Capítulo 16

106 9 1
                                    

Ayker Evans

Mentiría si dijera que no estaba hasta arriba de nervios, aunque no lo mostrara ni lo más mínimo porque no quería que Diego se pusiera de la misma manera.

No hablamos mucho durante el vuelo con la excusa de descansar. Yo por mi parte no pegué ojo, él lo hizo durante las últimas dos horas, se escuchaban sus pequeños ronquidos a mi lado derecho, dejándome constancia de su enriquecedor sueño.

No tuve necesidad de despertarlo al llegar, él solito lo hizo cuando el avión estaba aterrizando. Su carita de recién levantado era adorable, ya lo había visto en anteriores ocasiones así, pero al menos de esta no tenía resaca ni nada por el estilo. Se veía tierno, inocente e indefenso. Todo lo contrario a cuando estaba espabilado.

—¿Iremos a tu casa?

—Tiempo al tiempo, Diego —reí mientras bajábamos—. Tengo un pisito por ahí, no nos quedaremos en casa de mis padres ni aunque nos pagaran por hacerlo. Intenta no llamar mucho la atención, nadie sabe que estamos aquí.

Me refería a la prensa, por supuesto. Lo último que queríamos era un escándalo en pleno aeropuerto, suficiente tendríamos cuando se enterasen. Sobre todo si eran los de Telecinco los primeros en saberlo, menudo peliculón iban a armar, ellos suelen sacarlo todo de contexto y sacan teorías de debajo de las piedras... Y no estábamos preparados para otro escándalo.

Se dejó guiar por lo que yo le decía y no puso ni el más mínimo pero. A ver, tampoco es que tuviera demasiadas opciones a seguir, el pobre no estaba en su país y por muy fascinado que estuviera se notaba que también se veía desorientado.

—¿A esto le llamas un pisito? —inquirió en cuanto puso un pie dentro de él.

Ya sé que estaba bastante bien, pero su reacción me estaba pareciendo un poco exagerada.

Literalmente su departamento era muy similar a este, bueno... En cuanto a espacio y demás, porque después era bastante diferente cuando se trataba de decoración.

—¿Te gusta o no? —cuestioné, por mucho que supiera la respuesta de antemano me gustaría escucharlo a él decir dichas palabras.

—Me encanta —asiente, regalándome una sonrisa de labios pegados—. Aunque admito que me encantaría que nos quedásemos en casa de tus padres solo para hacerte gemir por las noches y que ellos lo escucharan.

—Eso puedes hacerlo también, pero créeme cuando te digo que es mejor tomarnos nuestro espacio de ellos... Pueden ser mi familia, pero te aseguro que son unos cabrones, sobre todo el que se hace llamar mi padre.

Y de unos cuantos más.

Austin solo era uno... Uno de los que yo no tenía constancia.

Pues de la criatura que había oído hablar era otra.

Si pagaba por el silencio, a saber cuantos hijos más tendría por ahí repartidos... Había hecho muchos viajes de negocios, quizá no solo por negocios ahora que lo pienso bien, tal vez solo eran la excusa perfecta para ir a ver a sus demás familias. Pobres de ellas. Pobres de mi madre y de mi. Tantas ilusiones rotas por un jodido hombre que no sabía guardarse el aparato reproductor en los pantalones, ni ponerse un mísero condón. La gente tenía sexo sin protección y después se sorprendía de que naciera un niño de esa unión, ¿que os esperabais? ¿Una lavadora? ¿Una tostadora? ¡Madurez, señores! Que si sois adultos para follar también deberíais de serlo para pensar en las consecuencias de vuestros actos.

—¿Vamos a caerles de sorpresa o les dirás que iremos?

—Si se lo decimos con antelación es probable que el señor Evans —pronuncié con rabia—, vuelva a huir. No queremos que huya, queremos plantarle cara.

—Uf, no sabes cuanto me pones cuando hablas de esa manera —se acercó remojando sus labios.

—Corazón, me encantaría que follásemos ahora, sé que vienes con esas intenciones, pero sintiéndolo mucho he de decirte que no podemos —Tomé su rostro con mis manos para dejar un suave beso en su boca—. No vamos a ir sin tener más información antes y para ello necesitamos ir a la empresa, en el ordenador de mi padre puedo acceder a sus datos personales. Me interesa ver los movimientos bancarios.

Se hacía cargo de sus hijos, era un hecho. Así que ese dinero tenía que ser transferido desde su cuenta y no desde la de la empresa. No era tan tonto como para delatarse de semejante forma.

De esa forma, si me lo negaba en cara, podía preguntarle a dónde habían ido a parar eses miles de euros.

—¿Y no estará tu padre en la empresa? —cuestionó.

—Si —sonreí—. Por eso vamos a precisar un poquito de ayuda desde los Estados Unidos. Sé que dije que no meteríamos a tu padre en esto, pero solo se trataría de una conversación telefónica para distraerlo mientras yo entro. Solo tiene que decirle que le envíe los documentos del PEUEJ, él los guarda en el despacho de su casa así que tendrá que irse para complacer al magnate de Jesús.

—¿Y tú crees que para eso necesitamos la ayuda de mi padre? Puedo llamarlo yo, decir que papá me mandó ocuparme de unos asuntos y que necesito de los documentos del "Proyecto de los Estados Unidos y España juntos", así puedo meterle prisa. Seamos sinceros, nadie se creerá que mi padre ha perdido algo importante, en cambio yo que soy nuevo en el oficio si puedo tener despistes.

Sabía que me gustaba más que por su cara bonita y por lo bien que follaba.

Sin duda, su ingenio era un punto a admirar, siempre lo dije y no me cansaré de repetirlo.

Admiraba a este chico más de lo que le llegaría a decir algún día.

—Me encanta ese plan, Diego —susurré y asentí con la cabeza, su sonrisa se ensanchó mientras sacaba de su bolsillo su teléfono móvil.

Tuve que dejarle el número de mi padre porque como era obvio no lo tenía apuntado. Normal. Nadie sensato apuntaría el número de ese desgraciado, incluso dudaba de que Zabdiel lo hubiera hecho, como mucho lo tendría anotado a lápiz (para después borrarlo) sobre algún adhesivo.

Diego mordió su labio inferior con cierto nerviosismo mientras se escuchaba el pitido, al menos hasta que mi padre respondió a su llamada no volvió a sonreír; pero esta vez con más descaro que nunca.

Que macarra me había salido el chico.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now