la decisión de estos.

Su mirada paseó por los rincones de la amplia habitación en la que se encontraban, indiferente a la situación que tenía frente a sus ojos. Abrió una caja nueva de cigarrillos, pensaba que al fumar posiblemente las palabras que dirían después de ello no iban a considerarlas tan estúpidas.

—Dime un motivo por el cual no deba matarte, y posiblemente tengas cinco minutos para hablar. —el canoso le dió una calada al cigarro, dejándolo lentamente en la orilla del cenicero.

El otro hombre, poseedor de rasgos parecidos al rubio de ojos verdosos, tragó saliva y enderezó su espalda, creía que mientras más seguridad en sí mismo transmitía, más creíble sería el hecho de que tenía todo bajo control.

—Te tengo dos propuestas, Ethan.

—¿Y comenzarás tu discurso tuteando? —soltó una carcajada sin poder evitarlo—Estos niños de hoy en día no respetan la vida.

Bajo las Reglas de un Criminal © (PASADO #1) ✓ EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora