Capítulo 19

75 12 1
                                    


Diego de Jesús

Después del pequeño encontronazo de Ayker y su padre las cosas quedaron tensas. Total, tuvimos la peor de las peores cenas familiares.

—No estabas en Estados Unidos, solo fue un maldito plan para hacerme salir de mi despacho y que pudierais hacer allí lo que os diera la gana —se lamentó al darse cuenta—. Empiezas joven a manipular, veo que llegarás lejos... Pero déjame decirte que con la sinceridad por delante siempre será mejor, mira como le fue a tu padre.

—Yo no soy mi padre —dejé en claro—. Todo el mundo se espera eso de las nuevas generaciones, que seamos iguales a nuestros padres, que actuemos de la misma manera, ¡pero no lo somos! Tenemos personalidad propia y sabemos tomar nuestras propias decisiones. Así que tú no me vengas a decir a mi como debo ser.

Alzó sus cejas ligeramente sorprendido, quizá se esperaba que no saltara o que simplemente le diera la razón como estaba acostumbrado a que hiciera todo el mundo. Menos mal que esas cosas no eran de mi estilo y que papá me advirtió antes de venir.

Me habría encantado llevarme bien con mi suegro, pero desgraciadamente no todo en esta vida es posible.

—Tienes carácter e ingenio para responder, sin duda serás un gran magnate.

Cuéntame algo que no sepa, campeón.

—¿Vais a querer postre? —preguntó la madre de Ayker, intentando destensar la situación. Me caía bien la señora, todavía no lograba entender porque seguía con este hombre a pesar de todo. Estaban separados, ¿por qué entonces seguían viviendo en la misma casa? ¿Por qué seguía aguantando todas sus mierdas?

—Pensé que nunca lo dirías.

Ella nos regaló una sonrisa antes de salir del comedor e ir a la cocina, Ayker estaba en completo silencio y eso era peligroso. Le puse una mano en su pierna, suficiente para que dirigiera su mirada a mi y me regalara una sonrisa a medias, pero yo no me iba a conformar con una sonrisa a medias.

—Necesito ir al baño —mentí, elle lo entendió al instante.

—Te acompaño, es una casa grande y puedes perderte, déjame que te guíe —se levantó y me extendió su mano.

La tomé sin dudar mucho y dejé que me llevara hasta el piso de arriba, claro que en cuanto vio su habitación no dudó en empujarme dentro y cerrar la puerta tras su cuerpo.

Las manos de Ayker fueron directas a mi pantalón, sin rastro de torpeza y con su repentina prisa. Iba a lo que iba, ni siquiera tenía la opción de tomarme esto con calma. Así que le di ese placer, me abalanceé a devorar su boca, un gemido impaciente se ahogó en mis labios. Inmovilicé su cuerpo contra la puerta cuando su lengua se deslizó con facilidad en el interior de mi boca. Mis manos viajaron hasta sus nalgas para hacerle levantar los pies del suelo. Entendió al instante y las envolvió en mi cintura.

—Ayker...

—No te detengas.

Deslicé una mano entre sus piernas y aparté la molesta tela de sus bragas, un dedo se hundió en su interior fácilmente gracias a su humedad. Me habría gustado seguir empujando este en su interior, pero un gemido desesperado me llegó a los oídos. Lo quería ya.

Se me derritió todo cuando le miré la cara y la excitación era su principal expresión. Tan caliente. Tan feroz. Tan irresistible.

No me hizo falta bombear mi polla, estaba más que erecta y lista para la ocasión. Clavé mis dedos en la firme carne de su culo al hundirme en su interior. Se arqueó en una pendiente provocativa, aplastando sus pechos contra mi tórax, haciéndome jadear.

—Dios, si —gimió, con la voz ahogada de placer.

Sus manos buscaron mis hombros para clavar allí sus uñas y castigar mi piel de una dulce manera. Había cosas por las que valía la pena sufrir.

Embestí lentamente, disfrutando de la sensación de su cuerpo apretado a mi alrededor. El rostro reflejaba tanto placer que me dolía la garganta. Apreté mi agarre y embestí con fuerza, de manera brusca y profunda en su interior. No acallé sus gemidos porque no había ruido más erótico que escucharlos, quizá sus padres no opinaban lo mismo desde la planta de abajo pero en ese momento me daba igual todo. Mi prioridad era Ayker, no ellos.

Besé su garganta, transando un camino de besos que terminó en su boca, cuando mis labios poseyeron los suyos de manera ávida. Nuestras respiraciones eran más agitadas que antes, su cuerpo se arqueaba con cada nuevo empuje y el mío no hacía más que arder.

—Diego, joder... —siseó mi nombre entre sus dientes, echando su cabeza hacia atrás y apretando mis caderas con sus piernas. Al borde de ese delicioso orgasmo que no tardaría mucho en explorar. Metí de nuevo mi mano entre sus piernas para presionar su hinchado clítoris y facilitarle el trabajo, se corrió a los pocos minutos, estremeciéndose en mis brazos.

Succioné la piel de su cuello para evitar gemir de la misma manera desvergonzada que elle al liberarme, sabía que provocaría una marca en cuanto entrara en contacto con el aire, pero a ninguno pareció importarnos demasiado.

—Fantasía cumplidas ¿no? —rio, estirando sus piernas para volver a tocar el suelo.

—Tus padres deben de estar odiándonos —musité, dándole un pequeño beso en sus labios, que tras tantas mordeduras habían quedado hinchados y no había manera de disimularlo.

—Que nos odien, no es como si a nosotros nos cayeran bien —vaciló, alejándose para acomodar su vestido.

Hice lo mismo con mi ropa, aunque iba a ser difícil disimular el porqué mi camisa estaba arrugada en las partes donde Ayker había clavado sus uñas.

Me extendió su mano y no pude hacer otra cosa más que entrelazar nuestros dedos para así volver al comedor, donde el señor Evans nos esperaba con cara de pocos amigos.

—Fuera de mi casa, sinvergüenzas —espetó.

—Será un honor —me escuché a mí mismo diciendo en voz alta, haciendo reír a Ayker y también a su madre, que trató de disimularlo al instante.

Caricias NegociadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora