Capítulo 38

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Ayker Evans

Sus rodillas se clavan en la arena y mi mano va directa a la cremallera de su pantalón para bajársela, me conocía bien la acción, su polla medio erecta salió casi al instante y la envolví con mis dedos para masturbarlo. De sus labios salió un gemido que me gustaría escuchar de por vida, hasta gemía bonito, pocos hombres en el mundo lo hacían.

—Ayker, por favor...

—Lo sé, Diego —le sonreí, intentando calmar mi agitada respiración—. Ambos tenemos las mismas ganas.

—Dudo que sean las mismas —su voz estaba enronquecida y no había nada más sexy en el mundo que eso.

A ver, Diego, di algún diálogo de Michele Morrone en 365 dni, seguro que te pega muchísimo.

Me contuve porque no era el momento indicado, pero en otro momento se lo habría soltado como si nada.

Sus manos, grandes, ágiles y con un tacto impresionante me agarraron de las caderas, las mías fueron a parar a su nuca, donde mis uñas quisieron clavarse por puro placer.

Todavía no puedo dejar de pensar en el gesto de caballerosidad que tuvo al quitarse la chaqueta para que mi culo no se sintiera incómodo en la arena. Diego valía la pena.

Sus dedos se pasearon por mi sexo, buscando cuán liste estaba, resbalaron con facilidad en mi interior y al salir un fino hilo de flujo acompañó su movimiento. Esa humedad que no podía controlar, que él bien sabía que me producía. Tenía el sexo totalmente
hinchado por la excitación, la punta de su polla brillaba, mojada por las gotas del líquido preseminal. Se clavó en mi interior sin dudarlo y se mantuvo quieto, mirándome directamente a los ojos.

—Muévete —conseguí articular, con la voz ahogada de deseo.

Su boca busca la mía al tiempo que su miembro me abre. Me aplasta con su peso al tiempo que me penetra hasta el fondo. Gimoteo su nombre, plantas sin sentido, oraciones que quedan a medias, maldiciones por doquier. Diego mueve las caderas para establecer un ritmo; sus partes más calientes se apoderan de mis zonas más delicadas mientras me la mete una y otra vez, más fuerte y más adentro.

Me siento insaciable al desear más y más de él, pero eso no me impedí pedírselo todo el tiempo. Me da más; da y recibe con cada embestida.

Estoy a punto.

Está a punto.

Me oigo sisear su nombre. Susurro que lo
amo y me embiste con más ímpetu. Espera a que llegue el orgasmo y cuando lo hago, cuando me derrito por completo se permite hacer lo mismo, liberarse de todo lo que estaba conteniendo, dejando su semen recorriendo la cara interna de mis muslos cuando se separó para verme.

¿El amor era eso? ¿Mirarle la carita infinitas veces en el día y enamorarte más cada vez?

Lo oigo respirar, agitado, buscando controlarla. Está relajado y satisfecho, no podía pedirle más porque yo estaba igual, incluso mejor.

—Ha sido la mejor cita de mi vida —admití, extendiendo mi mano para acariciarle la mejilla, sus ojos se cerraron al instante, pareciéndome lo más tierno del planeta.

—Tú eres lo mejor de mi vida —susurró, el corazón me dio un vuelco en el pecho, que bonito se sentía escuchar esas palabras.

Todo a mi alrededor eran mariposas, corazones flotando, brillitos.

Jamás, con una vida como la que llevaba, llegué a creer que podría estar sintiendo que ahora todo estaba en su perfecto lugar, todo donde debía estar. Mi padre sin su negocio, yo adueñándome de él, Diego a mi lado; conmigo.

—Y como tal vamos a ir al hotel, no quiero que te coja el frío —se levantó y acomodó su ropa—. El único que puede cogerte aquí soy yo.

Humor de latinos, basta.

Me levanté para bajarme el vestido, mis bragas estaban tiradas en la arena y tuve la intención de dejarlas allí, pero como no era fan de contaminar las tomé solo para meterlas en el bolsillo de Diego.

—Recuerdo de nuestra primera cita —le guiñé un ojo, tomando su chaqueta del suelo para sacudirla y después extendérsela.

—¡Unas bragas! —exclamó con fingida emoción—. Justo lo que quería.

Una carcajada se escapó de mi garganta porque solo Diego podría emplear el humor de esa forma después de haber follado. Cualquier otro hombre pensaría en eso como un gesto sensual y erótico, él bromeaba al respecto y eso me gustaba tanto pero que tanto

Su mano tomó la mía con dulzura, nuestros dedos encajaban perfectamente cuando se entrelazaban, ¿estábamos hechos el uno para el otro? ¡Cuánto daño habían hecho las películas de amor!

El hotel era de esos que tenía su apellido en letras pequeñas porque eran humildes y no querían ponerlo en grande, pero todo el mundo sabía de quién era creación.

—Espero que te guste, sé que es una pasada, pero no es tanto como lo que me gustaría ofrecerte —murmuró en cuanto entramos en la suite.

Bromeaba, claro que si, ya me jodería que estuviera hablando en serio y dijera que "no es tanto", es mucho incluso para alguien como yo. Crecí teniendo todo y más, claro que no a los niveles de Diego, pero nunca hubo problemas económicos ni faltó de nada. ¿Cuál era su intención ahora? ¿Darme absolutamente todo? No era parte de la realeza ni mucho menos, vivía bien, no buscaba lujos, joyas, habitaciones caras o algo de eso.

—Que sea la última vez que dices eso —pedí, volviéndome a quitar los tacones, pues al salir de la playa no me quedó más remedio que volver a ponerlos. Andar descalza no era una opción, en la ficción quedaba muy guay pero en la realidad te hacías daño en los pies.

—Es verdad.

—Todo lo que necesito está en ti —señalé—. Aunque viviéramos debajo de un puente estaría feliz por sentirme bien contigo.

—Dudo que alguien que viva debajo de un puente pueda sentirse feliz.

—Dudo que sepas lo que es la felicidad entonces —chasqueé mi lengua al sentarme en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero de esta.

—La felicidad es un concepto muy amplio, a la gente le hace feliz muchas cosas, pero a mí tú me haces feliz... Y como me haces feliz, no me gustaría tener que verte debajo de un punte, ni conmigo ni sin mi. Estoy enamorado, pero no por eso soy estúpido.

Se acercó para sentarse frente a mi, tomando mis pies para dejarlos en su regazo y empezar a masajear este, como si supiera exactamente los malestares que tenía alguien después de andar con tacones.

Joder.

Y con eso solo consiguió hacerme caer más por él.

Si algún día me preguntaban por el significado de perfección habría de darle su nombre y sus apellidos, porque sin duda era perfecto, perfecto para mí.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now