Capítulo 36

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Ayker Evans

El mensaje de Diego era de hace apenas unos minutos y decía que salía de casa, de la suya a la mía no había mucho tiempo, así que pronto estaría por aquí y yo todavía sin decidir si ponerme los tacones negros o los plateados.

Finalmente cogí los plateados para no parecer darks, aunque no era un secreto que si lo fuera.

Sacudí una vez más mi cabello para darle volumen y cuando me miré de nuevo al espejo sonreí. Me veía bien para esa noche, no tenía ni la más mínima duda.

La pantalla de mi teléfono se iluminó cuando el siguiente mensaje de Diego llegó.

"Estoy abajo, no me hagas esperar mucho :)"

Ya me jodería que el tío que siempre llegaba tarde a todos lados me estuviera diciendo a mi que no lo hiciera esperar. ¿Debía recordarle que la primera vez que quedamos me hizo esperar él a mi?

En fin, hombres, no llegaría a entenderlos en la vida por mucho que hiciera el intento.

Bajé sin prisas, no se le iban a caer los anillos si tenía que esperar unos minutos, ¿donde quedaba el dicho ese de "lo bueno siempre se hace esperar"?

Estaba apoyado en su coche, llevaba un traje de color azul que le quedaba divinamente bien y una camisa blanca, típica, pero que también le sentaba de maravilla.

—No soy perro pero guau —se enderezó al verme, alzando sus cejas—. Tú si que sabes cómo hacer babear a cualquiera, Ayker.

—En realidad sólo me interesa hacerte babear a ti —señalé, acompañando mis palabras con un guiño de ojo.

—A mi ya siempre me haces babear —susurró al acercarse, sus manos tomaron las mías y me hizo dar una vuelta para contemplar el vestido en su totalidad—. Que pasada, que bellezón.

—Tú también estás muy guapo, si —le hice saber algo que estaba esperando oír, desde luego.

Me regaló una de esas brillantes sonrisas que tan bien lo caracterizaban y después me besó, haciendo que mi estomago se contrajera por el acto. Sus labios guiaban a los míos, envolviéndolos en la magia de los besos, dándole la presión necesaria para dejarme con las piernas temblando por segundos.

Me había besado con hombres y con mujeres a lo largo de mi vida, pero Diego tenía ese no sé qué que me hacía quererlo todo con él.

Definitivamente el amor se manifestaba de maneras tan diferentes en las personas que a veces nos hacía dudar de nuestros propios sentimientos.

—Valió la pena esperar toda la tarde para este momento —murmuró antes de separarse para así abrirme la puerta—. Espero que no quieras ir escuchando a Bustamante, ya he tenido suficiente por hoy.

—Descuida, mis gustos son un tanto diferentes —reí al entrar en el coche, él cerró la puerta con suavidad y yo me puse el cinturón mientras rodeaba el coche para entrar en el lugar del conductor.

Puso una música suave, la típica para relajar el cuerpo antes de un evento que te dispara los nervios y me dio una sonrisa antes de arrancar en dirección al restaurante.

Durante el trayecto hablamos más bien poco, solo comentamos lo que fue la tarde en el centro comercial con Calíope, al fin y al cabo ya habíamos estado juntos y no teníamos muchas novedades de nuestro día a día.

Al llegar es rápido en bajar para ir a abrirme la puerta, no me hace falta pensar mucho en que ese detalle lo tuvo que sacar de alguna película americana, de esas que dejaban un concepto erróneo del amor pero que todos los adolescentes buscaban algo así. Pobrecitos, cuando crecieran y se dieran cuenta que la vida no iba a regalarse un Brad Pitt con mala fama pero con buen corazón...

—Espero que sea la mejor cita de tu vida —entrelazó sus dedos con los míos cuando entramos al restaurante y un camarero nos guió hasta la terraza trasera con una sonrisa cómplice.

—Bueno, es contigo así que puedo asegurar antes de empezar que va a ser la mejor —contesté, haciendo que sus ojos se achinaran cuando sonrió, esas sonrisas valían más que aquellas otras que ponía solo para mojar bragas.

—¿Estoy sacando tu lado romántico a relucir? —cuestionó alzando sus cejas.

—Algo así, al parecer lo estás haciendo de puta madre.

Me estaba siendo tan fácil decir palabras bonitas, no me estaba esforzando lo más mínimo... Es como si siempre estuvieran ahí y ahora quisieran salir solo para que él las escuchase.

El amor romántico a veces limitaba al verdadero amor.

El amor no siempre es San Valentín, no son rosas, ni es de color rosa.

Sentir miedo está bien, ¿pero qué tipo de miedo?

Sentir ansiedad no. Sentir ansiedad está mal. No controlarla era peor todavía.

Esperar un cariño de vuelta no siempre resultaba sano.

Y es que en conclusión el amor resultaba ser paz, sentirlo todo calmado, sentirte mejor que nunca sin saber como.

Así me sentía yo con Diego, por mucho que me frustrase a veces, siempre terminábamos desordenando el caos para terminar nosotros con calma.

—Te amo —me atreví a decir cuando llegamos a nuestra mesa, fuera todo estaba más que precioso, las estrellas brillaban con ganas esa noche y la luna parecía hecha a medida. Había un montón de velas como tanto habíamos hablado, velas encendidas que podían ser o muy románticas o muy ridículas.

Al fin y al cabo tantas velas juntas solos e veían en dos ocasiones: en las citas y en las misas.

Aquí no íbamos a rezar, así que me reí de mis propios pensamientos.

—Esperaba que lo dijeras al terminar la cena, pero que bien se siente escucharlo de aperitivo —susurró, complacido.

—Se suponía que debías de responderme lo mismo, idiota.

—¿Así como me respondiste tú a mi? —se burló, acariciándome los nudillos de la mano—. Creo que prefiero hacerte sufrir un poquito.

—Tú no serías capaz de hacerme sufrir.

Me mira durante unos instantes antes de llevar mi mano a sus labios y dejar un beso en ella.

—Tienes razón... No puedo —admitió—. Te amo, Ayker.

Y mi corazón bombeó más sangre que de costumbre con solo escucharlo decir esas palabras.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now