Capítulo 30

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Ayker Evans

¿Por qué había aceptado?

Prometí no darle alas y ahí estaba dejando que confirmase frente a todos nuestra relación, claro que si, ahora si le rompía el corazón ya me podía ir olvidando del mundo de los negocios que los tendría a todos en mi contra.

Un aplauso por mi, que estaba poniendo a Diego por encima de todas las demás cosas, aunque eso significase poner mi mundo patas arriba.

Habían pasado ya dos días desde la petición y cada día parecía más ilusionado con la simple idea de presentarme a sus amigos. Por fin iba a conocer a su mejor amigo, también conocido como el chico al que le tenía ganas. Sabía de Demian lo mismo que sabía todo el mundo, a la vista estaba que era un chico guapetón, que había sacado a relucir los encantados de su padre y el ingenio de su madre. Y también que salía con una de mis conocidas, claro, no podíamos olvidar ese pequeño detalle.

Julienne también estaría en la cena, tenía que estarlo ya solo por ser pareja de Demian. Eso me aliviaba un poco después de todo, esperaba que Diego también la quisiera y no que la odiara por robarle al ganado.

—¿Estamos todes? —la voz de mi suegro hace que vuelva a la realidad y me de cuenta que estábamos a punto de empezar una reunión sobre el proyecto que había iniciado mi padre pero que le había robado con éxito—. Bueno, como hemos dicho anteriormente...

Empieza a contar un montón de cosas que ya estaban explicadas en todos los idiomas, pero a él no le importaba repetir, le gustaba que quedasen las cosas claras. En otra vida debió de ser profesor o algo similar, se le daba de lujo.

Noté la mirada de Diego sobre mí, no sabía disimular y a mi tampoco me apetecía hacerlo así que le devolví la mirada de la misma manera. Se mordisqueo el labio inferior, casi sorprendido de que lo volteara a ver a él y no siguiera con la mirada fija en su padre, a quien le estaba prestando más bien poca atención.

No sabía en qué momento decidió que venir a las reuniones podía ser importante, quizá tuvo alguna conversación más con su padre y le dijo que le tocaba empezar a dar la cara, era lo más seguro. Diego odiaba madrugar, por nada del mundo lo haría y menos si es para venir a trabajar.

¿El problema?

También estaba Anxo Aguilar en aquella reunión, acompañando a su padre que formaba parte de la asociación. ¿Por qué Zabdiel no había hecho nada con respecto a eso? ¿Qué movimiento estaba esperando?

—Hemos tenido unos inconvenientes estos últimos días —habló el señor Aguilar cuando el magnate le dio la palabra—, fallos en el sistema y demás, lo perdimos absolutamente todo.

—¿Disculpa? —inquirió Zabdiel, apoyando sus manos en la mesa—. Si mal no recuerdo dijiste que te encargarías de llevar el proyecto, tenías ahí mucha información confidencial que ni siquiera yo toqué, ¿y ahora me dices que lo acabas de perder absolutamente todo?

Varios jadeos llenan la sala. Las personas niegan con la cabeza y critican por lo bajo.

Eso era lo que buscaba Zabdiel, destrucción por todos los lados posibles, de manera interna para ellos pero también una humillación pública que lo pusiera en dudas frente a todos.

—Aguilar, tenías una única responsabilidad y la has echado a perder —señaló—. No estás capacitado, yo no quiero a gente que no sabe hacer su trabajo, quiero a personas que sí sepan hacerlo y que resuelvan los problemas causados.

—No hay manera de solucionarlo, fue hace dos días y por más que lo hemos intentado no hemos logrado sacar nada.

—¿Dos días? —repitió, ladeando su cabeza con poca amabilidad—. ¿Te has guardado la información dos putos días para ti? Todos aquí tenemos cosas más importantes que perder el tiempo escuchando excusas, quizá si nos enviaras un correo el propio día para informarnos habríamos conseguido hacer algo, ¿no lo crees? Pero tú quisiste jugar a ser el héroe, a que podías con absolutamente todo y para tu mala suerte te ha venido grande. ¿Cómo has llegado a dónde estás si ni siquiera eres digno de lo que tienes?

Él estaba callado, con la ira reflejada en el rostro, pero más carcomido por la vergüenza que nadie. ¿Cómo iba a sospechas de Zabdiel si le estaba sacando toda la mierda por su supuesto enojo?

Además, todos los allí presentes estaban de su bando, ninguno se atrevería a defenderlo por nada del mundo.

El magnate de Jesús era mi ídolo.

—Damos la reunión por terminada y el acuerdo también —sentenció.

—Pero Zabdiel...

—¿Zabdiel? Dirígete a mi como "señor de Jesús" que no estamos al mismo nivel —se levantó, acomodando su saco para después caminar hasta la puerta y abrirla, dando a entender que quería a todo el mundo fuera y lo quería ya.

Pues si que fue una jornada intensita, si. A cualquiera se le iba el sueño si tenía chismecito desde primera hora de la mañana.

Diego debería de estar encantado.

Me levanté y lo busqué con la mirada, pero él ya no se encontraba en la sala, ni tampoco Anxo.

Mis alarmas se encendieron de inmediato y Zabdiel también lo notó porque me dejó salir antes que los demás. No podían haber ido muy lejos, la puerta había sido abierta hace poco minutos y como mucho recorrerían la empresa, imposible que estuvieran fuera.

¿El problema?

La empresa era enorme, tenía muchísimos lugares en los que podían estar e iban a perder mi tiempo buscando en cada uno de ellos. Tomé mi teléfono para llamarle mientras me encaminaba a los baños, podía ser lógica una conversación allí, pero para mi mala suerte solo había dos señores de cuarenta años quejándose de lo imbécil que había sido Aguilar. Si, lo había sido, pero no iba a meterme ahora en sus conversaciones porque tenía algo mejor que hacer.

Me pasé una mano por el cabello y casi corrí hasta el despacho de Zabdiel, pero allí tampoco había nadie.

—¿No lo has encontrado?

—No, no está en el pasillo, ni en los baños, ni tampoco aquí...

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now