Capítulo 21

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Diego de Jesús

Tenía sueño y unas ganas horribles de dormir que no podía casi ni mantenerme de pie, Ayker era todo lo contrario, se notaba que le habían aprovechado mejor las horas de sueño que a mi. Que pase el tip, por favor, lo voy a necesitar.

Ni siquiera pregunté porque tenía las llaves, supongo que se las habría robado en algún momento o algo similar. Cada vez más ilegales, que guay.

Una señora de media edad descansaba en el sofá con un libro entre sus manos, su mirada estaba cansada, se notaba su debilidad desde lejos. En su cabeza llevaba atado un pañuelo de color rosa que me envió una punzada de dolor al estómago de inmediato.

—Tú debes de ser la madre de Austin —murmuró Ayker al acercarse.

—Y tú debes de ser Ayker —le sonrió, despegando la mirada de las páginas que la hacían perderse de la realidad—. Me imagino que tu padre no sabe que estás aquí.

—Imaginas bien —sonríe, agachándose para quedar a su altura—. Austin está esperándote en Estados Unidos para que vuelvas con él, a no ser que quieras quedarte en España, me contó que sois de un pueblito de Murcia o algo así... Si quieres quedarte le pagará el viaje para que pueda estar contigo.

—No, no... No podemos, hay algo que no entiendes todavía.

—Escúchame, voy a encargarme de esto, tu tratamiento está pagado y es cuestión de empezar con él para que puedas recuperarte cuanto antes, da igual si es aquí o en Estados Unidos. Tienes mucho que vivir todavía, no mereces vivir a la sombra de un hombre como mi padre, vales mucho más que eso —susurró, brindándole todo su apoyo.

—Ayker, tu padre...

—Mi padre tiene los huevos de corbata porque tengo información para enterrarlo de por vida y no le favorece llevarme la contraria si no quiere que eso pase. Su imagen pública vale mucho y sus contactos también, que el más importante es el padre de mi novio y puedo decir con seguridad que apoyaría mi palabra antes que todo lo que el señor Evans pueda decir.

Novio.

Si, definitivamente me estaba convirtiendo en uno si seguía diciéndoselo a todo el mundo, así hasta yo me lo creería.

Tenía razón en todas sus palabras, sobre todo en eso de que mi padre iba a dar por hecho lo que elle le dijera. Ponía las manos al fuego y no me quemaba.

—Gracias por hacer esto cuando no es cosa tuya.

—Claro que es cosa mía, no puedo permitir que ese hijo de puta se crea en el derecho de hacer algo solo por retener un apellido que vale miles de euros.

La señora se levantó con los ojos aguados y envolvió el cuerpo de mi pareja en un abrazo, le tomó por sorpresa pero no se negó, todo lo contrario, correspondió sonriente y le acarició la espalda mientras le susurraba palabras tranquilizadoras.

—La verdad es que me gustaría regresar a mi pueblo, hace tanto que no voy... Temo olvidarme ya de como era siquiera.

—Entonces que no se diga más —me lanza una mirada que sé lo que significa.

Le hago una rápida transferencia a la cuenta de Austin que lleva de nombre "Cógete el primer puto vuelo para venir a España", los detalles que se los den después si quieren. Escucho como Ayker le dice de buscar el primer tren que salga para acompañarla, pero ella insiste en que es un viaje que tiene que hacer sola y que le agradece por todo lo que está haciendo.

—¿Crees en Dios? —le pregunta cuándo salimos del departamento. Era obvia la respuesta así que ni siquiera esperó por ella—. Dios dice que hay que tener esperanzas y yo nunca las perdí, supongo que fuiste como un ser divino enviado por él. Que Dios te lo pague, te mereces mas que el cielo por todo lo que estás haciendo.

Ayker respondió con una sonrisa que ni siquiera supe interpretar y que no estaba tampoco para descifrar. El tren salía a las dos así que antes de eso nos pasamos la mañana juntos e incluso comimos en un agradable restaurante de la zona. Si había algo increíble en España es que en las terrazas de los bares se veía a gente comiendo más que algunas familias en la cena, resulta que tenían una increíble manía de poner tapas, es decir, pequeñas raciones de comida con cada bebida que se tomaba. ¡Y era maravilloso! Había desde pequeños trozos de tortilla, croquetas, jamón, chorizo... ¡Hasta callos y fabadas!

Ahora entendía porque Zaid y Killian habían corrido para España en cuanto vieron la oportunidad.

El único inconveniente era el calor, de eso estaba seguro, yo odiaba el calor. Si por mi fuera viviría en invierno todos los días, para eso solo me faltaba buscar un lugar donde las temperaturas fueran bajas todos los días del años para así vivir feliz.

—¿Qué haremos ahora, Ayker? ¿Y se acabaron nuestras vacaciones?

—Nuestra principal misión se acabó, pero todavía tenerlos muchos días para hacer lo que nos dé la gana —me prometió, sonriéndome con malicia.

Había tantas cosas por hacer que mi mente volaba sin tener alas, que fantasía de vacaciones íbamos a tener si elle me dejaba disfrutarlas a mi manera.

—¿Hay sex shop en el centro comercial? —me aventuré a preguntar, haciéndole jadear de la impresión.

Justo esa reacción era la que me esperaba, acompañada de ese ensombrecido en la mirada que le quedaba divinamente lujurioso. Además, atrapó su labio inferior entre sus dientes antes de asentir ligeramente con su cabeza.

Todo lo que necesitaba saber, pues si mal no recordaba había una reunión marcada para la vuelta y la simple idea de hacer que le temblaran las piernas bajo la mesa de la sala de reuniones de la empresa de mi padre hacía que se me pusiera la polla dura.

Jodida mierda.

No era momento de ponerme cachondo, tenía que centrarme en Ayker y en las cositas ricas que podría comprarle para hacer que disfrutara incluso en mi ausencia.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now