Capítulo 12

95 14 0
                                    


Ayker Evans

Le había dado cientos de vueltas a la idea que me propuso Zabdiel y a la que más tarde se sumó su hijo. ¿Era bueno ir contra mi padre y quitarle todo lo que había sembrado hasta entonces? No, no lo era, pero quizá era la única manera que tenía de hacerme ver.

Yo no iba a someterme como habían estado haciendo todos a lo largo de su vida. De eso nada, estaba muy equivocado si pensaba lo contrario.

Cerré mi portátil para levantarme y estirar las piernas, que tras varias horas en la misma posición empezaban a dolerme. Quizá era la edad. Esto no le pasaría a una persona de quince años.

Mi teléfono empezó a sonar y un número desconocido apareció en pantalla, procedía de España así que no tenía ni la menor idea de quién podía ser.

—¿Si? —respondí por mera educación, una respiración me contestó, dejándome con dudas—. ¿Hola?

—¿Eres Ayker Evans?

—Si —respondí con seguridad—. ¿Quién eres tú?

—Tu hermano, al menos uno de ellos, porque como has de suponer no soy el único. Me ha costado muchísimo dar contigo, pero con los contactos adecuados y demás lo conseguí, espero que tengas unos minutos y me escuches.

Me cago en todos mis muertos y me cago todavía más en mi padre que no sabe mantener la polla dentro de los pantalones.

¿Le quería hacer competencia a Julio Iglesias o qué?

Esto tenía que ser una broma. Exacto. Una broma. No podía tratarse de algo serio.

—Lo siento, no tengo mucho tiempo, si quieres hablar puedes llamarle a mi secretaria y que concrete una cita para cuando tenga un hueco libre, como has de imaginar... Yo tengo una agenda muy apretada.

Estaba actuando peor que mi padre, claro que si, ¿pero que haría otro en mi lugar?

—¡No! —su grito fue casi desesperado—. Ayker, por favor, te juro que no te robaré mucho tiempo... Solo necesito que me escuches tú ya que papá no quiso hacerlo.

Papá...

—Y quizá no quiso hacerlo porque es culpa suya todo lo que ha pasado —gimoteó frustrado—. Mi madre tiene cáncer, está en la última fase y no tenemos dinero para el maldito tratamiento. Papá nos mandó a Estados Unidos, aunque ambos somos de un pueblito de Alicante... Hace unos días le pedí ayuda y él a cambio me dio gritos, amenacé con salir yo a la luz y hacerle saber al mundo que era uno de esos hijos que tenía en secreto, creo que está vez su respuesta fue más dura, porque mamá no está en casa, ni en el hospital, ni en ningún lado y me estoy muriendo de miedo, Ayker. No te voy a pedir que lo entiendas, ni siquiera que me creas, pero por favor...

Se me congela el cuerpo entero. En mi cabeza resuenan todas y cada una de sus palabras y, desgraciadamente, se las creo todas.

Porque podía vivir con él, podía acompañarlo a las cenas, podía sonreír cuando nos fotografiaban juntos... Pero sabía la escoria de persona que era en el fondo y si había hecho lo que este chico insinuaba merecía que todo, absolutamente todo, saliese a la luz.

—¿Cómo te llamas? –pregunté, pues me parecía de muy mala educación no haberlo hecho desde un principio.

—Austin —susurró, sin más, sin apellido, por lo que supuse que mi padre le había dado el suyo sin ningún problema.

—Vale, Austin, escúchame —pedí—. Nos mantendremos en contacto, le preguntaré a mi padre por este tema y si no nos brinda la información que queremos la conseguiremos por otra parte, tu madre estará bien, confía en mi.

Esperaba que tuviera razón y que sólo fuera un aviso y no un "quitársela de encima", porque siendo así iba a conocer a su hije. Yo ya no tenía nada que perder, pero este chico no tenía que verse afectado por una guerra que no le tocaba. No debían de pagar justos por pecadores, ya no.

—Gracias, Ayker, sabía que podía confiar en ti al contarte esto.

—No tienes que nada que agradecerme porque de momento no he hecho nada, así que tranquilo. En todo caso, gracias a ti por comunicarte conmigo y hacerme saber de esto... Estamos en contacto, Austin —colgué la llamada y dejé mi teléfono a un lado.

Nunca había sentido tanta frustración encima.

¿Por qué parecía que el mundo se había alineado para traerme todos los problemas juntos en un mismo día?

Por todos los demonios...

—¡Ayker! —escucho gritos tras la puerta y sé con certeza quién es el individuo que está tras ella—. Amor de mi vida, ábreme que tenemos que hablar.

¿Amor de mi vida?

J ó d e m e.

Caminé hasta la puerta, maldiciendo en todos los idiomas que me sabía: español, catalán e inglés. Nada más abrir me encuentro a Diego en tal estado de ebriedad que hasta me da pena verlo así. ¿Que le había dado a este niño para salir a beber tan temprano?

—¿Sabe la hora que es? ¡Ni siquiera es la hora de la merienda y tú ya estás borracho! ¿Qué mierda se te pasa por la cabeza? —regañé, tomándolo de un brazo para hacerlo entrar—. No puedes andar así por la vida, Diego.

—Bebía para ahogar las penas —murmuró con una sonrisa vacilona en los labios.

Dicen que los borrachos no mienten... Pues tengo frente a mi la excepción.

Maldito Diego.

—Es broma, no tengo penas, la única pena es que tú me gustas y tú sólo me quieres para calentarte la cama... ¡Pero bueno! Me tenía que llegar el karma en algún momento, porque así estuve yo durante largos meses con otras personas —se carcajeó él solo.

¿Y yo que hago? ¿Me río también?

—No te quiero para calentarme la cama, pero no es una conversación que vamos a tener contigo borracho. Bébete un café, respira y ve a dormir la mona, te aseguro que te hará falta.

—¿Crees que he venido hasta aquí para beber un café e ir a dormir la mona? Jesús... Tú si que eres diferente —resopló—. ¿Y si mejor follamos?

—Te acabas de quejar sobre ese tema.

—Ah no, no, no... Yo nunca me quejaría sobre follar, sería pecado hacerlo.

Bueno, yo no creo en Dios así que me daba bastante igual si era o no era pecado.

—Diego, no está en discusión.

—Me gusta follar contigo.

—Y a mi contigo, pequeño granuja —tomé su rostro entre mis manos—. Pero mi vida está siendo un desastre últimamente y no quiero alborotarte también la tuya. Así que por una vez en tu maldita vida hazme caso, ya hablemos más tarde y si quieres también follamos, pero ahora... Por favor, bébete un café y ve directo a la cama.

Parpadeó un par de veces mirándome a los ojos para después asentir lentamente con la cabeza y hacer caso a mis mandatos.

Menos mal.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now