Treinta y seis🍃

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Hace ya tiempo que su garganta se acostumbró a la sensación de cualquier clase de licor al ser ingerido. Para su suerte, su cuerpo no tanto, aunque si notaba que cada vez necesitaba más de esa sustancia para poder olvidar todos los malos recuerdos.

Está vez, no había algo que pudiera detener el manojo de pensamientos negativos en su mente.

Todo había pasado tan rápido, que pensaba, sólo era una maldita pesadilla. Que en cualquier momento su alarma sonaría y se despertaría en la soledad de su frío cuarto. Sólo pero aún con ella.
Todavía lloraba si se concentraba en recordar todo lo que hizo mal o lo que no hizo.

Tal vez lo que más le dolía, era que su madre sabía por todo lo que pasaba o todo lo que hacía, pero ella nunca dijo nada. Es más, constantemente le repetía lo guapo, amable e inteligente que era; que tan sólo por unos minutos, se sentía el hijo que siempre se mereció.

Cuando era pequeño le gustaba pensar que todo lo que Yong Sun hizo por él, él se lo devolvería mil veces más. Hasta hizo una lista con todas las cosas que quería hacer por ella cuando creciera.

Fue esa tarde calurosa en casa, cuando su madre trataba de recobrar la compostura por el reciente corte de electricidad por falta de pagos y el aviso de desalojo, que le acercó su lista. Mostró sus hoyuelos y le dijo:

"No estes triste, mami. Sé que encontrarás la respuesta ¡Siempre lo haces con todo! ¡Como en los crucigramas! Y cuando sea mayor, quiero hacer todo esto contigo. ¡Porque tu eres la mejor mamá del mundo mundial!"

El papel con una descuidada caligrafía infantil y escrito por crayones coloridos, se mojó por las lágrimas de su madre. No entendía porqué lloraba si estaba sonriendo, pero no se preocupó mucho cuando lo abrazó fuertemente y lo llenó de besos.

"Vas a ser una gran persona, Namie"

Nunca le reprochó nada, sólo lo alentó a seguir. Tampoco tuvieron la necesidad de decir lo que en verdad pensaban, porque ambos tenían esa capacidad de poder descifrarlo.
Es entonces cuando NamJoon piensa que tal vez, ella sabía como terminaría, y que el mejor recuerdo que quería dejarle al rubio, era cuanto lo amaba.
Eso aliviaba un poco su dolor, para después repercutir de la peor manera porque lo último que le había dicho, fue un "sólo déjalo mamá, ya es tarde, volveré el domingo".

Ahora, usaba lo último que quedaba del pedacito de mundo imaginario en el que a veces pensaba desde que su padre se fue con el omega.
En el, su madre tenía una casa pagada con su esfuerzo donde ambos podían jugar juntos en el gran patio. Tenia un buen trabajo, conocía a sus abuelos que lo querían mucho.
Tenía muchos amigos, buenas notas y amaba el colegio. Comía siempre la rica comida cacera de mamá, y a veces peleaban porque le daba pereza hacer los que haceres. Siempre dormía calentito en su cama con un beso de mamá y palabras de aliento para seguir esforzándose.

Pero sobre todo, ella siempre era feliz.

Lo peor de su mundo imaginario, era que podía pasar horas pensando en cómo sería, pese a ello, imaginar puede ser considerado mentir. Por lo que todo eso, eran mentiras, y la realidad era otra.

Su celular estaba apagado porque ya no soportaba el ruido de las llamadas de Lee sin necesidad de gritar y gritarle.
La segunda botella de alcohol ya empezaba a marcar la frontera entre la conciencia e inconsciencia, pero los estúpidos golpes en la puerta sobre la que estaba recostado en las penumbras más la voz de Dong Wook, no lo dejaban poder irse lejos.

Ya habían tenido esa conversación y no creía necesario volver a tenerla.

—¡NamJoon, por favor, quiero que pienses en tu futuro!

Good Morning, NamWhere stories live. Discover now