Capítulo 49| Acuerdo de paz... ¿duradera?

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Definitivamente Levi había consumido una buena dosis de alcohol de dudosa procedencia

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Definitivamente Levi había consumido una buena dosis de alcohol de dudosa procedencia. Peor aún: alguna especie de droga como la que se afanó en inyectarme. 

¿Por qué será que algunos hombres cobran valentía hasta que viajan a una realidad alterna y distorsionada que se crea gracias a la intervención de un agente químico externo? Si vaciaran su tormento por iniciativa propia, sus declaraciones tendrían mayor solidez, que haría factible hallar un terreno en común. Sobre todo, evitarían que situaciones como la acontecida se prestaran para dobles e incluso triples interpretaciones.

—En verdad no te entiendo. —La incredulidad se apoderó de mi esencia, y no tardaría en proyectársela—. Te esmeras en criticarme por mantener algunos secretos para mí misma, y de la nada pretendes que te me sincere sobre un tema sensible... ¿A ti qué más te da quien me gusta?

Contener el impulso de pronunciar su nombre y proporcionarle una extensa lista de motivos válidos para creer que no era correspondida fue como incentivar una obstrucción en el conducto faríngeo.

Nunca se fijaría en mí. Si ocurriera, no será con el motivo adecuado, lo sabía. Lo sabía y había aprendido a vivir con ello, era mi mejor defensa. Solo que él siempre encontró la manera de llegar a mí, logrando afectarla, convirtiéndola en un puñado de cenizas.

—Recuerdo que en alguna ocasión me hiciste saber que no debía dar por sentado los sentimientos de los demás —dijo.

Comencé a sentirme vulnerable, atrapada en medio de cuatro paredes que reducían a cero mis opciones de salir invicta. Me pesaba el alma, la consciencia y el espíritu, todos en proporciones similares, pero en un instante, se volvieron livianos. Se desvanecieron como la neblina matinal que pasa con el viento.

—¿De verdad? —rechisté al mirarlo con escepticismo, manteniéndome a la expectativa de una contestación reiterativa que mis oídos nunca tuvieron el gusto de percibir. Me observó como si creyese que me fingí la desentendida. ¿Qué esperaba? Desarrollar la idea era su deber, no el mío—. Pues... búscate tus frases.

—Quizá recuerdes la nota que Petra leyó frente a toda la escuela. —Un escalofrío me transitó por toda la espina dorsal. ¡Cómo podría olvidar aquello! Me expuso al escarnio público, casi sacándome del sitio en que resguardaba mis sentimientos más profundos—. Logré quitársela cuando recuperé tus anteojos —hablaba muy despacio—. El parecido con tu letra era abrumador y...

A FOUR LETTER NAME© [VOL. 1]Where stories live. Discover now