Capítulo 17

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Diego de Jesús

Escuché su respiración del otro lado antes de que saludara de manera formal y preguntara por mi. Vale, casi me decepciono cuando veo que no tenía mi número, aunque a decir verdad... ¿Por qué diablos iba a tener mi número?

—Señor Evans, verá... Soy Diego de Jesús, el hijo del magnate con el que usted se ha estado viendo últimamente —expliqué, apartando el teléfono de mi oreja para ponerlo en altavoz y que Ayker escuchase al mismo tiempo que yo sus contestaciones.

—¡Oh, Dieguito! Por supuesto que sé quién eres, tu padre habla muchísimo de ti y aunque no lo creas Ayker también.

Me acababa de llamar Dieguito.

¿Se creía que tenía tres añitos o que era un inmaduro de esos que sólo entendían cuando les hablaban como a niños pequeños?

Porque para su maldita información no era ninguna de las dos cosas y me ponía de los nervios fingir que me había gustado como le había llamado, o al menos que no me valía verga.

Spoiler: si no llamas la atención por algo así va a seguir ocurriendo. Así que este wey me llamará Dieguito hasta que yo lo frente diciéndole que es ridículo.

Por otro lado, ¡me estaba tuteando!

Yo lo había tratado de usted en todo momento para demostrarle un respeto que no le tenía, pero que era adecuado porque así había que dirigirse a la gente.

¡Y le valió madres!

Así que yo también me dejaría de mamadas y haría exactamente lo mismo. Papá me dejó muy claro cómo había que ser con gente de su estilo.

—Estoy metido en un apuro —murmuré, tratando de seguir el plan—. Papá me ha dejado al cargo del PEUEJ y no encuentro los documentos en ningún lado, ¿podrías hacer el favor de enviármelos cuanto antes? Si se los pido a él va a pensar que soy un irresponsable que no sabe dónde pone las cosas y no me apetece queda mal con mi propio padre.

—Es que los tengo en casa y como comprenderás no puedo dejar la empresa así sin más solo para pasarte algo de lo que tú deberías haberte hecho cargo.

Como chingas, la puta madre.

—Te recuerdo que me ha dejado a mi a cargo, así que si me usas ese tono no voy a dudar en cancelar dicho proyecto. Seguro que te encantará reclamárselo a mi padre después.

—Dieguito, tampoco tomemos decisiones a la ligera, te recuerdo que yo he estado muchos más años trabajando y sé cómo todo esto.

—Yo no necesito saber cómo funciona esto para hacerlo —solté con más arrogancia de la que pretendía, Ayker sonrió casi con burla al escucharme y eso hizo que mis mejillas quisieras tornar rojas, por suerte no lo hicieron—. Es sencillo, o me pasas los documentos para comprobar que todo está en orden y poder seguir justo donde vosotros lo dejasteis, o no hay proyecto. La decisión está en tus manos.

Antes de que pueda decirme nada más le cuelgo, era obvio que le convenía correr a casa a por esos documentos así que no tardaría en hacerlo. Ayker también lo sabía porque me hizo un gesto con la cabeza para irnos cuanto antes. Según elle estábamos cera de la empresa y su casa estaba a unos minutos más lejos, así que nos daba un poquito de ventaja con respecto al tema. Fuimos en su coche, uno que yo todavía no le había visto, y no era de esas personas que conducían especialmente despacio cuando tenían prisa.

—Su coche no está —dijo sonriente tras echarle una ojeada al aparcamiento—. Vamos.

Entramos seguros de nosotros mismos, pero para nuestra mala suerte se nos acercó la secretaria del señor Evans antes de que llegáramos a las escaleras.

—El señor Evans acaba de irse, pero volverá rápido... Podéis esperarlo aquí o..

—No vengo a hablar con mi padre, solo quería enseñarle a mi novio la empresa, así que despreocúpate —le sonrió.

Había usado la palabra con ene.

Novio, ¿eh?

—Oh, siendo así veo que no necesitaréis de nadie más —le devolvió la sonrisa.

—Por cierto, Alicia... Agradecería que no hubiera interrupciones, ya sabes —le guiñó un ojo dándole a entender que haríamos cosas indecentes.

Indecentes no sé, pero ilegales igual si.

La secretaria, Alicia, desvió su mirada hasta mi y tras echarme un vistazo vi como sus mejillas se sonrojaban.

En otra ocasión me habría mordido el labio y le devolvería la mirada coqueta, pero esta vez busque la cintura de Ayker para acompañarla de mi brazo y pegar su cuerpo al mío.

Elle pareció entenderlo porque soltó una risa suave antes de empezar a subir escalones conmigo a su lado. Lo siento, Alicia, pero no podrá ser.

—Tenemos que darnos prisa si no quieres que llegue tu padre y nos pille mirándole los archivos en su ordenador —farfullé.

—No me metas prisa, yo ya sé cómo debo de hacer las cosas —murmuró nada más entrar al despacho de su padre, yo me quedé cerca de la puerta mientras que elle rodeaba el escritorio para buscar en su ordenador. Ni siquiera pregunté cómo se sabía la contraseña de este, había cosas que era mejor no saber.

Se mordió la lengua para concentrarse y rebuscó hasta encontrar lo que tanto buscaba. Su expresión seguía siendo la misma, pero en el fondo le jodía saber que su padre era todo aquello de lo que tanto había desconfiado. Sacó su teléfono para hacerle fotos a absolutamente todo y en cuanto lo tuvo, tragó saliva de manera silenciosa y volvió a dejarlo todo como estaba.

—Ya podemos irnos —dijo al levantarse.

—Ayker...

—No quiero hablar de esto, Diego, ya sabíamos a lo que veníamos y ¡oh sorpresa! Resultó ser todo verdad —alza sus manos, soltando la risa más falsa que escuché en mi vida.

—Porque en el fondo tenías la pequeña esperanza de que todo fuera mentira y de que él fuera un buen padre —señalé y me acerqué para envolver su cuerpo en mis brazos.

Los abrazos nunca se niegan.

Así que correspondió, soltando un suspiro, queriendo deshacerse de todas las preocupaciones con las que cargaba.

Caricias NegociadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora