Capítulo 60: El anillo de despedida

260 23 7
                                    


|Narra  _______|


Mi cerebro es absolutamente incapaz de procesar lo que veo. En mi mente solo se repite una y otra vez la imagen de mi madre cubierta de sangre, suplicando que me marche, que me vaya. Una y otra vez. Aquel mensaje que le dejé en la puerta de su habitación, absolutamente incapaz de rematarla. ¿Cómo podría haberlo hecho? Tenía quince años y se trataba de mi madre. De mamá. Mi mamá.

La imagen de mi padre bañado en un charco de sangre se sustituye por la del cadáver de Joel. Luego es Eva. Y así, una y otra vez. Me llevo las manos a la cabeza y el frío de la culata de la pistola de mi padre me hacer volver en sí. Papá.

— _______ —Esta vez sí que le veo a él. 

De repente me siento aturdida. Cierro los ojos. Quiero irme de aquí. Muy, muy lejos. Quiero volver a mi casa, con mi madre, mis hermanos y mi padre. Quiero volver al bosque con Eva a pasar la tarde. Quiero volver a ir al instituto aunque sea para recorrer mil vueltas alrededor de la pista de fútbol. Quiero cerrar los ojos y que cuando los vuelva a abrir esté en mi cama y que sea el olor de la comida el que me despierte. 

Mi padre me vuelve a llamar. Ando hasta donde se encuentra y me siento a su lado, aún siendo incapaz de entender nada. ¿Cómo es que ha acabado así? ¿Y los refuerzos? Le tomo la mano a mi padre, cuyos ojos no se despegan de mí. 

— Papá... —Susurro y se me empaña la vista. Antes de que pueda controlar las lágrimas, estas se me escapan. Contemplo la herida de su pecho, de la cual no deja de brotar sangre. Tiene muy mala pinta, la bala está demasiado cerca de los pulmones, por no decir que le ha podido perforar uno. Martha se adelanta para vigilar la zona y Carol hace lo mismo con el lado contrario—. ¿Qué ha pasado, papá?

Le veo intentar formular una frase, pero comienza a toser, salpicando sangre. La imagen me revuelve el estómago.

— Un francotirador desde una torre —Responde Trevor por él. Me giro para observarle y veo reflejada en su rostro la angustia. Después de todo, ellos dos fueron compañeros en California mucho antes de que yo siquiera me presentara. Sé que, aunque a su manera, se quieren.

Acaricio la mejilla de quien ayudó a traerme a la vida y él cierra los ojos ante el gesto. Escucho disparos y algún que otro grito de fondo. Mientras nosotros permanecemos aquí, la guerra continúa. Me imagino a Michonne y a Carl acorralados, a la espera de que alguien vaya a ayudarles. La imagen de Tara desangrándose en el suelo. Todo viene a mí y la cabeza me da vueltas.

— Tenéis que iros —Sentencio, aunque la voz se me rompe.

— ¿Qué dices, _____? —La expresión de Trevor cambia.

— El plan de Rick tiene que seguir adelante, sino todo esto habrá sido en vano —Aprieto con fuerza la mano de mi padre—. Y si no ganamos, estaremos perdidos. No habrá futuro —No sé hasta qué punto estoy hablando para ellos o para mí—. David, Ellie, Abraham, Sasha, Eva, Paul, Tara... Mason ha sido quien ha provocado esto.

— _______ —Carol me llama.

Pese a que aún intento asimilarlo todo, sé perfectamente que mi padre se va a morir. Su respiración es pesada, ha perdido demasiada sangre y le cuesta enfocar la vista. Aunque ganemos la guerra en este preciso instante, ya es demasiado tarde para él. 

— Id y luchad, yo me quedo —Digo. 

Martha y Carol intercambian miradas, a sabiendas de que si nos detenemos demasiado tiempo no solo perjudicará al resto, sino que nosotros perfectamente podríamos morir en cualquier instante. Somos cuatro si no contamos con mi padre y basta con que venga un grupo de Mason como para que terminemos todos con un balazo en la cabeza. Martha me dice que vaya con ellos, que regresaremos a por mi padre una vez todo haya cesado; Trevor me mira desesperado y Carol sabe que me diga lo que me diga, no me iré.

En parte, me siento ridícula. Durante años creí que mi padre estaba muerto, luego resultó estar vivo y por culpa del orgullo y del dolor que supuso su "pérdida" para mi familia me negué a tener un buen trato con él. Tuvimos aquel momento, cuando nos confesó que quería casarse con Michelle, de los pocos buenos que hemos compartido desde California. El arrepentimiento me inunda. Siempre me pasa lo mismo: doy por hecho que estamos vivos y luego la vida me lo devuelve como un jarro de agua fría, recordándome que no tenemos control absoluto sobre el futuro, que en cualquier instante todo se acaba y que, para entonces, más te vale haber aprovechado el tiempo. 

— No —Vuelvo la vista a mi padre, quien parece estar luchando por mantener los ojos abiertos—. Os vais todos.

— Me voy a quedar contigo.

— _______, por favor —Susurra. Algo dentro de mí se rompe al escuchar el tono con el que pronuncia esas palabras, cargado de desesperación—. Necesito que estés a salvo, que vayas con Tom y os encarguéis de protegeros hasta que este infierno se acabe.

— No me va a pasar nada, papá —Le insisto—. Déjame quedarme contigo.

Veo como retira despacio su mano de debajo de la mía. Alza el brazo y con cariño me seca las lágrimas. No puedo soportar otra despedida. No puedo más.

— Estaré aquí para cuando volváis a por mí —Dice y ambos sabemos que eso es mentira. Desvía su mirada para dirigírsela a Trevor y, aún sin pronunciar palabra alguna, parecen entenderse—. Dadle esto a Michelle, solo por si acaso. Está en el bolsillo de la chaqueta —Confundida, rebusco hasta que doy con algo redondo. Lo extraigo y se me encoge el corazón al ver un anillo de pedida. Miro a mi padre y me tiembla el labio al saber que nos está diciendo adiós—. ¿Se lo darás por mí, _____?

— Sí, papá. Te lo prometo —Le aseguro. Las lágrimas me impiden ver con claridad.

— Ahora iros —Antes de que pueda protestar, mi padre se adelanta:— Por favor.

Contemplo a mi progenitor. No quiero irme, necesito quedarme. La idea de dejarle solo, moribundo, cuando cualquier caminante puede devorarle en este estado o cuando uno de los hombres de Mason puede venir a rematarle me da escalofríos. Me acerco a él, le acaricio la mejilla de nuevo y observo como mis lágrimas caen en su camiseta, perdiéndose en la sangre que cala la misma. La nariz se me encoge ante el odor a hierro y a muerte. Le miro a los ojos y puedo ver en ellos una súplica silenciosa. Es entonces que comprendo que ya no es cuestión de lo que yo quiera o no, sino de su última voluntad. Le doy un beso en la mejilla y se me escapan algunos sollozos. Nos miramos por última vez.

— Te quiero muchísimo, papá —Le susurro.

— Y yo a ti, mi pequeña.

Me pongo en pie. Trevor me coge del antebrazo y tira de mí. Avanzamos hacia donde está Martha, quien ahora se encuentra acompañada de Carol. Sé que no debería, que solo hará más difícil todo, pero me veo incapaz de contenerme. Miro atrás una última vez para observar a mi padre, el cual me devuelve el gesto con la sonrisa más triste que he visto en mucho tiempo.





DESPUÉS (2ª temporada de ¿SOLA?)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora