Capítulo 11

99 14 0
                                    


Diego de Jesús

Las palabras de Ayker suenan en mi cabeza durante toda la mañana casi de manera dolorosa y ahora que Demian estaba conmigo era peor, porque el pensamiento se intensificaba.

No podía ser tan negativo.

No debía.

—Estás muy pensativo —chasqueó su lengua, cruzando sus piernas y mirándome con cautela—. ¿Ha pasado algo que no me has contado? ¿Una chica, Diego?

—Una persona —le corregí—, de género no binario.

Sus cejas se alzaron ligeramente y después lo vi acariciarse la barbilla, pensativo. Solo faltaba que ellos dos se conocieran, eso ya sería el colmo de los colmos.

Sus labios se estiraron en una sonrisa que confirmó mis sospechas al tiempo que chasqueaba sus dedos en el aire.

—Ayker Evans, ¿no es así? —soltó una risa—. Cotilleé su perfil de Instagram una vez, que capullo es el destino, ¿eh? No llegamos a conocernos en persona, mi vida tuvo sus líos y al parecer la suya también, sus padres estuvieron antes en Estados Unidos pero Ayker no... ¿No es eso interesante?

Quise decirle que no, que para él todo era interesante y que encontraba misterio debajo de las piedras.

Yo no lo veía así, para mi solo eran detalles sin importancia. Si Ayker no vino antes sería porque tenía cosas que resolver en España, o a saber, porque por lo que había escuchado no tenía muy buena relación con su familia y todo lo que se veía era una farsa bien montada por su padre para que se vieran como una familia perfecta.

La perfección estaba sobrevalorada. Los humanos debían de empezar a poner como prioridad la felicidad.

—No, no veo que eso sea interesante. Me alegra que conozcas a Ayker, o que sepas quien es, mejor dicho —me corregí—. Al menos de esa manera no tengo que darte detalles de cómo es.

—Eso vas a tener que hacerlo igual, no te libras —me advirtió—. Venga, me da curiosidad conocer a la persona que te deja con la mente en otro lado, pocas han conseguido eso... Por no decir que ninguna.

Si tú supieras que la persona que más me ha dejado con la mente volando eres tú mismo...

Me mordí la lengua, como Ayker había dicho, esto sólo me provocará heridas.

Él era feliz con alguien más.

Yo debía de serlo también.

Ya estaba harto de aferrarme a una idea que no se volvería realidad jamás, era imposible y yo no me merecí imposibles, me merecía realidades.

—Elle es genial —susurré—. Eso me tiene confundido, que me gustaría no como tendría que gustarme. Solo iba a ser placer, hasta que le propuse una relación falsa ante los medios y polvos a puertas cerradas para disfrutar el uno del otro.

—Uhm, esto se pone interesante, creo que necesitamos unos tragos para acompañar esta conversación.

—Es cerca del mediodía, no podemos beber a estas horas.

—¿Quién lo dice? —sonrió de manera socarrona—. ¡Nadie! Así que vamos a por unas copitas, conozco un bar que está a dos pasos de aquí. Nos vendrá bien.

La lengua se soltaba con el alcohol, yo no podía soltarme demasiado. Había cosas que era mejor mantener calladas, el silencio a veces era más poderoso que las palabras. A Demian le gustaba hablar y escuchar, ansiaba siempre saberlo todo, eso me ponía un poco nervioso porque al mínimo desliz podría darse cuenta de que algo pasaba. Yo no estaba listo.

Me levanté mientras soltaba un suspiro, él imitó mi acción con una sonrisa de labios pegados. Ahí vamos. A la locura total. Al pinche desmadre que me traería problemas si no me controlaba con lo que decía.

Esto podía salí muy pero que muy mal.

Varias personas nos miraron al salir, pero nadie nos dijo ni la más mínima palabra. No sé si eso se consideraba que eran maleducados o si nos tenían respeto, la gente era muy rara y tampoco iba a ponerme a discutir sobre ello.

—Bienvenido al rincón de los borrachos —murmuró con diversión en cuanto entramos al bar.

No olía a alcohol. No había señores de cuarenta años ahogando sus penas en cerveza. No tenía un ambiente del típico bar americano, eso me gustó.

—Vamos a tomar asiento —me llevó hasta una de las mesas del fondo, había una camarera jovencita limpiando en ella cuando nos acercamos—.  Steph, te presento a mi amigo Diego, es su primera vez en el bar así que más te vale que le des un buen trato.

—Yo le doy un buen trato a todo el mundo —respondió ella, regalándome una sonrisa—. Un gusto conocerte Diego.

—El gusto es mío, señorita.

—No me lo mires mucho que ya está pillado —advirtió burlón el pelinegro al sentarse—. Ponnos una ronda doble de chupitos.

La miré irse a por estes y me quedé pensando en que en otra circunstancia me habría gustado esta chica para llevarme al hotel, y que sin embargo, no había puesto mi sonrisa coqueta cuando me habló, mi tampoco traté de seducirla con la primera frase. Y no se debía a Demian, pues solía ligar mucho aunque él estuviera conmigo. Se debía a Ayker.

¿Qué me estaba haciendo?

¿Y por qué aún así tenía una sonrisa tonta en los labios al saber que me estaba atrapando?

—Aquí tienen, chicos —murmuró al dejárnoslos en la mesa—. Si me necesitan estaré limpiando la barra, cualquier cosa levanten la mano o dicen mi nombre para llamar mi atención. Gracias.

Nos brindó una sonrisa de agradecimiento antes de desaparecer de nuestro campo de visión. Tenía un lindo acento cubano.

—Ahora si, Diego, cuéntamelo todo —pidió mi mejor amigo, tomando con sus dedos el primer chupito para después beberlo de un solo trago.

Yo le sonreí, haciendo exactamente lo mismo, y después hablé.

Hablé de como le conocí, de como había sido nuestro primer encuentro, de como había logrado captar mi atención, de todo lo que me gustaba de elle...

Hablé, evitándolo a él a toda costa, pero salió mejor de lo que me esperaba porque Demian tenía una sonrisa en los labios que parecía difícil de borrar. No obstante, su conclusión fue rápida:

—Estás enamorándote.

Y una polla.

Cuéntame algo que no sepa, colega.

Caricias NegociadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora