Capítulo 37

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Diego de Jesús

La cena es un éxito asegurado, ya solo si tengo en cuenta que me confesó sus sentimientos antes de empezar a cenar. Con eso ya podía estar más que satisfecho, pero quería una respuesta oficial, quería una dichosa etiqueta que tanto había rechazado hasta el momento, quería que fuéramos pareja de verdad, ya no solo de juego, ya no solo de caricias prohibidas y besos a escondidas, quería algo sólido y lo quería con elle.

¿Pero cuando tuve yo buena suerte?

Exacto, nunca, o más bien pocas veces.

Ya habíamos acabado de cenar cuando se desató la catástrofe, nos encontrábamos hablando con tranquilidad, terminando el vino que nos faltaba por beber.

—¿Y si hacemos que Calíope se siente al lado de Nando en la cena del viernes? —propuso, tomándome completamente de sorpresa, haciendo que me atragantase con el vino y comenzase a toser como si fuera a escupir un pulmón (o los dos) fuera.

Mi mano buscó la servilleta que yacía en la mesa para llevarla a mis labios, pero mi muñeca golpeó la copa por la que antes había bebido y derramó el contenido sobre el mantel. Fui rápido en ponerla de pie pero ya era demasiado tarde, el líquido avanzaba con rapidez, me saqué la americana para no ensuciarla, dejando así que solo llegase a mi camisa.

—¡Diego, cuidado con las velas!

—¿Qué ve... —antes de terminar la pregunta ya sentí el calor abrasarme uno de mis brazos, Ayker tomó su copa y tiró su vino sobre la manga de mi camisa antes de que el fuego se siguiera extendiendo.

Menudos espectáculo.

La mesa llena de vino.

Mi camisa quemada y también llena de vino.

¿Estaba en condiciones de hincar la rodilla y proponerle noviazgo?

No, definitivamente iba a quedar en ridículo.

—Necesito un momento —aclaré mi garganta mientras tomaba mi chaqueta para después escaparme al baño, sintiendo unas inmensas ganas de llorar y reír a partes iguales, no podía ser más patético.

El mundo me odiaba y me estaba haciendo pagar por todas las que había hecho, ¿era por pasarme de presumido? ¿Por haberle roto la defensa al coche de papá? ¿Por haber roto corazones? ¿Por decir que prefería ser hijo único?

Me miré al espejo mientras me desabotonaba la camisa, terminé sacándola y echándola a la basura, me negaba a seguir llevando esa prenda puesta, de seguro estaba maldita y yo como un iluso poniéndola para verme guapo. Me puse la chaqueta del traje como si nada, como si no llevara el torso desnudo. Muchos modelos de pasarela iban así, ¿no? Pues a joderse, yo tenía que seguir la moda.

—Todo esto solo ha sido para mostrarle al mundo que tienes abdominales, ¿no? —inquirió Ayker con diversión cuando volví a la mesa.

Agradecí que me diera mi espacio.

Agradecí todavía más que con sus palabras me disolviera la tensión que estaba sintiendo en esos momentos.

Elle era la persona indicada, dudaba encontrar a alguien en el mundo que me hiciera sentir la mitad de bien que Ayker.

—Sabía que con menos ropa me dirías que si.

—¿A qué tengo que decirte que si? —alzó sus cejas con diversión.

—Quiero que seamos pareja —susurré, sintiendo los dedos de mis manos temblar—. Sé que lo tuyo no son las relaciones, puedo asegurarte que lo mío tampoco... Y sin embargo, contigo lo quiero absolutamente todo, así que si me dices que no me estarás rompiendo el corazón. ¡Y tú no quieres romperme el corazón, Ayker!

Escucho su suave risa llegar a mis oídos y se me ablanda el corazón, el alma y todo.

¿Cuál era la parte que le hacía gracia?

—Eres la persona más única que conozco —me hizo saber, tomándome de la mano para acariciarla—, sin duda ha sido la mejor cita, sin excluir la parte en donde casi quedas calcinado y todo. No hay persona en el mundo que se compare a ti, al igual que no habrá tampoco sentimiento que se compare al que yo siento por ti. Así que si, si quiero que seamos pareja, si quiero seguir viviendo locuras contigo.

Tiré de su brazo para acercar su cuerpo al mío y poder comerle la boca como Dios manda. No estaba siendo dulce, estaba reclamando sus labios como míos, los estaba besando a mi antojo haciéndole saber que no quería despegarme, pero la falta de oxígeno en los pulmones tuvo que joderlo y hacer que nos separásemos, ambos con las respiraciones agitadas y con ganas de volver a unir nuestros labios.

—Dime que podemos terminar esto en la playa —susurró contra mi boca y yo más que gustoso de que así fuera.

—Por favor —me apresuré en dejar billetes en la mesa, más de lo que costaría la cena, haciendo que Ayker me mirase mal.

¡Venga! Yo había propuesto la cita, lo mínimo que podía hacer era pagarla.

—Podíamos...

—Podíamos hacer muchas cosas —interrumpí sus palabras en cuanto supe sus intenciones—, pero vamos a limitarnos a follar en la playa. Ya sabes, un polvo de inicio de relación, después nos quedaremos a dormir en el hotel, no hay necesidad de volver a casa.

Me sonrió como respuesta y se deshizo de sus tacones antes de que sus pies hicieran contacto con la suave arena de la playa. Por un momento dudé en la posibilidad de hacerlo allí, ¿qué tan cómoda iba a ser la arena para su cuerpo al tener que acostarse en esta? Quizá no mucho, ¿valdría la pena un orgasmo si tenía que aguantar como las finas rocas y minerales se clavaban en su piel?

No me dio tiempo de pensar demasiado en eso, sus labios se envolvieron con los mis, su mano buscó mi cabello para enredar mis rizos en sus dedos y entretenerse entre el beso. Mi lengua rozó la suya cuando mis manos se deslizaron por su cintura hasta lograr meterse bajo la tela de su vestido, mis dedos rozaron sus bragas y segundos después las deslicé por sus piernas hasta dejarlas caer.

—Fóllame, Diego —demandó.

Suficiente para que todo dentro de mi se encendiera.

Me deshice de la chaqueta con rapidez y la extendí en la arena para después acostar a Ayker sobre esta, su vestido se alzó lo justo y necesario cuando separó sus piernas para mi.

Relamí mis labios prometiéndome a mí mismo que no terminaría ninguna cita de una forma diferente a esta.

Caricias NegociadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora