Cincuenta🍃

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Durante el resto de la clase tuvo una mezcla de emociones haciendo estragos en sus pensamientos. Estaba enojado de que ese omega jugara así con él, al menos indirectamente. A su vez estaba enfadado consigo mismo de disfrutar de su aroma como cosa de todos los días, pero era tan malditamente atrayente que si hubiera podido, no lo dejaría escapar.

Era irritante y molesto que Seokjin estuviera haciéndolo sentir tantas emociones a la vez. Maldito el día en que lo conoció.

Acabada la clase, decidió saltarse las que quedaban e ir a visitar a su madre. No estaba de humor como para tener su mente en las clases y aún era temprano como para ir a una licorería de confianza. Por lo que sin más tomó su mochila y se fugó por la misma ruta que otras veces hizo.

A esa hora no pasaba nadie por la calle, así que no levantaría sospechas.

Tenia programada la visita para esa tarde, pero no importaba si la adelantaba un poco.

Era justo la hora de comer, por lo que pasó por algo antes de entrar al hospital. Tuvo que esconder la comida en su mochila ya que Taeyeon no era la recepcionista en esta ocasión, sino Younhan. Una alfa tan estirada como su cara por la fuerza que ejercía la liga sostenía su cabello.

Iba a ser claro, él no le agradaba y ella a él tampoco. Por lo que siempre dejaban de lado las formalidades. Namjoon hacia lo posible por cumplir las reglas y ella siempre se ocupaba de que lo hiciera.

—Llegaste temprano hoy Namjoon—Dijo lo bastante informal como para que pasaron por dos viejos amigos.

Lo cual no era así. No sabían el motivo exacto sobre su pelea pasivo-agresica, quizás nada más eran sus egos de alfa, o que Namjoon nada más era rebelde y no le importaba incumplir las normas cuando se trataba de su madre -cosas como llevarle comida, quedarse a dormir, pasarse el horario de visitas-.

—Tenia ganas de ver tu cara de amargada—Respondió mientras recibía la hoja donde asentaba su visita.

—¿No podias esperar dos horas hasta que acabara mi turno? No estoy de humor para tener que lidiar con mocosos rebeldes como tú.

—¡Vaya, tan simpática y original como siempre! Dime algo que no me hayan dicho—Se concentró en terminar de escribir.

—Bien, pues aquí va—Asotó su mano contra la hoja que el rubio ya había firmado—Puedo oler lo que traes en tu mochila, pero no tengo ganas de llamar a seguridad para que te saquen de aquí, aunque sabes que eso me gustaría. Así que voy a fingir que no vi nada y tu cuidarás de no hacer un desastre ahí dentro.

—Bien.

Respondió apretando la mandíbula.

No iba a continuar amargado su día por ella, iba a ver a su madre para quejarse juntos de la vida. Quizá también jugar cartas o charlar acerca del chisme del momento: un doctor había salido con un recidente y con su hermana que era enfermera.

Tal parece que ni los respetados doctores se escapaban de las trampas del amor. Que horroroso.

Subió al ascensor y marcó el piso de siempre. Tardó más de lo esperado, o simplemente estaba muy ansioso.
Al llegar al piso, caminó a paso firme hasta llegar a la puerta y deslizarla sin cuidado.

—Hola mamá, te traje banderillas. Sé que te gustan las de solo queso, pero ya no había cuando llegué—Caminó tranquila hasta el sofá de enfrente y dejó sus cosas con cuidado de no aplastar la comida.

Al girarse, se encontró a su mamá secando sus lágrimas con un pañuelo y la nariz roja. A veces era graciosa verla después de llorar, porque sus ojos se inchaban y casi desaparecían. Eso no significaba que le gustaba verle llorar.

Good Morning, NamWhere stories live. Discover now