Capítulo 25| Tensión

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Vi un jardín cubierto de pasto acromático, que parecía extenderse hasta los confines de la tierra, así como una línea negra lo atravesaba por la mitad

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Vi un jardín cubierto de pasto acromático, que parecía extenderse hasta los confines de la tierra, así como una línea negra lo atravesaba por la mitad.

Por instinto, empecé a caminar despacio, siguiendo el camino trazado delante de mí. Aunque no había rastro de viento y la quietud podía sentirse hasta los pulmones, no me embargaba una sensación de tranquilidad.

Mi corazón latía a un ritmo acelerado. El miedo pasó a depositarse dentro de mi estómago, generando un vacío angustiante. Fue en medio de esa sensación sobrecogedora que creí ver una silueta retirada, pero no demasiado como para distinguir que estaba dándome la espalda.

Antes de que pudiera acercármele, noté que en el suelo debajo de mis pies se formaron grietas similares a manchas de tinta, que iban abriéndose camino de forma gradual. Pensé que caería a un precipicio sin fondo, por lo que me empeñé en dar pasos sobre las superficies que aún conservaban su color natural.

De aquella silueta emergió una figura, un monstruo genérico de cuya piel se desprendían llamaradas similares al fuego, sin llegar a quemarse. Comenzó a perseguirme.

Al principio, sentí que no me alejaba en lo absoluto. Él venía detrás de mí, y yo era incapaz de moverme. Era implacable, como el entero de la furia reprimida que llevaba a cuestas.

Luego de correr y correr a través de un pasadizo interminable, me di cuenta de que lo había perdido. Me detuve para recuperar el aliento y meditar en lo que estaba sucediendo, hasta que llegué a una habitación en la que encontré un ojo enorme, colgando sobre la nada, un ojo que podía «predecir maldición, ruina y destrucción», de acuerdo con su placa.

Sentí un impulso voraz de ingerirlo. La consistencia entre mis dientes era equiparable a la de una pelota de hule: hueca, pero blanda. Quise arrancarle una parte de la esclerótica.

Y conforme iba desapareciendo, no dejaba de observarme con su aterrador iris de color escarlata. Comenzó a llorar un río de sangre, impidiéndome avanzar nuevamente.

Más tarde, vi a «La tristeza» asomándose por mi ventana. Sombras aparecieron en medio de una densa neblina gris, con sus ojos centellantes y mirada furiosa. No podía distinguir la luz a través de ese espejismo.

A FOUR LETTER NAME© [VOL. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora