Epílogo

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El mes de agosto había llegado y con él todas esas ganas de arrancarse la ropa por el calor que había traído consigo, ese sol insoportable que dejaba ciego a cualquiera y, sobre todo, esas ganas de vacaciones.

Ayker y Diego ya se encontraban en ellas, se encontraban de aniversario y no había mejor lugar para celebrarlo que en una de las mejores islas de Grecia.

—Esto es Skópelos —pronunció Diego, apoyando sus brazos en la barandilla del balcón, incitando a Ayker a hacer exactamente lo mismo—. Aquí suele veranear mi familia.

—Lo dices casi con nostalgia —señaló, mirándolo de soslayo.

—No es eso, es que ahora será también nuestro lugar —dijo, sonriendo casi de manera maliciosa—. Hay muchas cosas chulas que visitar en la isla, desde luego, no te traje a Skópelos solo para follarte en la habitación de un insignificante hotel.

—La dulzura siempre ha sido tu punto fuerte —murmuró con diversión, dándole un leve empujón—. ¿Te parece si empezamos un recorrido por la isla comiendo algo? Tengo hambre.

Se llevó una mano a la barriga, Diego puso la suya por encima de esta. Ayker había sufrido recientemente un aborto, ni siquiera se habían enterado del embarazo en primer lugar, pero después de eso dejaron muy claro que no habría hijos de por medio. 

—Bajamos a comer y después hacemos una visita al templo, ya que ambos somos muy religiosos tenemos que aprovechar —le robó un beso y tomó su mano para volver a la habitación, cerrando las puertas del balcón una vez que estuvieron dentro.

Salieron de esta y bajaron las innumerables escaleras del hotel para ir hasta el comedor, había bastante gente pero aún así quedaban algunas mesas libres. Se sentaron en una de ellas y hablaron un poco en general de cómo era la isla y su clima mientras no venía una camarera a atenderlos.

—Buenas, bienvenidos al hotel Sirio, este día estamos bastante llenitos de trabajo así que me toca a mí ofreceros nuestros servicios —les brindó una sonrisa mientras sacaba una pequeña libreta junto a un bolígrafo—. Soy María, la dueña del hotel, no tengo la práctica de mis trabajadores y necesito apuntar las cosas o se me olvidan cuando llego a cocina —explicó brevemente—. ¿Qué vais a tomar?

Diego se le quedó mirando por más tiempo del habitual y ella se dio cuenta de ese detalle porque alzó la mirada de la libreta solo para centrar sus ojos en él.

—Disculpa, ¿nos conocemos?

—No, no lo creo, pero si conoces a mis padres —aclaró—. Mi madre tiene una foto contigo y con tu amiga en los cuadros del salón, además de que contó cientos de veces vuestras anécdotas por la isla.

—No me digas que tú ya eres su hijo —se llevó una mano a la cabeza impresionada—, y ya tienes pareja y todo. Me estoy sintiendo muy mayor, mejor no me hubieras dicho nada

—Soy Diego y elle es Ayker —presentó con una sonrisa divertida en los labios—. ¿Que hay de la otra María?

—Ella... Bueno, hubo un accidente de barco, se fue con Sirio —aclaró la garganta—. Fue apenas hace dos años, le puse el nombre del perro al hotel, no mucha gente lo sabe pero para mi era especial.

—Lamento la pérdida, de haberlo sabido no estaría mencionándolo, lo siento...

—¡Bah! No te preocupes, son cositas del pasado y ahora hay que vivir el presente, no me digáis que estáis de luna de miel.

—No todavía —vaciló.

María resultó ser una gran jefa, la visita le trajo un montón de recuerdos y tras llevarles sus platos para que pudieran comer se encerró en la cocina con ganas de llorar.

Diego se quedó a contarle la historia por completo a Ayker y llegaron a la conclusión de que debían hacer lo mismo en el templo, aunque el principal problema era que no tenían perro.

Cuando terminaron de comer fueron a solucionar eso, llegaron al refugio de animales y adoptaron al primero que le hizo ojitos.

—Se va a llamar Levi —susurró acariciándole las orejas a su hijo perruno—. Nunca pensé que terminaríamos de formar una familia en Grecia.

—Yo si que llegué a imaginármelo —admitió él, sonriendo apenado—. Cuando dije que contigo lo quería todo iba muy en serio.

Le besó los labios de manera tierna, susurrando un te amo apenas audible, sabiendo que todo ya lo tenía. ¿Y que más podía desear alguien que tenía todo con su todo?

Fueron al templo, como buenos religiosos, e incumplieron norma tras norma. Primero entraron con el perro, después se hicieron fotos incluso con el cartel que dejaba muy claro que las fotos estaban prohibidas, para terminar huyeron corriendo cuando claramente no se podía correr en lugares así.

La felicidad también era dejar de hacer lo correcto por un día.

Porque de todo se aprende y ellos desde luego aprendieron muchas cosas juntos.

Que los besos no significaban lo mismo que los contratos, que las caricias no siempre significan promesas, que hay que ver más que las flores de tu jardín. Que cuando tienes algo, lo quieres todavía más.

Los logros son para ti, no para presumirle a los demás. Así fue como Ayker nunca habló de lo sucedido con la empresa de su padre y elevó su propio imperio sin su ayuda. Nadie entiende tu esfuerzo, solo tú. Porque solo tú vives tú vida.

La vida es una y cada uno la negocia a su manera, regalando caricias, haciendo promesas, besando bocas y conectando almas.

Así como habían hecho ellos.

|| F I N A L||

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now