Capítulo 15

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Diego de Jesús

Papá hablaba sin parar y aunque al principio me divertí escuchando todas y cada una de sus advertencias, ahora estaba empezando a aburrirme. El pobre no sabía como hacerme entender que un embarazo a estas alturas no era lo que más nos convenía, no por nada, sino también que no podía tomar decisiones como esa así a ligera, pues todavía era muy joven y tenía muchas cosas que vivir. Sentar cabeza estaba bien, pero había que saber cuándo hacerlo.

—Sé que debimos de tener esta conversación mucho antes, pero nunca te vi tan prendido de alguien como hasta ahora, sé que antes solo se trataba de diversión y...

—Papá —lo interrumpí—, respira.

Me hizo caso porque tomó una gran bocanada de aire que después fue soltando de a poco. Una vez listo, me miró más tranquilo.

Menos mal.

—Vale, tienes las cosas claras —asintió ligeramente con la cabeza y apoyó sus manos en mis hombros—. Tened cuidado, si necesitáis algo no dudéis en llamarme, no tengas vergüenza ni nada por el estilo, sé que quieres ir de adulto... Pero incluso los adultos necesitamos ayuda de vez en cuando, ¿sabes?

Tenía al mejor padre del mundo y punto.

Había pruebas y cero dudas.

—Papá, no voy a la guerra, solo voy a conocer a los padres de mi pareja —lo tranquilicé.

—Precisamente es eso lo que me preocupa, hijo —río sin gracia, papá solía hacer eso muy pocas veces así que me preocupé al instante. ¿Estábamos subestimando al señor Evans?—. Que no te haga sentir menos porque no lo eres, todo lo contrario, eres muchísimo más poderoso que él y toda su familia, si tienes que echárselo en cara hazlo. No para presumir, para defenderte.

Que papá dijera eso era algo poco común. Odiaba presumir, odiaba mostrar que lo tenía todo, que era lo más de lo más. Y sin embargo ahí estaba diciéndome que se lo dijera si así lo veía necesario.

—Los hombres como él buscan intimidar y hacerles saber a todos que están por encima... Pero esta vez no va a tener esa suerte, porque no está por encima de Diego de Jesús.

—Papá, sin tu apellido no sería nada —admití en un susurro.

Siempre lo tuve todo por ello, de lo contrario habría sido todo muy pero que muy diferente. No me imagino una vida así... Las pasaría muy putas.

Si es cierto que desde pequeño me han enseñado que el poder no lo es todo y que el dinero no te daba siempre la felicidad, que esta tenías que encontrarla por ti mismo y no en las cosas materiales.

Pero era difícil mantener un pensamiento humilde cuando todos te hablaban de riquezas y poder. Honestamente no sé cómo mis padres pudieron hacerlo.

—No me puedo creer la semejante estupidez que acabas de soltar —me reprochó mi padre, apretando sus manos en mis hombros. Podría jurar que tenía ganas de zarandearme—. Escúchame bien: tú eres mucho más que un maldito apellido. Tienes el valor y la fuerza que no muchos en el negocio tienen, aunque no fueras hijo mío llegarías a la cima en poco tiempo porque eres brillante. No lo digo porque seas mi hijo, lo digo porque lo veo... Si, es cierto que últimamente tus aficiones han sido rodar de cama en cama, pero eso no importa, que seas bueno en los negocios no significa que no puedas divertirte después por las noches.

Papá hoy estaba inspirado y yo, al parecer, poco hablador. Así que me limité a abrazarlo, a él le gustaban las muestras de afecto más que a nadie y supe que esa le había cogido desprevenido, pero que lo había hecho sonreír.

—Eres el mejor padre del mundo mundial —susurré—. Gracias por confiar tanto en mi, no todos lo habrían hecho.

—No soy nadie para juzgar —me acarició la espalda y luego se separó—. Recuerda todo lo que hemos hablado, ¿vale? Y no hagas esperar a Ayker, ya sabes cómo es tu madre cuando se pone en modo chismosa.

Quería reírme por la sinceridad tan repentina. Asentí con la cabeza porque tendría muy presente todo lo que me acababa de soltar y salimos para así volver con nuestras respectivas parejas, pero mamá y Ayker estaban hablando de lo lindo como si se conocieran de toda la vida. No quisimos interrumpir pero se dieron cuenta al instante de nuestra presencia.

—¿Ya habéis terminado?

¿Ya? ¡Literalmente estuvo dándome la chapa durante más de media hora! No me puedo creer que se le hiciera poco tiempo.

Debe de notarlo en mi expresión porque se ríe con ganas. Se ríe de mi. No hay cosa que me haga más ilusión.

Que se note el sarcasmo, por favor.

—Supongo que ya debemos de irnos.

—Podéis quedaros a dormir, no hay problema —sugirió mi madre.

—No —fui rápido en rechazar—. De eso nada, no vamos a dormir aquí.

Las paredes eran muy finas.

Calíope no tenía problema en entrar en mi habitación sin avisar.

¡Estaban mis padres!  

Había demasiadas cosas que prohibían que nos quedásemos allí, no aceptaría un si como respuesta.

—Ha sido un placer —les sonrió mientras se levantaba para acercarse a mi.

—Esta es tu casa también, Ayker, puedes venir cuando quieras.

Que rápido metían a personas en su casa, eh... Aunque no era una persona cualquiera, lo entendía.

—Si, si... Gracias por todo, buenas noches, nos mantendremos en contacto estos días si no pasa nada malo —les guiñé un ojo con diversión para después tomar a Ayker de la mano y salir con prisas del departamento—. Dime que no te contó algún chismecito.

—¿Keshia? Que va... Solo alguno.

Típica madre mexicana.

—Ella es agradable —murmuré por lo bajo.

—Sé que lo es, no me abruma tu madre, tranquilo —me besó la mejilla para disipar todas las preocupaciones que cargaba en ese momento.

Si había una persona destinada para mi en este mundo deseaba con todas mis fuerzas que llevara de nombre Ayker y de apellido Evans, porque joder, tenía todo lo que yo necesitaba en mi vida.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now