Capítulo 9

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Diego de Jesús

Es casi un alivio haber escuchado todo eso. Al menos sé que no está huyendo de mi porque me odie sino por razones que quizá yo no debería de haber escuchado.

Me sentía un poco mal por eso. Debería de haberles dado su privacidad, pero fue ver a mi padre con la persona que me gusta e instantáneamente se me encendieron las alarmas.

Elle no es así. Elle jamás se involucraría con mi padre por fines económicos o placenteros.

Ni mucho menos mi padre le pondría los cuernos a mi madre, sin importar la persona que se le pusiera delante.

—Antes de nada quiero dejar en claro que no te ignoraba...

—Si que me ignorabas, pero ese no es el punto.

—Bueno si, un poco si, pero no por el hecho de ignorarte sino porque no quería que pensaras mal las cosas.

—Todo habría sido diferente si me lo hubieras contado desde el principio, sé que no es fácil y que incluso con mi padre te ha costado hacerlo, estuviste una semana sin decir nada y guardándotelo todo para ti... Eso no es bueno —tomé sus manos entre las mías para acariciárselas, elle me miró a los ojos y yo no desvié mi mirada por nada del mundo.

—Gracias por entenderlo —susurró.

No tenía que agradecer por algo así, era injusto, literalmente no había hecho nada para que se sintiera mejor, solo estaba señalando un hecho.

—Tu padre no está, tienes su empresa en tus manos... Aprovéchalo.

—¿Para quitársela? —se burló—. Sería interesante, pero no llego a esos extremos.

Entonces yo era demasiado malo, porque si mi padre fuera tan hijo de puta como el suyo ni siquiera lo dudaría e iría contra él. Quizá ahí estaban nuestras diferencias, Ayker era una buena persona, al menos mejor que yo. ¡Eso no significaba que yo fuera mala persona!

Significaba que yo miraba más por mi que por los demás. No por egoísmo ni nada similar. Bueno, quizá si por algo similar.

—¿Entonces que vas a hacer, Ayker? ¿Dejarte aplastar por él? No, amor, no puedes hacer eso. Tienes que sacar la garras y pelear por lo tuyo, esa empresa te pertenece.

—Quizá se la deje a su otro hijo.

—¿Y arriesgarse a la polémica que causará eso? No, no lo creo, ya sabes cómo es la prensa... En España tenéis mucha prensa de corazón y las mierdas esas corren muy pero que muy rápido.

Me mira durante largos segundos, si no supiera cómo es diría que estaba pensándolo, pero no, ya tenía las cosas muy pero que muy claras. Estaba mirándome solo por el hecho de mirar, prestándole atención a las facciones mi rostro, ¿analizándome?

—¿Y... Qué vas a hacer?

—¿Ahora mismo? —chasqueó su lengua—. Follarte.

Jesús.

Qué todos los problemas se solucionaran así.

Se subió a mi regazo y llevó sus manos directas a mi camisa para empezar a desabotonarla. Hice un ademán de llevar mis manos a su cintura pero fue veloz en darme un manotazo para apartármelas. Me había quedado claro. Aquí se mira pero no se toca.

—Hoy mando yo —me hizo saber. Aunque por ese tono ya me estaba quedando muy claro que no solo mandaría hoy, sino también mañana y pasado y todas las veces que tuviéramos sexo.

No puse pega.

Estiré mis brazos sobre la cabecera del sofá y eché mi cabeza hacia atrás en el momento en el que sus labios se pegaron a mi cuello. Gemí ante la simple acción. Sus manos eran ágiles, sabían como tocarme y eso me gustaba. Me encantaba. Me puto fascinaba.

Me desabrochó el pantalón dejando mi polla al aire libre y la tomó entre sus gloriosas manos para masturbarla. Joder. Me correría pronto si seguía halagando sus manos y fantaseando con ella más de lo que hacía. Lo notó de inmediato porque dejó escapar una risa y se subió el vestido, llevaba unas diminutas bragas de color piel que hicieron suspirar, casi delirante.

—¿Estás sudando, Dieguito mío? —preguntó casi burlándose de mi estado.

—Ajá.

—Y más que vas a sudar —señaló.

Sabía que era verdad. No dudaba en lo más mínimo de sus palabras. Le creía y mucho.

—Quítalas —demandó en un susurro.

Mis manos temblaron cuando llegaron a sus caderas para tomar los elásticos de sus bragas y después deslizarlas por sus piernas. Por su suave piel, que se erizaba con mi tacto. Eso me hizo sentir poderoso. Le gustaba como le tocaba, eso era suficiente para que la llama se encendiera todavía más.

—Soy todo tuyo, Ayker.

—Eso ya lo sabía, gracias por entregarte, te aseguro que no te arrepentirás por nada del mundo —dijo casi jadeante.

Alzó sus caderas y se refregó contra mi. Que rica sensación. Que bien se sentía esa fricción. Su entrepierna estaba empapada y podía asegurar que mi polla también estaba goteante.

Mis manos apretaron el sofá cuando bajó lentamente, abriéndose centímetro a centímetro para mi. Ambos soltamos un suspiro placentero al mismo tiempo y no era para menos.

Ni siquiera me molesté en saber si papá tenía cámaras en su propio despacho, porque si las tenía estábamos jodidos. ¿Me importaba a mi? No, en realidad me sudaba la polla, pero no quería seguir perjudicando a los demás por mis decisiones repentinas, por simplemente no pensar en las consecuencias que pueden arrastrar consigo.

A Ayker tampoco le importó demasiado, sus uñas castigaron la piel de mis hombros mientras se movía sobre mi, primero despacio luego más rápido, alternando diferentes movimientos y distintas velocidades hasta el punto de hacerse enloquecer.

Joder, como me gustaba.

Joder, que ganas de llevar mis manos hasta su culo y apretárselo con fuerzas.

Joder, ojalá deslizar una de mis manos por su entrepierna y acariciarle el clítoris para hacer que se corriera de una forma deliciosa encima de mi.

Pero joder, ella tenía el control... El control del polvo, el control de mi cuerpo y el control sobre mi.

Y tenía la impresión de que sería así por mucho tiempo y que esto recién empezaba.

Estábamos para arder, teníamos mucho fuego dentro.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now