Capítulo 6| Amenaza detectada

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Pocas veces me había despertado con una sobrecarga de energía

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Pocas veces me había despertado con una sobrecarga de energía. El motivo era fácil de explicar. Sonreí en mis adentros cuando surgió en mi mente el vívido recuerdo de Levi colocándome la sudadera mientras me mandaba a resguardarme. ¿Era real aquello que sentí? Esperaba que la respuesta fuese afirmativa.

Aunque no había logrado reunir mi cuota mínima de horas de sueño, no me sentía cansada. Incluso me le adelanté al despertador, por lo que decidí preparar el desayuno para ambas.

Hange siempre estaba procurándome, sin embargo, ayer se habían invertido los papeles, y eso me brindaba la magnífica oportunidad de demostrarle cuán agradecida estaba por su apoyo.

Me esforcé por evitar un exceso de ruido para concederle unos minutos extra de descanso, aunque ella ya se había levantado.

—Kim, buenos días —dijo una somnolienta Hange en medio de bostezos que terminaron por contagiárseme, a pesar de que no podía verla desde mi posición.

Me mantuve en mi cuarto, en donde estaba ordenando las sábanas en búsqueda de un sitio donde esconder la sudadera. Pensé en acomodarla al fondo del cajón inferior y esperar a que ella se fuera para meterla en mi mochila.

—Hange, ¿dormiste bien?

—Sí, vaya que lo necesitaba. —Se había plantado en el marco de mi puerta. Frotaba sus ojos y estiraba los músculos de los brazos y el cuello—. ¿Te costó mucho traerme de vuelta?

—Lo necesario, pero digamos que un ángel guardián llegó para auxiliarme justo cuando más lo requería —le conté, sin pensármelo dos veces.

—¿Ah sí? —Alzó las cejas, en señal de que ya había captado el total de su atención—. ¿Y se puede saber de quién se trata?

—Quien menos te hubieses imaginado.

Comenzamos una especie de juego de adivinanzas con mímica, repleto de risas y negación de mi parte. Mencionó a la mayoría de sus amigos, a Erwin y los miembros de su escuadrón, e incluso a Petra. Por alguna razón, Hange estaba segura de que se trataba de esta última, y en verdad no entendí qué fue lo que la había motivado a llegar a dicha conclusión.

La desilusión en su rostro se volvió un chillido cuando le dije que se había equivocado con todas las posibles alternativas. Los nombres en su lista terminaron por agotarse a la brevedad.

Nunca mencionó al pelinegro. Esa omisión me alegró, significaba que mis esfuerzos por no interrumpir su descanso habían rendido fruto, no había notado su presencia anoche.

—Kim, vamos. Ya te he dicho todos los nombres que conozco. Si no fue ninguno de ellos, ¿entonces quién? —suplicó.

Acto seguido me tomó por los hombros y me sacudió con impetuosa energía. Mi cerebro daba vueltas y se estrellaba contra las paredes craneales. Los objetos a mi alrededor comenzaron a verse borrosos, me estaba mareando.

A FOUR LETTER NAME© [VOL. 1]Where stories live. Discover now