Capítulo 28

92 11 0
                                    


Ayker Evans

La sonrisa que traía en sus labios era significado de que todo había salido bien, no me esperaba menos cuando se trataba del magnate de Jesús, todo el mundo necesita un padre que se pareciese a él en lo más mínimo.

—Ayker, me gustaría habla contigo —pidió él mismo, haciendo que su hijo volteara a verlo con una extraña mueca dibujada en la cara—. Despreocúpate, Diego, es una conversación entre elle y yo.

—Se supone que no debería de haber secretos entre nosotros —se quejó, cruzándose de brazos.

—No hagas una rabieta frente a tu pareja —reclamó con burla—. Puedes esperarle o irte a casa, como tú decidas.

—Vete, Diego, podemos quedar mañana.

—¿Qué? No quiero que quedemos mañana, quiero quedar hoy y... bueno.

Si, quería que durmiésemos juntos, lo había entendido. Aunque no solo dormir, de lo contrario lo habría dicho en voz alta delante de su padre.

—Tenemos mucho de que hablar —insistió.

—Bien —cedí, soltando un suspiro—. ¿Cómo te ha ido?

—Mejor de lo que esperaba, ¿te puedes creer que no me preguntó lo que era la pansexualidad? —murmuró desconcertado para después girarse a su padre—. Papá, ¿estás seguro de que sabes lo que significa?

—¡Diego, yo ya sabía de orientaciones sexuales antes de que tú nacieras! —exclamó, casi en un regaño.

Que chido —se rio, volviendo a mirarme—. Es un papá moderno, ya ves.

No sé si moderno, solo era un tío que no le importaban las etiquetas y que respetaba todo, eso me había dado a mi a entender. Era una de esas cosas bonitas que tenía y que mostraba, muchos en su lugar solo miraban sobre el hombro y se reían entre dientes, si no entendían la diversidad al menos podían callarse y no quedar como ridículos frente a la sociedad.

En fin.

—Oye —me acerqué para pasar mi brazo sobre sus hombros—, mejor ve yendo tú, ya sabes mi dirección, podrías ir preparando la bañera. Necesito un baño relajante y tú deberías de acompañarme, ambos tenemos tensión acumulada.

La idea pareció agradarle, sus ojitos no sabían mentir, aunque intentó disimular la sonrisa para que no fuera tan obvio. Dejé un suave beso en sus labios y le tendí las llaves de mi coche, que pareció dudar en tomarlas.

—¿Cómo vendrás después?

—En un taxi —murmuré con obviedad.

—Olvídate —señaló el magnate, chasqueando sus dedos—. Yo también tengo coche, ¿sabes?

—¿Puedo llevar tu coche, entonces? —preguntó Diego, alzando sus cejas de manera divertida.

—¿Tengo que recordarte qué pasó la última vez que te dejé uno de mis coches? —inquirió, negando con la cabeza—. Terminó con la defensa partida en dos, solo porque el señorito no quiso aparcar bien.

—¡Bueno, papá, olvídate de eso! —pidió, con las mejillas sonrojadas.

El pasado oscuro de Diego podía llegar a ser una joyita de las grandes, solo tenía que entrar en confianza con su padre para que terminase contándome todo y más, aunque eso implicase dejar a su hijo rojo de la vergüenza.

¿Y a mi por que me interesaba tanto saber sobre su pasado?

No sé, simplemente me hacía sonreír pensar en Diego siendo un adolescente rebelde o un niño travieso.

Ayker, concéntrate.

—¿Significa eso que tampoco debo de dejarte el mío? —cuestioné con diversión, haciéndolo enrojecer todavía más.

—Tú deberías de preocuparte porque no te rompa otras cosas, créeme que la defensa de tu coche es lo de menos —me guiñó un ojo y antes de que alguien pudiera decir algo se fue.

Bueno, tremenda insinuación sexual acababa de hacerme frente a su padre como si este no estuviera delante. Menos mal que ya conocía a Diego y no le tomaba nada por sorpresa.

—No vamos a entrar en detalles de eso último —indicó y después señaló con su cabeza la entrada—. ¿no será mejor que entremos?

—No, no cuando están todos de chismosos —chasqueé mi lengua—. Al grano, señor, sé que no le robarías a tu hijo tiempo conmigo si no fuera importante.

Él asintió, dándome la razón.

—¿Cómo lo has visto? ¿Cómo reaccionó?

Si le decía la verdad iba a lamentarse por no estar ahí para secar sus lágrimas.

Si le mentía entraría en la lista negra del magnate... Y no me apetecía estar ahí.

—Estaba asustado, con miedo y lleno de preocupaciones —admití—. Le temblaron los labios y lloró, no quería que tú perdieras la confianza en él por algo así.

—Temió por mi y no por él —susurró, pasándose una mano por el cabello, sin importarte que pudiera despeinarse—. ¿En que tipo de padre me convierte eso?

—En el mejor, a mi nunca me importó decepcionar a mis padres porque ya sabía la clase de personas que eran. Sin embargo, Diego te ama más que nada en el mundo, te admira más de lo que puedes imaginar, no todos los padres consiguen eso en sus hijos y si tú lo has hecho es porque desde luego has sido un muy buen padre a lo largo de toda su vida, que te quede muy claro eso.

Su mirada se suavizó, igual a la de Diego e hizo la misma mueca con los labios que siempre hacía su hijo. De tal palo tal astilla decían por ahí, pues este era el claro ejemplo, estaba viendo lo mismo en dos personas iguales pero de diferentes edades.

—Diego ha tenido muchísima suerte al nacer en la familia que nació, pero tú también la tienes por haber criado a un hijo tan maravilloso —le sonreí—. Más que nada porque ahora me lo voy a quedar yo, eh.

Se carcajeó nada más escucharme, no era para menos, acababa de decirle que iba a terminar de criarle al hijo.

—No pudo haber escogido mejor, Ayker, lo supe desde que os conocisteis —se encogió de hombros casi de manera desinteresada—. Espero que te traiga a la cena de la semana que viene, me sentiría muy decepcionado si no lo hiciera.

La famosa cena.

Jesucristo bendito.

No me esperaba escuchar eso tan temprano.

—Por la cara que estás poniendo me imagino que ya sabes de lo que te hablo —alzó sus cejas—. Fingimos hacernos los locos sobre las relaciones hasta que vienen juntos a la cena, fue así desde un principio y se volvió una tradición, nuestros hijos solo siguen nuestros pasos y confío en que Diego te invitará si encuentra la forma de hacerlo.

—¿Una relación no se toma en serio hasta que van juntos a la cena? Eso es raro.

—Es el paso definitivo, la prensa no nos importa, nos importa que nuestra verdadera familia sepa quién será el próximo en integrarse.

Genial, y él ya me consideraba parte de la familia, no sabía como sentirme al respecto.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now