Capítulo 14

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Ayker Evans

Acompañé a Diego hasta su piso, pues el muy cretino insistió durante mucho tiempo para que así fuera, y yo no iba a rechazar semejante cosa. Además, era bueno negociando, eso no podía negarlo yo ni nadie que lo escuchara, tenía un futuro brillante en la empresa de su padre, eso estaba más que visto.

—¿Me ayudarás a convencer a mis padres? —me preguntó, entrelazando los dedos de su mano con los míos.

—Dudo mucho de que vayas a necesitar ayuda, tú mejor que nadie sabes cómo convencer a la gente —señalé lo obvio, él me regaló una sonrisa de autosuficiencia—. Que no se te suba.

—¿Qué cosa no quieres que se me suba, eh? —alzó sus cejas con picardía.

—No estamos hablando de tu polla, Diego, controla tus hormonas —me burlé, haciéndolo reír entre dientes.

—Te encanta hablar de mi polla, ¿no es así?

—Me encanta tu polla, no solo hablar de ella —corregí, siendo yo ahora quien sonreía con autosuficiencia.

Le encantó la respuesta por mucho que intentó disimularlo, el chaval tenía buenos gustos y tal, pero yo ya le estaba pillando el truco, era demasiado obvio por mucho que intentase verse diferente. Le gustaba el vacile y que le llevasen la contraria para así seguir debatiendo, tenía mucha labia y se aprovechaba de ello. No lo culpaba, yo podía llegar a ser igual si me lo proponía.

Al llegar nos abrió la puerta una señora que yo desconocía, o se trataba de la amante del magnate o trabajaba para ellos, me decanté por la segunda opción pero él jamás le pondría los cuernos a su mujer, podía dudar de otras cosas, pero no de que eso llegase a pasar.

—Amparo, dime que mis padre están en casa —pidió él, sonriéndole con descaro.

—Así es. Diego, ambos se encuentran en el salón —masculló para después mirarme a mí—. ¿Quién es esta jovencita?

Señora, no me diga jovencita que se me suben los humos y no queremos que eso pase.

—Elle es mi pareja —me presentó Diego.

—Ayker, un gusto —murmuré por cortesía.

—Amparo, lo mismo digo —respondió, aunque pude percibir en ella que no le agradaba lo más mínimo. En fin, la gente y sus complejos...

Esta señora no me daba buena espina.

Pero yo no era nadie para criticarla porque aquella no era mi casa y ella no trabajaba para mi, así que mejor me callaba antes de decir algo que pudiera herir sus sentimientos.

Diego me tomó de la mano y sin darme tiempo a reaccionar me llevó por el departamento hasta llegar al salón, allí estaban sus padres viendo lo que parecía ser un programa de poco interés. Todos sabíamos cómo iba a terminar eso.

—Mamá, papá, tengo algo que deciros.

Diego, así no es la manera de anunciar las cosas, le vas a dar cuatro infarto a seguidos.

Keshia es la primera en mirar nuestras manos unidas y después alzar la mirada hasta mi vientre, abriendo sus ojos con sorpresa.

Zabdiel también lo hace, aunque primero le lanza una mirada a su hijo que podría descolocar a cualquiera.

—No, no, no —negué con la cabeza al ver sus sospechas.

—No vamos a ser padres por ahora, tranquilos —murmuró él con diversión.

Ni ahora ni más tarde, a mi los críos no me gustaban, muy bonitos cuando eran de otros, pero en mi casa a poder ser no.

—Vamos a hacer un viaje de pareja a España —les hizo saber—. Así que estaréis unos días sin mi maravillosa presencia.

—Oh, una buena noticia —murmuró su padre, sonriendo con diversión. Casi pude ver a Keshia suspirar de alivio al escucharlo—. Pasadlo bien, pero no tan bien, ya sabéis a lo que me refiero, hay decisión que es mejor tomar con cabeza y tras pensarlas algún tiempo...

—Papá, no vas a ser abuelo, relájate, no está en nuestros planes darte un nieto.

—¡Menos mal! Me sentiría muy mayor si ya tuviera nietos, es una gran responsabilidad... —aclaró su garganta mientras se levantaba—. De hecho, creo que tú y yo, señorito, tenemos que hablar de algo antes de que te vayas unos días a España para andar de parranda.

Diego puso mala cara, pero no le quedó más opción que ir con su padre hasta la cocina para hablar de sabe Dios qué.

Keshia me ofreció sentarme a su lado y yo tuve que hacerlo, porque de lo contrario quedaría como una persona muy maleducada. Además, ¿quien le rechazaría algo a la mujer más dulce del planeta?

Al hacerlo no pude evitar echarle una mirada a Amparo, que aunque fue muy disimulada, Keshia se dio cuenta.

—Veo que no te agrada —me sonrió, casi con complicidad—. Amparo es una buena mujer, no pienses lo contrario, pero tiene rencor...

—¿Rencor de ti? —me fue inevitable preguntar—. ¿Que podrías haberle hecho tu?

—Aunque no lo creas éramos mejores amigas —sonrió con nostalgia—, pero nunca me dijo que tenía planes de futuro con Zabdiel, de haberlo sabido no me metería con él, puede ser el amor de mi vida pero no le rompería el corazón a mi mejor amiga a propósito.

—Sigue enamorada de él —chasqueé mi lengua—. ¿Por qué no la despides?

—No puedo hacer eso, aunque él me lo sugirió en varias ocasiones, dijo que no podría soportar verme mal por tenerla a ella en casa... Pero yo no sería capaz de hacer algo así. Ella estaba en su vida antes de llegar yo y sería injusto echarla fuera, no soy una mujer celosa, sé que hay muchas que tienen un crush con él, pero también sé que no tengo que tener motivos para desconfiar porque prometimos no rompernos el corazón y él es un hombre de palabra.

Esto era lo más bonito que había escuchado en toda mi vida, ojalá mis padres pudieran decir algo similar de su relación, por desgracia no tenían esa suerte. Era todo a lo que una persona aspiraba en la vida, incluso yo, que en mi vida llegué a sentir algo así. Supongo que parejas así te hacían creer en el amor de nuevo.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now