Capítulo 2

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Ayker Evans

Sonrío casi de manera inevitable. Diego me parecía un chico adorable, aunque fuese más alto que yo, vistiera de manera formal y transmitiese las mismas vibras que su padre. Había algo en él diferente... Y a mi me gustaba lo diferente.

Yo también lo era.

Me consideraba una persona de género no binario. ¿Qué quiere decir esto? Soy persona. No me identifico con el género masculino ni con el femenino, estoy hasta los ovarios de las etiquetas y la distinción.

No es cómodo cuando formas parte de una familia tan conocida como la mía, pues la gran mayoría tenían una mente un tanto cerrada, al igual que aquellos con los que se juntabas. Para todos ellos las personas de género no binario presentan una mezcla de rasgos masculinos y femeninos, inventan nombres neutrales y muestran una sexualidad difícil de establecer en los parámetros tradicionales.

¿Pero somos todos así?

No, por supuesto que no.

No soy andrógina. Las personas andróginas son masculinas y femeninas al mismo tiempo. Si es cierto que se puso de moda entre los modelos, pues usan la definición de andrógino como estrategia comercial.

¿Y cómo era yo?

Físicamente mujer, mentalmente libre.

Diego parecía sospechar algo o al menos eso me transmitía su manera de mirarme. Lo hacía con curiosidad. Como si le picara algo por dentro y quisiera preguntar algo.

Pero la pregunta no era la que yo me esperaba.

—¿Tienes algo que hacer, Ayker? —preguntó, alzando su cabeza, haciéndose ver más firme—. ¿O puedo invitarte a tomar un café?

—Diego... —la advertencia de su padre es clave. Al parecer Diego tenía otras intenciones conmigo y su padre pensaba que eso podría perjudicar los negocios que había entre nuestras familias.

Qué equivocado estaba... Yo sí sabía separar el trabajo del sexo, así que si llegaba a acostarme con el hijo de este no sería un problema en absoluto. Al fin y al cabo, ¿que tenía de malo el sexo sin compromiso?

—No te metas, estaba hablando con ella.

Uy.

Primer error.

Estuve a punto de rectificarlo pero ya lo hizo el señor de Jesús por mi, fue casi divertido.

—Elle —corrigió—, llámale elle.

—Pero si se llama Ayker...

—Si, claro que se llama Ayker, pero me refiero a que no es "ella". Si quieres referirte a Ayker tendrás tendrás que usar "elle", porque no se identifica con ningún género tradicional.

—Si te atreves a hacer algún chiste ya puedes ir olvidándote de mi, guapo —le guiñé un ojo al ver sus intenciones.

Alza sus manos en señal de inocencia y después busca apoyo en su padre. Típico de niñitos que habían crecido a la sombra de sus papis, esperando algún día ser como ellos. Era más que obvia la vida de vicios que llevaba este chico.

—Tal vez sea mejor dejarlo para otro día, Ayker —dice este, dándole una rápida mirada a su hijo—. Estarás un tiempo por la ciudad, así que tendréis el suficiente para conoceros.

—No se preocupe, señor, en realidad me interesa conocer al mayor de sus hijos —le indico, con una sonrisa divertida en los labios—. Así que, Diego, nos vemos esta tarde en la cafetería que está a dos cuadras de aquí. No me falles, ni tampoco seas impuntual, que al parecer es esa la pierna de la que cojeas.

—Ya veo que tienes una mala imagen de mi.

—Tengo la imagen que has dado —le hago saber, a veces era mejor presionarlos un poquito para que su espíritu saliera a la luz, porque en el fondo era eso lo que estaba deseando. Cualquiera como él buscaba gritarle al mundo que no sólo sus padres eran buenos en el negocio, él también. Por lo visto no había dado el salto y prefería pasar de todo... Menos mal que estaba allí para ayudarle con ese detalle—. Tú dirás si quieres ser un niño o un adulto, los adultos tienen responsabilidades.

—Ya lo sé —se mete las manos en los bolsillos de su pantalón para disimular, porque se notaba de lejos que tenía ganas de apretarlos para contener la ira—. Soy un adulto y sé lo que significa serlo.

—Entonces no llegues tarde o para mi serás un niño —le dejo claro.

Puedo notar como su padre intenta ocultar la sonrisa, al parecer estaba disfrutando del show, yo no quería hacerlo sufrir más de esa manera así que decidí cortar con todo el rollo de una vez. De lo contrario terminaría odiándome bastante.

—Nos vemos, Diego —le sonrío y después miro a Zabdiel—. Vamos hablando, señor.

—Desde luego que si, creo que vamos a seguir hablando por un largo rato —murmuró con cierto tono de diversión en la voz.

—Papá, no manches —se quejó el menor, cargándole en su acento materno—. Ya he tenido suficiente por hoy.

Hay un cruce de miradas entre ellos dos, como si estuvieran discutiendo ya sobre la conversación que mantendrían una vez que yo me fuera.

Lo siento, guapo, pero te va a tocar aguantarla, todos hemos pasado por ese momento alguna vez en nuestras vidas y ya es tu turno. Suerte.

—Ha sido un placer conocerte, Diego —digo a modo de despido.

—El placer ha sido mío —me dice de vuelta.

El tono me indica que "placer" es lo que menos nos va a faltar y eso me agrada. Tiene las ideas muy claras en cuanto a lo que desea y eso es de admirar. Tal vez lo de jugar a los adultos se le está yendo de las manos.

Cuando abandono la empresa del magnate de Jesús no soy capaz de quitarme a su hijo de la cabeza. Admito que al principio me cayó mal, pues su única responsabilidad era llegar a la reunión, es cierto que ya conocía a mis padres pero no a mi, que era mi primera vez en Estados Unidos, había sido un gesto muy feo de su parte no haber llegado. Eso ya decía mucho de él. Como dije anteriormente, detesto la impuntualidad.

Si llega tarde a tomar el café, que se olvide. Porque no lo había dicho solo para tener su interés. Lo decía porque así lo sentía. No me gustan las personas que tienen tiempo de sobra y aún así nunca llegan a la hora.

Son personas con las que no vale la pena perder el tiempo.

En el fondo deseaba que Diego no fuera así, porque con él sí que me apetecía matar los minutos.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now